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Opiniones

Los beneficios de trabajar con los neurodiversos

Alrededor de este concepto están fluyendo nuevas tendencias para aprovechar las fortalezas del diferente en beneficio de la creatividad, de la responsabilidad y, en definitiva, de la productividad de las empresas al acoger en sus plantillas a empleados con algún TAE.

Licenciado Jaime Sanabria, columnista de NotiCel.
Foto: Suministrada

Si escribo Grigori Yákovlevich Perelman, muy pocos reconocerán en el nombre –fonéticamente ruso, sin duda alguna – a uno de los sabios contemporáneos más controvertidos, quizás al último de los puristas de su especialidad, a saber, las matemáticas.

Tras una desaparición progresiva voluntaria que inició a principios del siglo XX, que lo fue alejando de la atención de los paparazzis y de un batallón de fans que le habían surgido sin que él buscase publicidad alguna (más bien lo contrario), el genio que renunció en dos ocasiones a la medalla Fields (el equivalente del Nobel en las matemáticas) y también al Milenium Prize (un galardón que tenía como recompensa un millón de dólares), por haber resuelto, entre otras, la conjetura de Poincaré, ha sido visto de nuevo en el metro de San Petersburgo, desaliñado, más parecido a un vagabundo que a uno de los más brillantes hombres de ciencia de las últimas décadas.

Su historia tiene varios ángulos, pero uno de ellos es el de que el matemático sufre el síndrome de Asperger, un trastorno de la personalidad que no cabe calificarlo como enfermedad, sino como una desviación de los estándares neurotípicos de la mayoría de la población, y quizá de ese trastorno provenga su indiscutible condición de genio.

Si menciono que Einstein, Newton, Beethoven, Alan Turing y algún otro contemporáneo como Bill Gates, han sido diagnosticados también con Asperger, más por sus conductas que por haber sido evaluados por algún especialista (en las épocas del físico, del músico o del naturalista no hubiese resultado sencillo), tal pléyade de insignes de la historia, en diferentes ramas, hace que el trastorno mute, en nuestro imaginario, de estigmatizante a admirativo.

No obstante, el Asperger solo es uno de los múltiples Trastornos del Espectro Autista (en adelante, TEA) que se han venido diagnosticando sobremanera en lo que llevamos del siglo XXI por contraposición al infradiagnóstico de épocas anteriores, donde a personalidades como las que describen los protocolos que fijan el Asperger o el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) y algunas de sus variantes, se les etiquetaba como raritas, movidas, asociales, introvertidas o con cualquier otro adjetivo asociado al significado de “diferente”, pero con connotaciones negativas.

Pero como la humanidad progresa geométricamente, nuestra civilización ridiculiza al ayer con los descubrimientos del hoy que volverán a palidecer frente a los de un mañana cada vez más frecuente en la creación de nuevas tendencias, en nuevas revelaciones de la ciencia. Conviene, pues, en virtud de la velocidad de los nuevos hallazgos en los intersticios de ese órgano todavía ignoto en demasiados recovecos sobre el que gira la humanidad y que no es otro que el cerebro, desestigmatizar determinados comportamientos que han dejado de ser tenidos como residuales para afectar a un porcentaje significativo de población hasta el punto de convertirla en colectivo, de desclasificarla de la etiqueta de “enfermedad” que si un día fue rara, hoy ya no, porque ni siquiera puede considerarse enfermedad.

Cabe señalar que los diagnosticados con Asperger poseen capacidades que resultan sorprendentes para la gran mayoría de población que no padece el trastorno; que son excepcionales en algunos tipos de memoria; que son inerciales, reiterativos, constantes; que prefieren los patrones a las sorpresas; que exhiben una coherencia metodológica que los faculta para manejar tareas que requieren máxima concentración y que pueden y deben suponer una fuerza laboral complementaria en cualquier organización.

De hecho, y entro ahora en el territorio empresarial, los departamentos de RRHH ya han acuñado un nuevo término para definir la variedad de personalidades surgida de los tiempos presentes: neurodiversidad. Alrededor de este concepto están fluyendo nuevas tendencias para aprovechar las fortalezas del diferente en beneficio de la creatividad, de la responsabilidad y, en definitiva, de la productividad de las empresas al acoger en sus plantillas a empleados con algún TAE.

Obviamente, los diagnosticados con algún TAE presentan algunos aspectos de su personalidad (carencia de habilidades sociales, ausencia de empatía, tics conductuales…) que resultan complicados de encajar en ocasiones (dependiendo del grado de afectación) en una estructura organizativa jerarquizada, pero ahí es donde debe intervenir la sagacidad olfativa y expertise de los RRHH para asignar determinados puestos a personas que pueden desempeñar la tarea con más eficiencia que las personas consideradas “normales”. Y enfatizo con las comillas porque si a cada uno de nosotros nos sometieran a un examen psicológico intenso, con seguridad nos detectarían algunas desviaciones respecto a las tenidas como “normales”, una palabra controvertida porque presenta tantas acepciones como emisores, tantas facetas como talladores, tantas ópticas como miradas. (Ya bien me lo recuerda constantemente mi psicólogo, Rodolfo, en muchas de nuestras conversaciones: “Jaime, antes de etiquetar, de definir, nunca olvides que de loco todos tenemos un poco”).

Todavía son minoría, alrededor de un 10%, los profesionales de RRHH que incluyen la neurodiversidad en sus prácticas de reclutamiento de personal, pero el número va creciendo porque el movimiento amenaza con convertirse, primero, en tendencia, y después en cotidianidad.

También para desarrollar esta destreza en el reclutamiento de personas diagnosticadas con algún TAE y que, por consiguiente, suelen ser discriminadas al solicitar un puesto de trabajo, los profesionales de RRHH necesitan educación y formación; en primer lugar, para derribar los potenciales prejuicios que pudiesen tener por tradición social sobre este colectivo; en segundo lugar, para reprogramar su escáner de detección de empleados o empleadas con TAE que no solo podrían encajar en determinados puestos, sino mejorar la buena marcha y operación de la organización al atribuirles tareas especializadas que puedan llevar a cabo con mayor solvencia; y, en tercer lugar, para concienciar al resto de la plantilla sobre que la incorporación del personal neurodiverso no solo no supondrá un lastre, sino que proporcionará mayor productividad y eficiencia a la empresa.

Se trata, pues, de recabar otro tipo de talento, de integrar a individuos con destrezas complementarias capaces de cubrir puestos de trabajo tenidos como “aburridos” (y otros) por la mayoría.

Puerto Rico necesita también de esos patronos avanzados y disruptivos que confíen en los beneficios laborales de la neurodiversidad como herramienta de reclutamiento de personal ajustada a la exigencia de los tiempos presentes. En un ecosistema laboral depauperado como el nuestro, en el que escasea la mano de obra cualificada por la migración del talento que venimos sufriendo como país desde hace dos décadas, se requiere innovar en todos los ámbitos del espectro laboral y este, el del capital humano, es uno de ellos, quizás el más significativo porque sin protones y neutrones (o sea, personas) no es posible contruir un átomo.

Hay ya múltiples ejemplos en los beneficios de la explotación de la neurodiversidad para potenciar los grupos de trabajo laborales. Por ejemplo, JP Morgan constató que los contratados con algún TAE realizaban las tareas equivalentes a alguien con tres años de experiencia después de sólo tres a seis meses. También grandes empresas globales como Google, Amazon y Ford han implementado programas de neurodiversidad en sus políticas de reclutamiento. Algo tendrá el término, lo que transmite, que compañías tan icónicas como las mencionadas lo han hecho suyo proactivamente.

No es necesario, pues, que los patronos y los profesionales de RRHH de Puerto Rico se atrevan a ser pioneros porque otros ya se han anticipado; entonces, se requiere únicamente practicar el benchmarking y copiarnos de los mejores para obtener sus mismas ventajas.

Ahora que ha vuelto Perelman a la luz pública para deleitarnos con quién sabe qué nueva proeza matemática o quizá para volver a su anonimato, ahora que conocemos que algunas de las mentes más rutilantes de la humanidad estuvieron “bendecidas” por el Asperger, “bendición” sin la cual quizá no hubiesen podido, sabido o aspirado a formular sus teorías, debemos responsabilizarnos en integrar, en un marco laboral adecuado, a quienes sufren alguno de los Trastornos del Espectro Autista, pues Puerto Rico también los necesita a ellos.