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El Rey de las Cuadras

Tal vez han transcurrido cuatro décadas desde que lo conozco, y tengo que confesar que nunca había tenido una conversación que durara más de ?lo que duran dos cubos de hielo en un whisky on the rocks?, como canta Joaquín Sabina.

Si menciono el nombre de Reinaldo Rivera, apuesto a que nadie se imaginará quién puede ser…

Pero al hípico que le mencione 'King of the Cross' todavía son muchos los que sabrán que me refiero a uno de los personajes más emblemáticos de lo que constituye el verdadero hipismo puertorriqueño: el jinete Rey de la Cruz.

Desde la primera vez que vió una carrera, allá en Las Casas para mediados de los cincuenta, Reynaldo Rivera de la Cruz ha, tal y como dice, 'hecho de todo' en el deporte que tanto amamos.

Cálido en su expresión y con gran peso de veracidad, estuvimos un rato oyéndole describir el libro de su vida, que en último caso es el de un muchachito que se deslumbró por el atractivo de ver estos nobles animales competir, de estudiar los humanos que creen poseerlos y de la muestra de personalidades que discurren por el mundillo de la actividad hípica con sus distintos aires de creer o desear poseer.

Aunque lo primero que me vino a la mente fue el trillado mote que tanto utilizo de Obrero del Track, utilizarlo para describirlo es hacerle un flaquísimo (y vaguísimo) servicio para resumir su persona.

El jóven Reinaldo, nacido en un sitio llamado 'Rabo del Buey' en el barrio Buenos Aires de la Parada 26 de Santurce, se interesó por los caballos cuando su padre, que trabajaba en el Matadero y se dedicaba a vender las partes de las reses de menor valor, lo introdujo al pasatiempo de ver quién era el dueño del caballo más rápido en el barrio donde residía de El Embalse con una yegua de su propiedad, mezcla de caballos criados por la Easter Sugar Corporation, que llamaban La Conga y era una de las ídolos locales de aquella popular actividad en la época que el caballo era rey.

Esa fijación que creó con el animal, se recrudeció una vez que su tío lo llevó al hipódromo Las Casas donde vió a Camarero ganar una carrera allá 'para 1955 debe haber sido'.

Recuerda de chamaquito, de aquellos 'que usted habla cuando las gallinas mean' haber oído conversaciones de figuras míticas del deporte, como Luis Rivera 'Capitán' Flores, J.A. 'Toñito' Nieves, Geiner 'Batata' Reyes y tantos otros que se reunían en los cafetines aledaños a las barriadas a conversar con Coronas Banda Blanca o de aquellas que vendían de barriles, a discutir los pormenores de sus profesiones luego de las tandas hípicas.

Rey trabaja todos los días como ujier en el hipódromo, junto a su fiel compañero Palomo. Foto: Cortesía de Iván Baella.

Aunque ya sabía lo que quería ser, no fue hasta que consiguió que un señor conocido como

'El Pelao' pero llamado J.R. Arroyo, hermano de 'El Caña' Rosado, lo llevara al hipódromo y lo dejara en manos de Ricardo Cruz Cepeda donde comenzó a tallar con lo que sería su función de vida.

Allí conoció a Galo Rivera, uno de los ayudantes del famoso 'Negro Cortés' que trabajaba con los caballos de Esteban Rodríguez Tizol, probablemente uno de los pocos puertorriqueños que serán recordados 'per secula seculorum' en el hipismo mundial gracias a Bold Forbes.

Luego de par de años de recoger estiércol, barrer los pisos de arena, limpiar aperos, darle de beber a los animales que estaban a cargo de Bernardo Mongil, para 1964 consiguió que don Manolo Alcaraz le firmara los papeles para conseguir su licencia de aprendiz y comenzó a prepararse para el gran día que debutara como jinete, culminando la serie de pequeños logros que había conseguido en su vida, triunfos que como cualquier otro ser humano aprecia constantemente.

Al fin llegó el día en que haría su debut, que se dió sobre los lomos de un ejemplar llamado Catañito, que terminó más lejos que el sector de Sábana Llana queda de donde se encuentra ahora el Nuevo Comandante.

Eso no amilanó el férreo espíritu de Reinaldo que en 1965 vió otra meta acercarse al lograr su primera victoria oficial con un ejemplar nativo llamado Paladín, que si la memoria no me las pega era originalmente propiedad de Mimingo Torres, pero que esa gran tarde era propiedad del Establo Fénix, de Juan Ríos Ferrera y entrenado por E. Lalaite.

Ese año montó poco, participando en 86 carreras y saliendo por la puerta ancha en apenas tres ocasiones, pero el muchacho de la parada 26 iba en camino a establecerse como uno de los jinetes regulares de nuestro hipismo manteniéndose activo por 20 años y ganando 284 de las 2809 carreras oficiales en que vió acción oficial.

Ya para mediados de la década de los ochenta R. de la Cruz era conocido en su microcosmos como una persona confiable, amigo de sus amigos, y como hubiera dicho Boston Blackie: 'enemigo de los que lo han hecho su enemigo'.

Desde su retiro como jinete oficial, Rey ha continuado haciendo sus funciones como galopador y 'de todo lo que haya que hacer' siempre en el área de establos.

Hace ya varios años, el deportista (en mayúsculas espirituales lo de deportista) Miguel 'Mickey' González le cedió tres jaulas de su propiedad, donde en la actualidad De la Cruz estabula sus dos compañeros de trabajo.

'Aunque tienen papeles y pedigrí, yo los llamo Palomo y Negrito'.

Los menciona, como si hablara de familiares o compañeros íntimos de trabajo.

Con ellos y con el favor de las personas que me patrocinan y requieren de mis servicios he podido criar una familia, vivir en mi residencia de Jardines de Carolina y que mi esposa Edna Laviera me 'haya soportado' desde el 27 de septiembre 1969 en que decidió formar una familia.

No miente cuando dice que 'lo ha visto y vivido todo en el hipismo'.

Reconoce las dotes excepcionales como jinete y persona de su congénere Eddie Belmonte, al que considera 'el más completo' que ha visto en su vida.

Recuerda con admiración sus compañeros de trabajo que han sabido defender su profesión y vive una existencia en paz, guiándose por su Evangelio vital: ' Si te sacrificas y crees en lo que haces, tienes que poner de tu parte para poder llegar, porque así lo vas a valorar'.

Rey: Eres un ganador !