Emotivo encuentro entre los sobrevivientes del tiroteo IronMan (galería)
No se conocían. Aunque habían compartido mensajes de aliento por las redes sociales, no habían tenido la oportunidad de darse la mano y compartir sus historias de lo vivido en el triatlón IronMan 70.3 en San Juan. Ese 15 de marzo de 2015, sicarios repartieron plomo a diestra y siniestra, matando a su objetivo e hiriendo a estos dos atletas en plena ruta de la competencia.
A uno de ellos, el fisiatra Miguel Arroyo Ramos, lo conocemos muy bien. Tras la balacera en la que recibió dos tiros, uno a centímetros del corazón, se convirtió en activista en contra de la ola criminal que afecta al país. 'La calle es nuestra' fue su consigna cuando a semanas de haber salido del hospital se montó en su bicicleta y, junto a familiares y amigos, simbólicamente culminó la carrera que las balas no le dejaron acabar.
Por otro lado, poco sabíamosdeLiz Boivin, una cómica y extrovertida mujer de 27 años de edad que recibió un balazo en la pierna izquierda y que, al igual que 'Kiko', decidió regresar este año a terminar lo que empezó. Aquel fin de semana, tras ser dada de alta de Centro Médico, se montó en un avión y de regreso a Wisconsin contempló junto a su esposo, David, nunca más competir en un triatlón.
Hoy, viernes, a dos días de una nueva edición del IronMan 70.3 en la Isla, NotiCel fue testigo del momento en que finalmente se saludaron de frente, se rieron entre historias y, sobre todo, mostraron uno al otro sus respectivos compromisos personales de acabar la más dura carrera que se celebra en Puerto Rico.
Fue entonces que Miguel pudo contarle por primera vez su emotiva historia de supervivencia. De cómo un amigo fotógrafo le salvó la vida y lo llevó en motora al Centro Médico. De cómo por poco no llega. De cómo un país se indignó ante lo sucedido.
'Oh, mi Dios. Tienes tanta suerte', decía Liz una y otra vez, boquiabierta. 'Mi herida fue nada. Yo solo lloré, grité y estaba en shock', rememoró entre risas. 'Cuando pasó, me tomó un poco percatarmede lo que estaba pasando. Yo pensé eran petardos pero cuando me di cuenta que eran disparos, inmediatamente entré en completo estado de pánico. Jamás olvidaré la atleta que se detuvo detrás de mí, era una policía también de Wisconsin y me calmó junto otros boricuas', recordó la atleta.
A preguntas de este diario sobre sus razones para volver, Boivin explicó que dudó mucho si regresaría a Borinquen.
'Honestamente, no lo iba a hacer. No quería hacer otro triatlón. Pero después lo pensé y sentí que me arrepentiría si no volvía, si no terminaba la carrera. No quiero remordimientos. Me dije ‘ese no puede ser el último (triatlón). Así no puede ser como acaba todo. Tengo que regresar y hacerlo de nuevo'', explicó la triatleta aficionada mientras su nuevo amigo fisiatra la escuchaba atentamente, moviendo su cabeza de arriba hacia abajo.
Para ambos sobrevivientes, lo más impactante de toda la odisea fue el boricua, su actitud amable y cómo manifestaban vergüenza ajena por lo ocurrido.
'Yo no podía creer cuán compasiva era la gente conmigo, tratando de ayudar y hacerlo todo mejor. A mi esposo lo llamaron para dejarle saber que me dispararon y extraños lo llevaron al hospital, igual nos llevaron al hotel. Yo no sabía en ese momento que todo el país estaba pendiente a la noticia pero después del hecho era tanta la gente que se nos acercó e, incluso, nos pidieron disculpas por lo ocurrido. Estaban avergonzados. No se cómo explicarlo', dijo una agradecida Boivin.
Por su parte, enfatizó Arroyo Ramos, tener la oportunidad de convertirse en un ejemplo sin haberlo pedido y tener la responsabilidad de llevar un mensaje positivo, en especial a su hijo, fue lo más significativo.'Si yo tuve que pasar por este calvario para que él (su hijo) creciera, lo paso de nuevo', sentenció.
No obstante, aclaró el médico y triatleta, es 'el cariño de la gente, como dice Liz, algo increíble. Hoy mismo me paró alguien que yo no conozco en el hospital (donde labora) y me dice ‘no me conoces, me alegro por ti y suerte el domingo'. Esa son las cosas que nos llenan'.
Y así, entre risas, recuerdos y lecciones aprendidas, acordaron ir juntos a probarse como atletas de hierro. No se puede subestimar el corazón de un IronMan y, este año, no serán las detonaciones sino el compromiso de Liz y Miguel lo que más se hará sentir, apoyadosotra vez por los buenos deseos de todo un país.