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Del Toro trae un Pablo Escobar elegante y despiadado (video)

Con mirada aterradora y desbordado carisma, el actor puertorriqueño Benicio del Toro le entrega la piel al capo de la droga colombiano Pablo Escobar en la colaboración fílmica entre Francia, España y Estados Unidos, el thriller 'Escobar: Paradise Lost' que actualmente se encuentra en los cines del país.

A pesar del título, 'Escobar: Paradise Lost' se desarrolla desde la mirada de Nick Brady (Josh Hutcherson de 'The Hunger Games'), un joven surfer canadiense que llega con su hermano en 1991 a la costa de Medellín y se enamora de María (Claudia Traisac), que resulta ser la sobrina de Escobar. Partiendo de la total ignorancia y su propia ingenuidad, Nick va construyendo su propia versión de uno de los sujetos más amados y odiados del país sudamericano.

Primero, el afiche inmenso de Escobar en su campaña Civismo en marcha, luego su discurso frente a una clínica recién inaugurada por él, después en su cumpleaños, nadando en la piscina, jugando con los niños, sonriendo, disparando con una pistolita de agua. Esas son las primeras imágenes que Nick ve, que ensalzan el carisma de Escobar, mostrando su lado familiar e íntimo.

Es así cómo se va construyendo el personaje de Escobar ante los ojos del protagonista, desde el fondo, como personaje secundario, como el hombre que queda detrás de la maravillosa sonrisa de María, el tío cándido que toma fotos familiares y graba videos prenupciales. Luego se va develando su frialdad sanguinaria, hasta llegar a la escena en que, mientras ocurre un asesinato en el fondo, prende un cigarrillo con total liviandad.

Del Toro regala otra actuación magistral en la piel del capo. Con marcada presencia escénica y crueldad contenida, desarrolla por todo lo alto un Escobar imponente y despiadado, que a la vez desborda elegancia y cordialidad. Del Toro matiza así el carácter del capo, provocando un sentimiento de complicidad con el espectador: conocemos sus fechorías pero no podemos quitarle los ojos de encima.

El efecto sorpresa que ejerce en Nick descubrir que el tío de su novia domina un mundo de narcotráfico, asesinato y criminalidad no tiene impacto alguno en el espectador, debido a la popularidad de Escobar en toda Latinoamérica. En ese sentido, algunos aspectos del thriller se caen para el espectador, a pesar de que se sostienen en la mirada ingenua de Nick.

No obstante, el guión mantiene al espectador atrapado, a veces con la compleja relación entre Nick y el mundo de tío Pablo, a veces con las técnicas habituales de acción de las películas hollywoodenses. Aun así, en instancias cae en lo melodramático sobre todo con la relación entre María y Nick, demasiado plana, demasiado dulce.

El suspenso de la película se intensifica cuando Nick finalmente recibe una encomienda directamente de tío Pablo, quien quiere dejar las cosas en orden antes de entregarse a las autoridades.

El conflicto con el que se topa Nick, actuado efectivamente por Hutcherson, quien deja atrás su rostro de niño para develar la confusión y oscuridad a la que sucumbe el protagonista, trae consigo las secuencias más tensas de la película bajo la amenaza de que nadie puede escapar de Pablo Escobar.

En esta primera entrega cinematográfica como director y escritor del italiano Andrea di Stefano se juega con el concepto del paraíso perdido. Al principio del filme, Nick le pregunta a María que por qué le desagradan los yanquis, a lo que ella responde que los turistas llegan a Colombia en busca de un paraíso, mientras que ella ve todo lo malo: la violencia, el analfabetismo, la pobreza.

La fotografía de la película también aporta a ello. Captura las imágenes paradisiacas de la playa y el campo, juega con las casas coloridas de los pueblos latinoamericanos, los ranchos gastados, las mansiones, intercalándolo todo con colmillos de perro, cadáveres colgados, manchas de sangre, y demás imágenes violentas que conformaban la Colombia de finales del siglo XIX.

Benicio del Toro en una escena de 'Paradise Lost'.
Foto: