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Opiniones

Las mascotas también ponchan

“Quiero hablar brevemente sobre su potencial rol en los espacios de trabajo y sobre la normalización de la convivencia entre determinados animales domésticos, en particular los perros, y las personas, en el ámbito laboral”.

Jaime Sanabria.
Foto: Foto suministrada

También la prosperidad de un país se mide por la salud social de sus mascotas. El buen trato a los animales, su trato como algo distinto al tradicional “bien mueble” que recogía el artículo del viejo Código Civil de Puerto Rico hasta la entrada en vigor del nuevo en noviembre de 2020; la sanción y el castigo a su maltrato (incluso, con penas de cárcel), nos acerca a esa sociedad evolucionada a la que tendemos, por posición, por rango histórico y, sobremanera, por respeto a nosotros mismos, como pueblo.

Ocurre, en Puerto Rico, una paradoja que, como todas, resulta inextricable, y su solución requiere de ecuaciones matemáticas avanzadas resultantes de políticas sociales, convivenciales, familiares y personales. Según estimados de las asociaciones pro-animales puertorriqueñas, dos de cada tres hogares poseen una mascota, pero al mismo tiempo, otros estimados calculan que existen alrededor de 500,000 perros callejeros abandonados, y alrededor de un 1,000,000 de gatos. El huracán María, además de cobrar miles de vidas humanas, provocó que un oleaje de perros y gatos perdiese su hogar y se viesen obligados a la supervivencia propia, en distintos ecosistemas, sin el beneficio alimentario de sus antiguos amos.

Como el problema es notable y afea nuestros hábitats urbanos, las diversas instituciones que regulan el día a día de nuestra sociedad han tratado de atender el problema, aunque todavía sin resultados demasiado visibles. Esterilización frente a eutanasia, fomento de políticas de adopción frente a hacernos de la vista larga, y ayudas a los albergues, además de plantear campañas de concienciación y sensibilización, porque a la postre solo una educación consistente y sostenida, para modificar comportamientos, brindará beneficios a mediano y largo plazo; esos parecen ser los horizontes teóricos que, a la hora de llevarlos a la práctica, se verán reconfigurados por lo inviable de ejecutar las utopías sin prescindir de algunos de sus postulados.

Pero más allá del overbooking de abandono de unos animales domésticos que dejan de serlo en las calles, para contribuir a un cambio de paradigma en la concepción de las mascotas, quiero hablar brevemente sobre su potencial rol en los espacios de trabajo y sobre la normalización de la convivencia entre determinados animales domésticos, en particular los perros, y las personas, en el ámbito laboral.

Antes de continuar, cabe nutrirse de perspectiva y mencionar lo que hacen y/o permiten otros países en esta materia, y aunque no existe una homogeneidad reguladora, conviene destacar que, en los países que suelen anticiparse en la adopción de marcos regulatorios novedosos (Puerto Rico no se encuentra entre ellos), se observa un incremento en permitir que determinadas mascotas, casi siempre perrunas, puedan convivir con sus propietarios en sus espacios de trabajo.

Son numerosos los beneficios de la aludida práctica, los cuales podemos sintetizar en que:

-Mejora la salud y reduce las enfermedades. La presencia de mascotas en el trabajo reduce el estrés laboral, controla la tensión arterial y disminuye el riesgo de enfermedades.

-Aumenta la productividad y creatividad. Las mascotas ayudan a los empleados a relajarse, hecho que mejora el funcionamiento del sistema digestivo y tiene un impacto positivo en la productividad. Empresas como Google han observado un aumento promedio del 20% en la productividad de su fuerza laboral, tras implementar políticas "petfriendly".

-Mayor tranquilidad en el trabajo. Permitir que los empleados lleven a sus mascotas al trabajo reduce la preocupación por el cuidado y bienestar de las mascotas en casa.

-Mejora la comunicación y el ambiente organizacional. Las mascotas promueven relaciones interpersonales más sólidas entre los empleados, generando un ambiente agradable y propicio para la comunicación. También Amazon ha adoptado el modelo de oficinas "petfriendly" y la empresa ha experimentado mejorías en su ambiente laboral.

-Aumenta la felicidad y los niveles de dopamina. Dejarse acompañar por mascotas en el trabajo incrementa la felicidad de los dueños y personas cercanas debido al aumento de los niveles de endorfina y dopamina.

Soy consciente de la heterogeneidad de nuestros espacios de trabajo, de la imposibilidad de hacerla efectiva en algunas actividades económicas, y de la resistencia de no pocos patronos a los que este cambio de mentalidad les puede resultar más cinematográfico o futurista que ejecutable y actual.

Pero, aquí es donde cobran importancia los pioneros, los que se atreven a atreverse, los que tras realizar una labor de benchmarking y apostar por el mejor, permiten, dentro de la coyuntura del espacio o de los espacios de trabajo, la convivencia entre trabajadores y sus mascotas (obviamente, se requiere que estén bien educadas y entrenadas), con la salvedad de que no todas las mascotas son susceptibles de ser llevadas al trabajo porque resultaría pintoresco dejarse acompañar por una pitón, incluso por un gato que, por lo general, no hace caso a las órdenes del dueño. Se deduce, por tanto, que me estoy refiriendo, mayormente, a los perros porque, aunque otros animales exhiben también el tatuaje de la docilidad, no se contempla habilitar un espacio para osos perezosos o cerdos vietnamitas en, por ejemplo, un bufete de abogados como el que trabajo, el cual actualmente está poblado por dos perros: Gaia y Titán.

Sí, son constatables los beneficios que las mascotas ofrecen a determinados colectivos de personas estacionadas en el arcén pasivo de la sociedad. No son pocos los estudios médicos que ratifican los beneficios que los perros “de terapia” provocan en los pacientes de Alzheimer. Entre el enfermo y el animal, se establecen unas conexiones que no se dan entre un paciente y el humano, incrementando la memoria, la capacidad psicomotriz, la afectividad y la mejora de las relaciones interpersonales. El perro, el adiestrado para este menester, también adopta una sensibilidad añadida a la hora de relacionarse con este colectivo y todavía ofrece unas contraprestaciones más marcadas en lo que concierne a los afectos.

De igual modo, se ha observado que la tenencia de uno o varios perros, incluso gatos, en los asilos de ancianos mejora significativamente la convivencia entre sus inquilinos y rellena esa falta de estímulos que, habitualmente, tienen quienes han sido exiliados a ese cada vez más inevitable, por cambio de patrones y de hábitos generacionales, camino desolado de la existencia.

Si el perro, de ordinario, ha sido considerado como el mejor amigo del hombre, siempre primando ese sentido unívoco de la incondicionalidad, de perro incapaz de dañar a su propietario, que de propietario capaz, este sí, de apalearlo o abandonarlo, es momento de aplicar a rajatabla la propiedad conmutativa en lo que concierne a la relación perro (mascota) – humano (amo), sin distingos de sentido.

Comencemos a fomentar, pues, espacios de convivencia en los centros de trabajo entre mascotas y trabajadores, porque solo la educación conjunta, de perros y de humanos, es la única vía para alcanzar un equilibrio que haga aflorar las ventajas enumeradas.

Erradiquemos los perros de las calles e introduzcámoslos en los espacios laborales cuando sea posible, pero que la negativa, o la inacción, no se dé por temor o por desconocimiento. Otros, de los grandes, ya lo han implementado y les va bien; copiar del exitoso conlleva, de ordinario, también éxito para quien se copia.