El susto de la vaca con las lámparas chinas
Desde que surgieron voces oficiales que abogaron por la prohibición de las lámparas chinas, tambien conocidas como 'sky lanterns', algunos opinaron que es una medida exagerada y que el Estado debe enfocar sus recursos en otras tareas.
Tal vez yo sería una de esas personas que pensaría que bastantes problemas sociales y económicos tiene el país para que el Gobierno ahora decida echarle un guante a artefactos que nos hacen jugar con la ilusión de los sueños por concretar en el nuevo año.
Sin embargo, mi reciente interacción con las supuestamente inofensivas lámparas chinas me llevó a reflexionar sobre cuántas veces nos embarcamos en travesías ignorando todos los pormenores.
La noche del pasado 31 de diciembre fui una de las tantas personas en Puerto Rico que decidió soltar el globo ardiente de la suerte. Para mí era la tercera vez que interactuaba con las lámparas, pero la primera vez que lo hacía en mi hogar y sin otras personas conocedoras a mi alrededor.
Tras varios intentos para inflar la lámpara, finalmente la solté, pero para mi sorpresa esta subió de lado, y poco a poco vi cómo en cuestión de segundos entró en el balcón techado de mi vecino, que queda en un segundo piso.
El desespero fue enorme, llamaba a mi vecino y nadie contestaba. Inmediatamente subí junto a mi mamá y mi prima las escaleras que daban a la entrada de la casa del vecino, pero el portón estaba cerrado con candado, lo que nos impedió agarrar la lámpara. Mientras buscaba como loca mi celular para llamar al 9-1-1, mi mamá lanzaba agua con galones a la lámpara, que se había movido hasta pegarse al techo de madera y zinc.
Trataba de controlar la sensación de impotencia ante la dejadez y falta de urgencia con la que me atendía el operador, y me enfocaba en seguir tirando agua mientras contestaba las mil preguntas de rigor. Fue así como mi mamá, mi prima y yo logramos apagar la lámpara, y aun el operador no se comunicaba con los bomberos. Le dije al operador que ya no era necesario, que habíamos logrado apagarla, pero insistió en enviar a los bomberos para que se cercioraran que todo estaba bajo control.
Fue así como después de la 1 a.m. recibí un camión con tres bomberos en mi casa, y tuve que explicarle cómo por poco quemo la casa de mi vecino, y mostrarle los rastros de la lámpara.
Los bomberos confesaron su preocupación al ver cómo tantas lámparas estaban siendo lanzadas a la medianoche. De paso me orientaron que estas son como unas chiringasque eventualmente caen al vacío, a veces en candela, y pueden afectar a personas, estructuras o el ambiente.
Al día siguiente, mientras laboraba y leía las expresiones de los distintos funcionarios del Gobierno, incluyendo el jefe del Cuerpo de Bomberos, Ángel Crespo, tras una lámpara quemar un almacén en un parque de Ponce, yo solo rememoraba la odisea que había pasado junto a mi familia la noche anterior.
Donde quiera que estén, mi agradecimiento a los tres bomberos que atendieron mi caso en Bayamón.