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Espontáneo y electrónico Drexler en P.R. (galería)

Con la guitarra a cuestas, entra Jorge Drexler al escenario. A su lado, ya está sentado Luciano Supervielle, con la laptop abierta encima del teclado de blancas y negras. Entran sin mucha fanfarria, sin más, se apropian del escenario y comienzan a tocar. El dúo de músicos uruguayos comparte escenario por primera vez en la isla.

Inicia el concierto con 'Causa y efecto', dejando claras desde el principio las reglas del juego: el acento electrónico de la experimentación sonora de Supervielle, compositor de Bajofondo, estrechando lazos con la sencillez acústica, el lado más conocido de Drexler en Puerto Rico a juzgar por sus conciertos anteriores en suelo boricua.

'Sé del momento difícil que atraviesa el país, con la escasez de agua y la crisis económica, así que sé el valor de cada una de las entradas. Muchísimas gracias a todos', dice Drexler, luego de un sonado 'Buenas noches Borinquen' que provoca el aplauso estrepitoso del público.

El escenario pertenece al Coliseo de Puerto Rico, desprovisto de su habitual ornamento, de las luces eléctricas, los cuerpos de baile, el brillo fosforescente, el zumbido delirante de la bocina. No.

El escenario está desnudo, abrigado solo por los instrumentos listos para robarles las notas, el control de mando para modular, los aparatos tecnológicos para reinventar los sonidos, y el reloj de arena gigante hecho de tela, teñido de colores que cambian durante el concierto para asentar la atmósfera de cada canción.

Un escenario que quizás no está acostumbrado al silencio, 'un silencio que se expande' como lo describe Drexler. Un silencio que repica contra las altas paredes cuando a mitad de concierto Drexler canta su icónica canción, ganadora del Premio Oscar, 'Al otro lado del río', que sirviera como soporte musical al largometraje 'Diarios de motocicleta'.

Drexler camina como si fuera el portal de su casa. Habla espontáneamente con el público, responde a los gritos y las sugerencia, creando un ambiente de bohemia. Como si no existiera brecha entre ellos y el público. Hay dos secciones completamente vacías, la arena está repleta, el resto se combina entre un público entregado y sillas vacías dispersas.

Un recorrido de casi tres horas incluye canciones de la autoría de Drexler y de Supervielle. Los uruguayos, que a través de los años se han convertido en cómplices musicales, también cuentan con canciones compuestas a cuatro manos, como 'Perfume', que da nombre a la gira, escrita por Drexler, a la cual originalmente le presta la voz la cantante de tango argentina Adriana Varela.

De Supervielle, el genio musical franco uruguayo, integrante de la banda de neotango Bajofondo, tocan 'A dónde van los pájaros' y 'Felisberto', canción dedicada al poeta uruguayo Felisberto Hernández, que acude a la esencia del piano, la belleza de sus notas. A lo largo del concierto Supervielle muestra sus impresionantes dotes como pianista y creador, con un pie en la música clásica, otro en la experimentación con la electrónica, el diálogo con el hip-hop, la influencia del tango.

De Drexler, van cayendo 'Polvo de estrellas', 'Fusión' y 'El pianista del guetto de Varsovia', con su melodía pausada que relata la historia con la letra. La voz de Drexler, como siempre, limpia y pura, sale sin esfuerzo para darle vida a sus canciones.

'Voy de a poquito conociendo un poco más de ustedes, y ustedes un poco más de mí', dice Drexler. Lleva tres días en Puerto Rico. En las dos noches libres ha salido a escuchar bomba en Río Piedras y ha bailado salsa en esos puntos de jangueo universitario. Jangueo, una palabra boricua. Jevo, le gritan ahora desde el público. No entiende, se lo explican. Otra palabra boricua que se lleva. Como los lugares, las playas, la música.

Y de la música boricua, reconoce a Calle 13, uno de sus grupos favoritos en lengua castellana, si no su favorito. Entonces, sube al escenario, sin más, a Ileana Cabra, integrante de Calle 13 con su apodo PG-13, la de la voz clara y potente, hermosa voz para los baleros. Cantan juntos 'Ola y arena' de Sylvia Rexach, la voz de Cabra impecable, la voz de Drexler a veces quebrada, rindiendo un diminuto homenaje a la complejidad y belleza de la cantautora boricua.

Dedica 'La milonga del moro judío' a Juan Antonio Corretjer, el poeta puertorriqueño, ese autor 'con un manejo del ritmo y la palabra maravillosos'. Cuenta la anécdota - pide permiso para contarla - de cómo surgió la canción en un bar de Madrid, sentado al lado de Joaquín Sabina, que le regaló unos versos que escribió en espiral en un portavasos redondo.

Y así surgen las canciones, de improviso. Como la contagiosa 'Luna de Rasquí', que le brotó a Drexler de una noche tumbado sobre la arena blanca de una playa del archipiélago venezolano de Los Roques, en que contemplar la luna llena le provocó una conexión con el cosmos, y reconocer 'el punto ciego de la pena'.

O 'Bolivia', dedicada al país más pobre de Latinoamérica que en su momento dado fue el único que brindo asilo político al abuelo de Drexler, que huía de Alemania. Y reflexiona sobre la realidad migratoria, ahora gente del Líbano arriesgando sus vidas para entrar a Italia, gente de Centroamérica jugándose en la frontera con Estados Unidos, pero en aquel momento, era el modesto país quien acogió a migrantes centro europeos. 'El péndulo de la historia viene y va', concluye.

El público se mantiene atento, acompaña a todo pulmón los coros, a veces cantan incluso la letra completa, guardan silencio cuando se los piden, mueven los cuerpos cuando los músicos invitan al baile y permiten que los chasquidos de los dedos acompañen a 'Mi guitarra y mi voz'.

La salida en falso detona los gritos del público, que sirven como antesala para el ritmo contagioso de 'Bailar en la cueva', de su más reciente producción discográfica, para luego enredarse con la percusión y los aditivos electrónicos a 'Bolivia'. Y si de baile se trata, es 'Deseo', al compás de la cumbia, la que hace a la gente levantarse, mover las caderas, bailar de un lado a otro, y dejar enfriar sus asientos, como pide Drexler.

El público tampoco desiste luego de la segunda salida en falso, entonces salen de nuevo los músicos, para cerrar el concierto con 'Todo se transforma', el éxito de Drexler, que estudió ciencias naturales y dedica esa canción a las leyes de conservación de la materia.

Para cerrar, se remite al principio, e invita a la Banda Acústica Rodante, proyecto musical puertorriqueño que agrupa a cinco cantautores boricuas, Tito Auger, Mikie Rivera, Nore Feliciano, Walter Morciglio y Rucco Gandía, para en parte transportar la música en una gira por diversos municipios de la Isla.

A las 8:30 p.m., la Banda Acústica Rodante es la encargada de abrir el concierto, en ausencia de Tito Auger. Cantan su primer sencillo 'A dónde vamos', escrito por Morciglio, que resalta por la unión de guitarras y el sonido de la armónica. Luego, navegan por canciones de la autoría de sus integrantes, como '#24' de Nore Feliciano, y 'HF' de Mikie Rivera, dedicada a Filiberto Ojeda

'Los grandes países se hacen de grandes hombres. Yo escribí esta canción para un gran hombre, un gran luchador por este país. Vaya un abrazo al recuerdo y a la lucha de este gran ser humano', manifiesta Rivera antes de tocar la canción, vinculando así la música de cantautor con su conexión política. Desde el escenario, incluso, cantan por la liberación de Oscar López Rivera.