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Llueven las críticas al concierto de los Van Van

'Nueva York es muy especial para Los Van Van, Miami es muy especial para Los Van Van, pero caballero, Puerto Rico es Puerto Rico', grita desde el micrófono Abdel 'Lele' Rasalps, con su distintivo acento cubano, ante un público que lo vitorea. Más bien, parte del público.

Los Van Van, una de las orquestas insignes de la salsa cubana, engalana en la noche del sábado un concierto bailable en el Centro de Convenciones de Puerto Rico, como parte de su gira internacional con la que conmemora 45 años de vida artística. El espectáculo prometía: hacía algunos años que Los Van Van no tocaban en Puerto Rico, y además, invitaban a bordo de su tren de la música cubana, a 'Mr. Afinque', Willie Rosario y la Orquesta Puertorriqueña de Don Perignon.

Sin embargo, lo que pudo haber sido una noche memorable para los cocolos del país, y para los amantes esporádicos de la salsa, se convirtió en una amarga decepción para muchos, principalmente debido a cuestiones de logística que, según algunos de los presentes, fueron 'una falta de respeto', 'una injusticia' y hasta 'un robo a mano armada'.

Vestidos escotados, pantalones anchos, lentejuelas, encajes, chaquetas, guayaberas, camisas a rayas; los asistentes suben con elegantes atuendos por las escaleras eléctricas del Centro de Convenciones en la noche. En la primera puerta, estaba la zona VIP. Ahí, las palmadas marcan el ritmo, igual que los movimientos anchos de caderas y el un, dos, tres del paso básico de la salsa. Casi no hay parejas bailando. Muchas personas se contonean de un lado a otro, solas, con la mirada atenta al escenario.

Otros no bailan en esa zona VIP. Están sentados frente a las mesas redondas con sus palos de whiskey, las enrojecidas sangrías, los tragos incoloros. Conversan algunos, o miran el celular, mientras Los Van Van tocan. Hay muchos espacios vacíos en esa zona VIP, que permiten a los espectadores caminar tranquilamente hacia la barra, recorrer el espacio, buscar plantarse para moverse de lado a lado, y de nuevo el contoneo de caderas y las palmas.

Pero llega un punto en que el largo tramo de la zona VIP encuentra su frontera con el público general. Del otro lado, la cosa es diferente. Un tumulto se apiña contra una valla que divide el espacio. Ahí, no hay casi espacio para moverse, ni para bailar, casi no se puede ver la orquesta y la música, que ya de por sí suena un tanto inteligible en los coros de los vocalistas, en esa zona se pierde por la pobre acústica del lugar.

'Esto ha sido fatal. Hay muy mala organización. Estoy aquí a 100 metros de la orquesta – yo fui atleta, son 100 metros –, soy diabético y llevo parado como tres horas. No tenemos ni espacio para bailar. Míralos, ahí no están bailando', dice Alberto Concepción. Ante él, más allá de la barrera, se esparcen los muchos espacios vacíos de la zona VIP.

El hombre de 70 años viene de Carolina y lo apodan 'Cuba'. Ha ido nueve veces a la mayor de las Antillas como parte de brigadas voluntarias, y se ha internado en los barrios pobres del país. Dice que conoce a Roberto 'Guayacán' Hernández, otro de los vocalistas de Los Van Van. 'Desde aquí no puedo saludarlo', resiente.

A su lado, Eladio Cancel García intenta bailar en el estrecho espacio con su pareja. Se acerca. 'Yo hoy cumplo 66 años y compré taquilla para ver a Los Van Van y desde aquí no los veo', lamenta. Pagó 35 dólares por la taquilla de público general con la seguridad de que, como todo concierto bailable, el salón permitiría el baile y la cercanía a los músicos. 'Nos tienen como reses. Dos terceras partes de este sitio es para los VIP. No nos dijeron nada, nos engañaron', denuncia el cumpleañero.

Algunos en la zona del público general, bailan en el sitio con la sabrosura de quien desde pequeño conoce el ritmo. Miran al techo con una sonrisa y siguen bailando. Pero muchos, a pesar de que mueven los pies, están con la mirada seria, con el codo apoyado en la barrera plástica, y el disgusto evidente en el rostro.

Mientras, Los Van Van incitan a la 'gozadera' y la 'sabrosura', con el coro que repiten: 'Seguimos en la pelea'. Detrás de los vocalistas, el percusionista Samuel Formell toca la batería. El director musical de la orquesta desde el 2004, es el hijo del legendario Juan Formell, fundador de la orquesta el 4 de diciembre de 1969, quien murió el año pasado.

Detrás, los timbales, el güiro, los violines, la flauta, el teclado, el bajo, todos los instrumentos se unen para darle el particular matiz a Los Van Van, tejedores del songo, un género que entrelaza los mundos del son cubano, el pop y el rock estadounidense, y el soul y el jazz para crear una base rítmica en la percusión sostenida por el piano y el bajo. A ese particular trabajo de fusión se debe en gran medida el éxito y contagio de la música vanvanera.

La chef Marilyn López, del programa Cocina VIP del Canal 13, está parada en una esquina de la zona VIP. 'Yo soy una cocola de la mata. Es un honor saber que pueden estar ellos en Puerto Rico, para gente como yo, y para los salseros del país. Aquí está Gilberto Santarosa, gente de El Gran Combo', dice y señala hacia las personas sentadas frente al escenario.

En esta gira, Samuel Formell también presenta su más reciente producción musical titulada 'La fantasía', en el que quedan las últimas huellas musicales del maestro Juan Formell.

'Son muy buenos, es música para oír y para bailar. Es una salsa sabrosa', dice Ariel Maldonado, de 52 años, quien vive en Dorado. 'Es que con la timba te ponen a mover más, tú ves? Yo fui a su concierto anterior en el Coliseo y trajeron arreglos diferentes', les da una nota positiva, al igual que a Willie Rosario.

Está en la zona VIP, parado en una esquina, cómodo, escuchando la música. Sin previo aviso, continúa con un señalamiento a la organización. 'Nunca había visto un bailable donde dividieran el salón por la mitad. Una taquilla VIP es para tener mesa, no para esto. Me hace sentir incómodo', dice con el semblante más serio.

Afuera, ya es el filo de la madrugada, y los guardias que custodian la entrada VIP se enfrentan a la furia y las quejas. Sandra Soto pide que la pongan en contacto con el productor del evento. 'Pagamos 30 dólares cada uno y no se ve nada de allá atrás. No nos dijeron que esto iba a ser así. Hay muchas personas, es injusto. Esto no se le hace a la gente', dice a este medio.

Las personas siguen saliendo por las puertas, mientras la música de Los Van Van, quienes recibieron en 1997 la placa de homenaje del pueblo de Puerto Rico, sigue sonando adentro. 'Esto es una desilusión bien grande, esto es un robo a mano armada. Yo he ido a Cuba a escuchar a Los Van Van, y eso de allá adentro no es ni una quinta parte de lo que ellos dan', dice furiosa Carmen Rodríguez, quien vino a ver el concierto desde Gurabo y tuvo que rogar en el trabajo que le permitieran salir temprano.

Rodríguez exige que le devuelvan el dinero. 'Mira, mira, mira cómo la gente sigue saliendo. Esto es un concierto de Los Van Van, no es pa' que la gente esté así, sino gozando allá adentro', la voz alarmada. A su lado, Ruth Ocasio, aunque con la voz calmada, asiente que mientras que a Willie Rosario lo escuchó bien y hasta lo pudo bailar, a Los Van Van no los escucha bien desde la zona de público general. La pobre acústica parece estar acentuada por la falta quizás de una prueba de sonido, dice.

A pesar del contagioso ritmo de la orquesta cubana, de la salsa que se cuela por las piernas y las caderas, de ese ritmo sabroso, es cierto que a los vocalistas no se les entiende lo que dicen, y persiste un extraño eco que le quita la pureza a la liga de instrumentos. 'El sonido está pésimo, la gente sigue saliendo. No se hizo un soundcheck. Y la falta de logística… Se enfocaron en los VIP pero nosotros pagamos casi 40 dólares cada uno', dice Irbia Collazo, de Carolina.

Más personas continúan preguntando por el productor, o alguien que pueda responder por esa masa apiñada atrás, dividida de forma tan evidente por el costo del ticket. Los Van Van terminan su set de canciones y adentro se escucha la música grabada de 'Yo soy así, un poco loco, pero feliz' de Pirulo y la Tribu. Afuera, persiste el descontento.

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