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Poner a un hijo en contra de uno de sus padres es maltrato

Ana María creció escuchando que su papá la había abandonado cuando tenía apenas dos años. Se lo decían su mamá y su abuela. 'Él no te quiere, es un vago, interesado y no te merece', eran tan solo algunas de las palabras que oyó insistentemente durante toda su niñez y adolescencia. Así, Ana se interesó cada vez menos en compartir con su padre, ese señor que aparentemente le había hecho tanto daño a su mamá como consecuencia de un tormentoso divorcio. Cuando cumplió 15 años y él pasó por su casa a llevarle un regalo, ella decidió que no quería volver a saber de él y desde su cuarto escuchó cuando su mamá le dijo 'Ana María ya no quiere saber de ti, esto fue lo que tú te buscaste' y aunque él le ripostó en voz baja, se fue en su carro y nunca regresó.

Sin saberlo, Ana María sufrió de lo que hoy se conoce como el Síndrome de Enajenación Parental, llamado así por el psiquiatra estadounidense Richard Gardner, para describir 'el conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor, mediante distintas estrategias, transforma la conciencia de sus hijos con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor'.

Este síndrome, que es más un término jurídico que médico, conlleva que en la mayoría de los casos los niños odien al padre o madre con el que no viven hasta 'matarlos psicológicamente', sacándolos de sus vidas para siempre.

La práctica es más común según va aumentando la cifra de divorcios, que en Puerto Rico rondo los ocho de cada 10 matrimonios. Es considerado, además como una forma de maltrato infantil que transforma al niño a veces irreversiblemente. En países como Brasil ya está tipificado como delito.

'En Puerto Rico es horrible', dice la fundadora y presidenta de la Fundación para la prevención del Síndrome de Alienación Parental, Gladys Monge. 'No hay estadísticas, pero todo el mundo conoce a alguien que ha incurrido o incurre actualmente en esta práctica con sus hijos, que lo que hace es hablarles mal del otro progenitor, muchas veces por venganza o por despecho, porque papá le fue infiel a mamá y entonces lo castigan privándole de una relación con el niño'.

Monge, quien sufrió la separación de sus hijos cuando un tribunal le dio la custodia a su exesposo, un hombre con mucho poder económico, da fe de que las consecuencias de este tipo de maltrato son para toda la vida. 'Una piensa 'cuando sean adultos vamos a poder tener una relación', pero lamentablemente no es así. Si el daño es severo, es irreversible. Te ven como si fueras una extraña porque te han sacado de su vida'.

Aunque a la también autora del libro 'Madre sin hijos, hijos sin madre: La tragedia de un divorcio' le tocó ser ella una de las víctimas, la realidad es que quien generalmente comete este tipo de abuso psicológico contra los menores es la madre. 'Ocurre que el padre no custodio quiere hablar con su hijo y la madre no pasa las llamadas, no lo hace partícipe de las actividades del niño, le dice que su papá es malo, que no lo quiere y consigue que el niño se crea que esto es cierto cuando todo es mentira. Pasa también que la madre tiene una nueva pareja y hace que el niño lo llame 'papá' cuando en realidad ya tiene un padre, que es responsable y se preocupa'.

Como resultado, los niños pueden desarrollar rebeldía, sentimientos de tristeza, de angustia y quedar privados de toda una familia. Se nota también que se refieren al progenitor no custodio con vocabulario adulto, frecuentemente utilizado por el custodio.

La Fundación para la prevención del Síndrome de Alienación Parental busca que este comportamiento pueda ser penalizado y que se eduque para evitarlo. Primero, hacen falta estudios concretos que arrojen luz sobre el estado de este problema en Puerto Rico. A esos fines el representante Rafael 'June' Rivera Ortega ha presentado la Resolución de la Cámara 1839 que ha estado en espera de ser considerada desde septiembre de 2011.

'Los padres tienen que buscar las maneras de trabajar con sus emociones, no se pueden divorciar los niños de su papá o de su mamá. Pueden haber problemas, pero eso debe ser asunto de la pareja, siempre y cuando el progenitor sea bueno y responsable', apunta Monge.

En el caso de Ana María, pasaron cerca de 10 años sin que supiera algo de su progenitor, hasta que un día, mientras hacía fila junto con una amiga para comprar comida en un restaurante de comidas rápidas se sonrió con un hombre que se ubicó tras ella. Al voltearse de cara a su amiga, le dijo 'Ese es mi papá'. De inmediato, escuchó un 'Anita?' y supo definitivamente que era él.

Desde ese momento, la hoy abogada de 28 años comenzó a restablecer la relación con su padre, pues este no desaprovechó el casual encuentro para contarle cuánto había hecho para estar con ella. Supo así, que su reacción hacia él había sido fomentada desde muy temprana edad por su mamá y había quedado indefensa ante la situación producto del divorcio entre ambos.

'Ahora es que yo entiendo que pasé toda mi vida odiando a mi padre sin saber exactamente por qué. Era lo que había aprendido en mi casa. Sabía que él tenía otra familia y pensaba que yo no era parte de ella porque era lo que mami y abuela me decían y pensaba que, simplemente, yo no tenía cabida en su vida. No sabía, hasta ahora que soy adulta y puedo entender muchas cosas, cuántas cosas hizo él por mí y mi mamá lo obstaculizaba todo simplemente porque un día, cuando yo era muy pequeña él decidió que ya no la amaba y se fue de la casa. Entiendo que ella sufrió muchísimo, pero no pienso que él alguna vez dejó de quererme como ella me decía'.