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Opiniones

La inoperancia y la incompetencia

Es preciso recordar que debajo de esa costra de negligencia, de esa mugre operativa que asola a tantos entes gubernativos se genera el caldo de cultivo de corrupciones mayores y más frecuentes.

Vïctor García San Inocencio.
Foto: Juan R. Costa

¿Qué provoca que en el gobierno las cosas no funcionen? ¿Por qué los procedimientos cuando existen, no se siguen, ni se cumplen? ¿Por qué les resulta tan difícil a tantos gerentes gubernamentales de mediano y alto rango ejecutar y cumplir con la ley y la reglamentación que tienen a cargo, e implantar las políticas públicas?

Estas preguntas que orbitan el mal desempeño del gobierno, donde las cosas que tienen que pasar no pasan, aunque se anuncie abundantemente ($$$) que sí, se las formula cada puertorriqueñ@ que sufre en tantas instancias a diario, el suplicio de la inoperancia del gobierno, del colapso y vaciado de las instituciones públicas, y la deriva hacia la incompetencia o corrupción sobreextendida.

Los niveles de inoperancia gubernamental en el país son tales, que a nadie espanta ya que la implantación de la carrera magisterial tenga más de una década de atraso, mientras se publicita cínicamente que por fin le darán un aumento de sueldo a una fracción de los maestros que la solicitaron y cumplieron con sus requisitos desde la década pasada, cuando un gobernador insensible la suspendió por completo cesando su cuenta goteo. A nadie espanta ya la noticia de que el pago a los centros de cuido de las personas envejecientes o que necesitan habitación y asistencia se retrase durante meses de manera tan sistemática, que se haya convertido el incumplimiento en un signo de puntualidad a pesar de que la consecuencia sea sus cierres.

A casi nadie espanta, que durante casi una década el Departamento de Educación no hubiese efectuado subastas para los contratos de transporte escolar, según señaló la Contralor y una investigación en la Cámara de Representantes. A diario aparecen decenas de ejemplos como los tres enumerados, siendo cada uno un insulto a la dignidad del pueblo a quien debe servir el gobierno. Ello provoca también desaliento y desconfianza, y crea condiciones ---como en el asunto de la transportación escolar--- que pueden anidar no solo despilfarro, sino hasta corrupción.

Pareciera que se nos ha ido acondicionando a tolerar y hasta aceptar la inoperancia y la incompetencia como un elemento inevitable del gobierno y de la política. Habría que decir que este acondicionamiento es tan nocivo por ser corrupto, como los actos ratoniles de latrocinio que llenan los periódicos y los noticieros. Ello es así, pues tan mala es la negligencia e indiferencia de quienes no supervisan, ni denuncian las cosas mal hechas o mal ejecutadas, y quienes permiten que se sigan haciendo mal, como los actos u omisiones de quien se apropia, o utiliza como a una finca privada los recursos públicos y la toma de decisiones.

La inoperancia y la incompetencia se convierten en formas más cotidianas, y por ello peligrosas, de la pre-corrupción. Pues tan pronto comienzan a ser condonadas por funcionarios públicos, aun con todos sus efectos detrimentales, sucede como con la corrupción de núcleo duro: se derrotan los derechos humanos preciados. Estos derechos humanos son todavía más añorados cuando se pierden.

Ya se ha convertido en un hecho común las denuncias y lamentos de la Contralor de Puerto Rico sobre los señalamientos que reitera auditoría tras auditoría por conducta contumaz de funcionarios ---muchos de ellos reincidentes en la elección--- a quienes no les importa no enmendar, ni corregir lo que es objeto de señalamientos. La Oficina de Ética Gubernamental se ha topado también con estos altos funcionarios reincidentes en grado patológico y contumaz, sobre quienes la leniencia parece convertirse en un estímulo hasta la próxima multa.

Durante mucho tiempo he abogado para que se revisen las operaciones, procedimientos y garras de estos y de otros entes fiscalizadores, y para que se actualicen no solo las leyes, sino los cometidos, objetivos y prácticas de esos entes fiscalizadores.

Es preciso recordar que debajo de esa costra de negligencia, de esa mugre operativa que asola a tantos entes gubernativos desde las corporaciones públicas, agencias y municipios, hasta las APP, se genera el caldo de cultivo de corrupciones mayores y más frecuentes. Pues distinto a lo que se cree, la política no es el deporte nacional. Ese rango o distinción corresponde al “arte” de no querer ver, no mirar, no supervisar, hacerse de la vista larga y hasta encubrir los hechos gubernativos bochornosos que la gente tiene que sufrir. Hay a vuelta redonda muchos tipos de “nuevos CESCOS” ---como aquellos “borra multas” esperemos que de antes--donde se reparten perdones, indulgencias, se omite imponer penalidades o “se perdona” por inacción a ofensores profesionales e inversionistas de todo tipo, incluidos los inversionistas políticos.

Que en Playa Jobos de Salinas, o en cualquier playa pública ---lugar en peligro de extinción--- se pueda destrozar una reserva natural durante décadas sin que nadie se diese cuenta, o dándose los funcionarios “pariseros” allí mismo, por no enterados, es un claro ejemplo de inoperancia, incompetencia, pero claramente de corrupción.

Que muchos funcionarios públicos de rango hayan tirado la toalla y pasado la papa caliente a los federales, renunciando a ejercer las prerrogativas que tienen e incumpliendo con su deber, retrata otro tipo de corrupción.

Cada uno de los ejemplos expuestos, y muchos otros, martirizan y degradan la vida de todos los puertorriqueños, los de hoy y los del futuro. Constituyen un estímulo perverso a la fuga migratoria de este valle de incompetencia e inoperancia gubernamental. Lo que es peor, son una traición a lo que queremos ser, y a nuestros hijos, y a los puertorriqueños que no han nacido.

Permita Dios que los que están bien fajados preparándose en sus "ego-aspiraciones" y "nego-aspiraciones" para el filtro tóxico de las primarias que nada filtran, y muchas de las bandadas de buitres que los circundan, siquiera por un momento, se detengan en su regodeo salivante, y piensen, reflexionen y disciernan sobre el mal que hacen y que siembran en el país. Permita el Altísimo, que esta larga campaña le brinde oportunidad a quienes sufren los desmanes gubernamentales de confrontar a esos que descaradamente solicitan el voto, para luego desenvainar el cuchillo y seguir asestando puñaladas.

Es verdad, que no toda la corrupción en la colonia, parte del hecho corrupto colonial. Mucha se teja aquí, por cómplices saqueadores locales que entregan el país reservándose una parte para repartirse en bocados. Mucha corrupción es producto también de la inoperancia y la incompetencia de funcionarios consumidos por la avaricia, la abulia, el desgano y una muy íntima vergüenza. Faltan cuarenta y nueve semanas para que le exijamos que paguen la cuenta en el juicio del conteo de votos en las papeletas

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).