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Holanda se cansa del turista mafutero

LA HAYA - El Gobierno holandés endurecerá a partir de enero de 2012 la normativa que regula los establecimientos donde se puede consumir marihuana, los 'coffeeshops', que después de décadas de haber sido un reclamo para viajar a Holanda, pasarán a ser lugares vedados para los turistas.

Obligados a transformarse en clubes cerrados con un máximo de 2.000 miembros, los 'coffeeshops' estarán solamente abiertos para holandeses o extranjeros residentes en Holanda, una medida que los propietarios traducen como el fin de su negocio.

'Es un arma para acabar con los 'coffeeshops' y si sigue adelante tendré que cerrar', reconoció a Efe Miranda de Bruin, propietaria de un 'coffeeshop' en un barrio de Rotterdam, en el que trabajan una decena de empleados.

'Creo que si un holandés tiene derecho a fumarse un porro, ese derecho debe de tenerlo también un extranjero', consideró De Bruin, quien no tiene planes de cambiar la naturaleza de su establecimiento.

Para De Bruin 'es completamente imposible aplicar las nuevas normas, sobre las que no nos han dado ninguna información'.

Explicó que en un barrio multicultural como en el que se encuentra su local, con un 80 por ciento de gente de origen extranjero, 'tendría que pedirles que me presentaran un certificado del Ayuntamiento para poder atenderlos o registrarlos', por lo que calificó la medida de 'inviable'.

El ministerio de Justicia piensa de modo muy diferente. Convencido de que el 'turismo del porro' es indeseable, ha dado a los 'coffeeshops' un margen de tiempo para que se transformen y preparen una administración 'controlable' con los datos de sus miembros.

'La normativa se endurece a partir de enero de 2012, y se aplicará primero en las tres provincias de sur (colindantes con Bélgica y Alemania), en mayo de 2012, para extenderse al resto del territorio nacional en 2013', explicó a Efe la portavoz del ministerio de Justicia, Charlotte Mensen.

Desde la 'Fundación Pro Cannabis', Derrick Bergman se mostró convencido de que la oposición de los propietarios e incluso el Parlamento, que previsiblemente debatirá en enero sobre el tema, acaben anulando la normativa.

'La nueva norma es un ataque a la privacidad y una discriminación a los extranjeros, por lo que mis expectativas son que los propietarios acabarán contestándola en los tribunales', analizó Bergman.

Para el sector defensor de la legalización total del cannabis en Holanda, al restringirse la entrada a los 'coffeeshops', se abre el circuito ilegal de esa droga.

'Qué valor añadido tiene esta regulación? Nada. Solamente potencia el circuito ilegal', opinó De Bruin, quien aseguró que 'más de un cliente' le ha comentado que de tener que registrarse, iría a buscar el cannabis en los círculos ilegales.

La normativa holandesa de los 'coffeeshops' cuenta con una gran contradicción: regula el funcionamiento de estos locales pero mantiene como ilegal la producción del cannabis.

'Se nos ponen normas a nosotros pero no se ataja el problema real que es la producción de cannabis, que si estuviera regulada nos permitiría controlar la calidad del producto', se quejó la dueña del 'coffeeshop' en Rotterdam.

El Gobierno holandés quiere que el cannabis que contenga más del 15% de su principio activo, tetrahidrocannabiol (THC), sea incluido en la lista de drogas duras.

De acuerdo a estudios oficiales realizados por el Instituto Trimbos (especializado en adicciones), por encima de ese porcentaje, que se supera en la mayor parte de los 'coffeeshops', la droga puede causar daños cerebrales que podrían derivar en la esquizofrenia.

Para De Bruin, quien asegura que su local se provee de 'huertos biológicos en Holanda', más importante que los niveles de THC es que la planta no haya sido tratada con pesticidas.

Vigente desde 1976, la normativa de funcionamiento de los 'coffeeshops', que en las última década se han reducido de unos 1500 a 660, se ha presentado hasta ahora como una regulación modélica que mantenía bajo control el uso de la droga y reducía al mínimo su tráfico ilegal.

Exterior de la cafeteria holandesa 'The Bulldog', en Amsterdam. EFE/Archivo
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