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El infierno de buenas intenciones

[OPINIÓN]

Hace más de dos años, Puerto Rico enfrentó una serie de desastres naturales como el huracán María que se estima consumió las vidas de 4,645 personas y, más reciente, múltiples sismos que han afectado propiedades y secuestrado la paz y seguridad del pueblo.

Ha quedado claro que Puerto Rico no está preparado para ningún desastre. El gobierno estatal ha fallado en las cuatro fases del ciclo de manejo de emergencias (Mitigación, Preparación, Respuesta, y Recuperación). La falta de preparación del gobierno de Puerto Rico, mezclado con la inexperiencia del pueblo ante los desastres y sus procesos, ha creado un infierno de buenas intenciones.

Hemos escuchado al secretario de Estado Elmer Román, explicar que los suministros encontrados tras los sismos se están distribuyendo. También añadió que han trabajado con los municipios para entregar estos recursos. Por otro lado, escuchamos a varios alcaldes como el de Peñuelas, Gregory González, y la de Ponce, María 'Mayita' Meléndez, expresar su frustración con el estado en conseguir los suministros necesarios para responder a las necesidades del pueblo. Se les negó el acceso. Con estos incidentes, la ciudadanía que ya no confía ha tomado el control de la repartición de suministros y velar por el bien entre ellos. Han enfrentado críticas del gobierno por sus esfuerzos. Y aunque es cierto que sus esfuerzos han creado una serie de retos (falta de organización, duplicidad de esfuerzos, congestión) tiene la seguridad de que la ayuda está llegando y que han tomado acción donde el Estado ha fallado.

Estamos a ley de un desastre más para tumbar la resiliencia puertorriqueña y los autores son aquellos que manejas los desastres como una burocracia y no una misión humanitaria. El problema mayor planteado es que un gobierno ineficiente combinado con la desconfianza del pueblo ha creado una situación grave que, si no se corrige, los resultados serán peores que el huracán María.

Uno de esos problemas es que se gasta más en recuperación que mitigación de desastres. Estudios realizados por (FEMA) indican que por cada $1 que se usa hacia mitigación, se ahorran $4 al momento de responder a los desastres. Si el enfoque se mueve a infraestructura, uso de tierras, manejo de agricultura, control de inundaciones, educación pública, podremos empezar a prevenir una desgracia mayor que la que trae un desastre. Una solución tangible sería refugios especializados en los municipios para tratar damnificados con necesidades especiales como diálisis, ventiladores, edad avanzada en caso de que los hospitales no estén accesibles. Esto junto a un registro de necesidades especiales (médicas), manejadas por los municipios y voluntarios, ampliará la sobrevivencia de la ciudadanía durante un desastre.

Según las leyes, el Negociado de Manejo de Emergencias y Administración de Desastres es una agencia independiente pero no se comporta como la misma. Hemos visto casos donde los suministros se aguantan hasta que el funcionario público no esté presente para repartirlos, causando esto un terrible malestar entre aquellos que necesitan los suministros con urgencia. Si no hay cámara, no van. Aunque los políticos tienen el deber de documentar su labor, los fines son políticos y no humanos. La politización de los desastres y la desgracia puertorriqueña ha convertido esto en un proceso político partidista y han abandonado el carácter humanitario y el bien común.

Los desastres continuaran siendo un patrón recurrente. Las fuerzas políticas, sociales y económicas, incluyendo el partidismo, pobreza, la clase, y el género, amplificarán el riesgo de desastres. La falta de transparencia en el sistema gubernamental ha elevado su índice de corrupción y como resultado eleva el índice de vulnerabilidad de Puerto Rico ante futuros desastres. La falta de un gobierno central fuerte no puede continuar. Porque la incompetencia y la corrupción han producido una estructura de organización débil (desde una construcción deficiente hasta funcionarios públicos no capacitados) y un programa de bienestar defectuoso.

Con cada desastre la lupa magnificará aún más los esfuerzos o la falta de estos por parte del gobierno. En fin, los retos que traen los desastres continuarán, pero será peor con la ineficiencia del Estado. Seguiremos con el problema infernal. El infierno de buenas intenciones.

*El autor tiene un bachillerato en Manejo de Emergencias y Seguridad Nacional, además de múltiples certificaciones de FEMA en el tema.

Edificaciones en el municipio de Guánica quedaron derrumbadas por el terremoto de magnitud 6.6. (Nahira Montcourt/NotiCel)

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