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Un país sin propósito

Cuando pensamos en el futuro, bajo condiciones normales, sentimos esperanza y exaltación, mas al añadir el elemento de la presente realidad nacional a esa ecuación sólo causa incertidumbre y desasosiego. Cada vez más difusos en nuestra memoria colectiva quedan aquellos días cuando pensábamos en el futuro de nuestro país con emoción. Hace más de 40 años que Puerto Rico no cuenta con una visión a largo plazo que funja como 'Estrella de Oriente', iluminando la ruta de quienes aspiran a dirigir el destino de nuestra nación. Es precisamente esa falta de visión la que nos trajo al pauperrimo escenario que encuentra mi generación. Para que tengan una idea, el 20 % de la deuda pública se adquirió cuando yo ni había nacido y el grueso de la misma antes de que siquiera tuviera la edad requerida para votar. Sin embargo, será mi generación la que se verá obligada a pagarla.

El pasado 11 de febrero se cumplieron 50 años del último Mensaje de Estado que pronunció Luis Muñoz Marín como gobernador, bajo el título de 'El Propósito de Puerto Rico'. En el mismo, Muñoz delineó el curso de acción que, desde su perspectiva, debería seguir el país en los años subsiguientes.

Este mensaje giró alrededor de una serie de acontecimientos que bien pudieron definir el sentimiento detrás del mismo. Muñoz se encontraba preparando la transición generacional que culminaría 25 años de poder ininterrumpido como líder omnímodo del Partido Popular Democrático y de Puerto Rico. Su amigo y brazo gestor en los Estados Unidos, el presidente John F. Kennedy, había sido asesinado apenas unos meses atrás y el fracaso de su gestión para lograr la culminación del Estado Libre Asociado había drenado todas sus energías. En fin, Muñoz pensó estar listo para permitirle a una nueva generación tomar las riendas del país, no sin antes bosquejarle el curso de acción a su sucesor, Roberto Sánchez Vilella.

Plena Educación

No en balde decidió Muñoz que este tema encabezaría el Propósito de Puerto Rico. De su discurso se desprende que 'la calidad de la educación es la diferencia entre una civilización mediocre y una civilización de excelencia'. Es evidente que Muñoz concibió la educación como los cimientos del progreso, en su amplio sentido etimológico y no meramente en el aspecto económico. El entonces gobernador identificó los elementos para alcanzar este objetivo: Maestros de primera; plenamente adiestrados y bien remunerados; instalaciones de excelencia capaces de satisfacer las necesidades educativas de la época. Muñoz hablaba de un sistema que fuese capaz de evaluar efectivamente el crecimiento y oportunidades de los estudiantes para, de esa forma, ajustarse a los requerimientos de la comunidad educativa. Entendió, además, que la educación debía amoldarse a las capacidades del individuo en lugar de seguir un sistema monolítico y homogéneo, al tiempo que no debía limitarse a las escuelas o universidades, sino que debía trascender hasta convertirse en parte de la vida diaria. A su vez, reconoció el rol que el Estado debía asumir desarrollando los espacios y las condiciones para esta visión de una educación como parte integral de nuestras vidas. Por último, señaló la necesidad de proveer educación a aquellos adultos que no concluyeron su proceso formativo.

Salud

En lo que respecta a la salud de nuestro pueblo, entendió que la misma no debía limitarse a la medicina como remedio, enfocando la nueva visión a un modelo de medicina preventiva. Luego del crecimiento exponencial de la expectativa de vida de los puertorriqueños, la idea de Muñoz referente a la salud pública proponía mejorar la calidad de vida en esos años. Una vez más, situó las esperanzas de éxito de su modelo salubrista en la educación al proponer la importancia de formar más y mejores profesionales de la salud, bien remunerados, con la infraestructura y el equipo necesario para atender las necesidades del país. De la misma manera, reconoció nuevamente el rol del Estado a los fines de consolidar servicios básicos como el agua potable, manejo de desperdicios y el tratamiento de aguas usadas.

Economía y Pobreza

Argumentó Muñoz que la sostenibilidad económica solo sería posible situando la capacidad de producción en manos boricuas, sin prescindir de la inversión extranjera. Lo que era evidente para Muñoz en el epílogo de su carrera política hace 50 años, parece haber pasado desapercibido por sus homólogos. Incentivar el crecimiento y fortalecimiento de la base productiva nacional asegurando así la maximización de la actividad económica, reinversión local y la potenciación del desarrollo económico.

Por último, en su mensaje ambicionó que el Estado estimulara una cultura de trabajo. A esos fines, propuso incentivar el trabajo mediante compensaciones preferenciales para aquellos que formaran parte de la fuerza productiva. También sugirió como paliativo contra la desigualdad la sustitución del seguro de desempleo por un seguro de empleo, requiriendo que los beneficiarios de ayudas gubernamentales resarcieran sus ayudas con trabajos; y ayudas suplementarias para quienes continuaran estudios graduados o adiestramientos.

Cincuenta años después de aquel discurso no hemos sido capaces de articular una visión colectiva nacional que nos encamine a abolir la dependencia y alcanzar la equidad social. Puerto Rico perdió cerca de 300,000 habitantes a causa de la migración masiva en la pasada década y, según proyecciones del Dr. Mario Marazzi del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico, de continuar esta hemorragia poblacional, para el año 2050 el número de habitantes se habrá reducido a 2.5 millones. Si esta imagen parece aterradora, se pone peor. Como consecuencia de la migración de la clase productiva, —en su mayoría jóvenes preparados de menos de 30 años —, los recaudos de impuestos han disminuido. Desde su implantación, el gobierno no ha sido capaz de captar efectivamente el IVU; se estima que sólo un 56% de este impuesto finalmente llega a las arcas del Estado. Esto ha llevado a la aprobación de presupuestos deficitarios que, usualmente, son subsanados negligentemente con préstamos. La ineptitud administrativa se ha hecho tan común que sólo en la pasada década la deuda pública aumentó 27,000 millones de dólares y hoy asciende a 70,000 millones de dólares, la misma cantidad del valor de todos los bienes y servicios de Puerto Rico producidos en un año (PNB).

La crisis económica ha generado grandes fisuras sociales. La dependencia de transferencias federales es cada vez mayor. Sobre 1,350,000 personas, entre las que figuran miles de niños y numerosos ciudadanos mayores de 60 años, dependen del Programa de Asistencia Nutricional (PAN) para sufragar su alimentación. En la Isla, cerca de 10,000 familias dependen de fondos asignados bajo el título de la Sección 8 para obtener un alquiler de vivienda. El azote de la crisis económica no se ha hecho esperar en la clase trabajadora, quienes han visto como sus residencias valen una fracción del precio de venta y las ejecuciones de hipotecas son la orden del día. Hoy, como dijo el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, 'tenemos el peor de los mundos; gente sin casas y casas sin gente en manos de los bancos'. Recientemente, a pesar de todas las medidas antipáticas para el pueblo que la administración actual ha tomado para complacer a las casas acreditadoras, nuestro crédito fue degradado a nivel chatarra con perspectiva negativa. Esto puede representar, según un informe del Banco Gubernamental de Fomento publicado recientemente, 1,000 millones de dólares en gastos por obligaciones automáticas, un aumento del IVU entre un 11 y un 21 por ciento, recortes en servicios de salud, educación, seguridad e infraestructura, pérdidas en bonos y fondos mutuos de residentes de isla, el despido de cerca de 20,500 empleados públicos y la venta de propiedad del gobierno.

La aglomeración de ambiciones individuales ha marcado nuestra historia como carimbo ardiente. Es nuestro deber patriótico redimir esa nefasta historia de ineptitud y desaciertos por parte de TODOS los partidos uniéndonos en un esfuerzo de concertación nacional que derive en una política pública que responda a los intereses de las próximas generaciones, en lugar de hacerlo pensando en las próximas elecciones. Esta encrucijada histórica nos obliga a asumir un rol protagónico en la toma de decisiones de nuestra nación, más allá de la acostumbrada participación política cada cuatro años a la que nos limita el sistema actual. La formación de coaliciones, el diálogo sostenido y la búsqueda de convergencias son sólo algunas de las herramientas que debemos emplear para la construcción de nuevas mayorías con un propósito en común: un país próspero, justo, equitativo y solidario, que responda a su gente y no a las casas acreditadoras. Mi llamado es a la adopción de una política pública a largo plazo que deba ser implementada sin importar quien esté en el poder. Se acercan tiempos dificiles, pero nada que juntos no podamos afrontar. Caminemos hacia el cumplimiento del nuevo propósito de Puerto Rico, solamente posible mediante un proyecto de país!

*El autor es egresado de Nuestra Escuela en Caguas. Actualmente cursa estudios en justicia criminal con aspiraciones a continuar estudios graduados en derecho. Tomado de 80 Grados.