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La tenismesista capaz de hacer cualquier toque a sus 16 años

Quien la miraba jugar cuando comenzó a sus cuatro años en la mesa de tenis que lijaron, cortaron y pintaron sus padres --Bladimir Díaz y Marangely González-- hasta que midiera lo adecuado para su estatura, no sabía en lo que se convertiría a su corta edad. En ese panel de madera que medía 3/4 y unas patas ajustadas de 2x4, jugó por dos años Adriana Díaz (31 octubre, 2000), considerada mundialmente la jugadora más joven en asistir a los Juegos Olímpicos, con 15 años y 286 días en su disciplina. Su 2016 se termina para detener que siga rompiendo más records: la mejor jugadora latinoamericana de ese deporte, la primera latina en clasificar y, luego, ganar el prestigioso U.S. Open y la boricua que más trofeos ha cosechado en sus competiciones sobre la mesa de tenis --Estados Unidos, Canadá, Eslovaquia, Polonia, Bulgaria, Bielorrusia--.

No hay dos jugadores cómo Adriana cuando la puertorriqueña toma su raqueta Butterfly, valorada en 485 dólares. Más de una rival se cayó tratando de contestar sus derechazos de entre 100 a 110 kilómetros por hora en el Abierto de Estados Unidos. A su rival más difícil, Yui Odono, la vio casi besar el suelo, y a la subcampeona Saki Tashiro le dio una dosis de su propia medicina cuando le contestaba de tú a tú hasta el punto de dejarla sentada en el piso en una jugada. 'Nunca he visto a un jugador que haga tantos ‘choplocks' (tiro bloqueado con corte) en tan poco tiempo' dijo un comentarista internacional.

'Adriana es capaz de hacer todo en la mesa', dice su padre Díaz, quien le dio su primera raqueta y la entrena desde hace 12 años en el Club-Escuela de Águilas de la Montaña en Utuado, conocido como 'El Nido'. Desde las 8 de la mañana, la atleta utuadeña estudia en la Escuela Especializada de ese complejo, pionera en la Isla luego del Albergue Olímpico y certificada por el Departamento de Educación desde hace un año. Y de 9 a 11:30 comienzan sus entrenamientos, que tendrán también sesiones vespertinas donde practican la mayoría de los atletas de la Selección Nacional. Con cuatro maestros y dos salones de clases, hay entre 18 a 20 estudiantes y sobre 100 miembros del Club, dice Bladimir Díaz, quien fue su expresidente y renunció debido a sus compromisos. 'Yo hice lo que yo esperaba que ocurriera aquí, pero no sabía cómo hacerlo', dice.

Entrenada en China —el mejor país en este deporte— por un mes y medio antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, apunta el próximo año a ser aceptada en la liga de ese país. 'Yo creo que sería la única jugadora en Latinoamericana, si la aceptan para jugar en la Liga China', dice su entrenador. Dispuesto a soltarla a formarse en otro país, todavía no ha encontrado el lugar idóneo a pesar de las ofertas que ha tenido de Austria, República Checa, Turquía. Su nivel de prioridad es: China, Japón, Corea. No cualquier otro lugar.

Pero es 'una niña todavía' a los ojos del padre, quien también formó parte de la Selección Nacional en este deporte. Aunque no lo parezca cuando entre en la cancha: con su semblante serio, inflexible, y crecido frente sus oponentes. 'Yo creo que, cuando yo estoy jugando, yo no hago muchas emociones. Trato de no pensar mucho', dice la atleta. Capaz de servir 'Tomahawk (servicio por la oreja)', de hacer golpes de globo, o de pegarle a la vez que defiende, imprimiéndole efectos por debajo a la bola, o de lanzar un mate —tiro fuerte— con su 'backhand' cuando menos era posible. Es la jugadora fría que comienza perdiendo, sin hacer gesto de frustración, y concediendo sets enteros hasta que voltea el juego a su gusto. Lo hizo en los Panamericanos, lo hizo en los Centroamericanos, y lo hizo en el U.S Open. Y así como ningún comentarista puede quitarle la mirada cuando la mira jugar, en su país no hay discusión sobre el tema: 'Tienen la mejor jugadora de Puerto Rico adulta', sentencia su padre.