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Opiniones

Las causas de la violencia futura

Ya no es una facción terrorista de palestinos la que mata, es la fuerza arrolladora del Estado de Israel la que aterroriza y masacra a poblaciones civiles en un plan concertado

Víctor García San Inocencio.
Foto: Juan R. Costa

Violencia, paz y orden social, fue el último curso dictado por el profesor de sociología y formador del carácter, Don Héctor Estades, antes de acogerse a lo que una vez fue el derecho al retiro aquel verano de 1977. Diariamente destellaban sus ideas a través del dominio escénico de su palabra suave, pero rotunda con fuerza hipnótica a la manera que lo hacía, según nos contaron, una generación antes, su también profesor, Don Jaime Benítez.

Aquel era el modo preferido de muchos estudiantes para formarse dentro de esa larga tradición universitaria que remonta un milenio y que pudo cabalgar alrededor del mundo antes de que la gula a conveniencia del mercado la engullera casi totalmente. Los estudiantes disfrutábamos las chispeantes conferencias y poder compartir en los pasillos y el merendero con los profesores que extendían la clase mucho más allá del salón, siendo también mentores de muchos afortunados. Para hacerlo posible, raramente se tomaban clases consecutivamente y era ese intervalo de una o varias horas el que aprovechábamos para profundizar más con el recurso a mano del profesor o profesora. Era una universidad distinta, más acompasada, más propicia para el espacio reflexivo. Sucedió mucho antes también de la actual agonía perturbadora de la cada vez más escasa universidad de cátedra presencial de carne y hueso. Aquella donde el rostro humano de cada participante y sus reacciones corporales se sumaban a sus intervenciones para dar retroalimentación a ese pacto dialógico continuo que se entabla entre el conferenciante y su audiencia. Hoy, 46 años después, la tele distancia y el "power point" han liquidado mucha de la magia del espacio del aula universitaria.

El profesor Estades nos condujo al examen del fenómeno de la violencia a lo largo de los siglos y a través de diversas culturas; provocó que nuestra mirada superara el acercamiento superfluo y sangriento con el cual se rellenan todavía los espacios noticiosos. Nos convocó a buscar las múltiples causas de la violencia yendo más allá de la atribución individualista. El fenómeno era y es en extremo complejo y desafía todavía el análisis simplón y lineal. Nuestro profesor, oriundo de Lares, quien "apenas" obtuvo su bachillerato allí mismo donde enseñó toda la vida, en Río Piedras, gracias a su erudición, inteligencia, mentores y a su autoformación, poseía una fuerza reflexiva tan adelantada que a casi medio siglo de evolución del estudio sociológico se presenta con extraordinaria vigencia aún hoy.

La función de los pensadores que también son profesores, como la de los intelectuales que alguna vez abundaron en el país, es la de avizorar, la de ver más allá, la de vislumbrar y con ello alumbrar el futuro cuando han aprendido bien las lecciones que dicta continuamente el pasado. Es quizás el presentismo donde se hunde la vida cotidiana hoy, lo que impide mirar de verdad hacia adelante, sumiéndonos en un eterno presente de apariencia inmóvil, donde no se acostumbra a tener miras, ni miradas, ni metas, ni misión. Para anclarse en el presente y punto, no hace falta ni siquiera tener rumbo, pues se ha extirpado el futuro.

En estos días todas las sombras del mundo se posan sobre Gaza y sobre el resto del pueblo palestino, como si hiciesen falta más guerras genocidas. Un asesino centellazo de una noche segó la vida de 1,400 personas, la mayor parte israelíes, a manos de una banda terrorista de Hamas. Llamarla de otro modo que no sea terrorista, aun ante la crueldad inverosímil exhibida por el Estado de Israel durante décadas, y particularmente desde de mediados de mes de octubre, bombardeando y aislando durante más de un mes a 2.3 millones de palestinos y matando a más de 10,000 incluidos 4,000 niños, sería tapar el cielo con un dedo.

Las penurias sufridas por el pueblo palestino a manos del Estado de Israel quien se apodera de su territorio hace tres cuartos de siglo son incontables. Hay dos tipos de palestinos en el mundo, los perseguidos, llevados a la pobreza extrema y humillados que habiendo sido desplazados una vez tras otra, han tenido que marcharse, cuando pudieron. También están los otros, viviendo allí, quienes han resistido y soportado las más crueles opresiones y la violación extrema de sus derechos mediante una violencia del Estado de Israel que a través de sus diferentes gobiernos ---con honrosas excepciones--- ha sido implacable en el uso de la fuerza y aplastamiento de los derechos humanos de los palestinos. La violencia inicial de la usurpación territorial contra los palestinos de fines de los años cuarenta ha sido resistida en un escenario muy desigual por una parte de estos.

Si bien es cierto que a la violencia extrema del Estado israelí es mucho más grande, y que no es comparable con las cientos de escaramuzas y actos de terror de facciones a lo largo de ocho décadas de conflicto, la realidad es que el pueblo palestino es el que ha resultado desplazado y aplastado. Pero estas comparaciones en lo tocante a la cuantía evaden el examen del mal de fondo y de lo que impulsa la violencia continua y creciente: La venganza es el motivo inmediato, y el objetivo prevalente es la extinción del otro, en este caso de la parte más débil. Esa es la meta. Se trata de una guerra interna entre la potencia ocupante y desplazante Israel y una parte de los habitantes "prisioneros" en su tierra que ya ni les pertenece, aunque son sus legítimos dueños.

No cabe duda que ello genera argumentos justificantes y pretextos para la violencia entre unos y otros. Ahora, sin embargo, luego de la matanza del 7 de octubre, la escalada es infinitamente mayor. Ya no es una facción terrorista de palestinos la que mata, es la fuerza arrolladora del Estado de Israel la que aterroriza y masacra a poblaciones civiles en un plan concertado y reiterado para dar una lección a todos los habitantes de Gaza, desde donde proceden los atacantes del grupo Hamas. En otras palabras, 2.3 millones de civiles de los cuales la inmensa mayoría son víctimas de la violencia y el desplazamiento de décadas, tienen que soportar el castigo genocida del ejército de un Estado de Israel cuyo gobierno muere de rabia. Aunque hay que decir que la disidencia entre israelitas aumenta aunque los medios de comunicación pro-israelíes no le dan cobertura adecuada. Mientras tanto, una montaña de más de once mil muertos civiles, incluyendo a más de cuatro mil niños pueblan la franja de Gaza y sus fantasmas estremecen la conciencia del mundo.

Estados Unidos imbricado a Israel al cual sostiene, comienza a sentir la presión de cientos de miles de sus ciudadanos que se han echado a las calles de sus ciudades principales para protestar el apoyo de la Administración BIden. El Secretario de Estado Blinken, correveidile internacional, hace malabares con ejercicios de diplomacia que no le han hecho mella a la matanza que sitúa a Israel en la colindancia de un Estado terrorista. Por fin, luego de un mes parece que se dará paso a una pausa en los bombardeos inclementes y bárbaros de la aviación y de la artillería israelí. Pero eso no detendrá la mayor violencia que se incuba, con la ira que se recicla sanguinariamente en futuras matanzas.

Ni las exquisitas lecciones y conferencias del profesor Estades de hace 46 años, nos prepararon para entender y explicarnos estos horrores y encontrarle salida. En Israel el problema existe a partir de la opresión de su ocupación, usurpación y el desplazamiento de los palestinos y su encierro en los campos de concentración en que se ha mantenido a millones en su propia tierra. Llora de vergüenza Abraham. Lloramos todos por estos eventos que lloran ante los ojos de Dios.

Todo lo que se haga allí tiene que hacerse para prevenir la violencia a futuro. No es solución ya, promover la existencia de sólo un Pueblo israelí o palestino. Debe retomarse el proceso para instaurar y constituir dos Estados. Toda la Humanidad pierde su esencia ante esta violación gigantesca a los derechos y de la dignidad humana. Nuestra propia vida se extingue con esas muertes. La Justicia permitirá la Paz, que en sí misma es orden justo. La violencia y la guerra sólo beneficia a quienes fabrican y venden las armas que destruyen, quienes son los mismos intereses, que cobran para financiar las reconstrucciones que ellos mismos hacen en el negocio redondo de la guerra. Violencia, paz y orden social sigue siendo el tema al interior de los Estados y entre estos

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).