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Tras el huracán, vive esperanzada de poder volver a su finquita

Desde antes de María, vivía sin servicios.

Por los últimos cuatro meses, Ana Sánchez se levanta temprano de su caseta, ubicada en la cancha Damaso Rosa en Luquillo, y tras bañarse con una manguera, procede a limpiar la excreta fresca de paloma, rata y cucaracha que cae en el piso y sobre el aposento suyo y el de su hija.

No es un refugio, es una cancha dónde llegaron personas de ese pueblo, de Rio Grande y de Fajardo que encontraron en ese espacio un hogar temporero, en lo que las autoridades atienden sus casos. Ana explicó que muchos se fueron a vivir a residenciales públicos, mientras otros tuvieron la suerte de trasladarse a hoteles al ser aprobados para el Programa de Asistencia Transicional de FEMA.

Pero ella no fue aprobada para ese programa, ni le interesa trasladar su familia a un residencial.

'Yo soy de campo. Yo no me voy a meter a un residencial. Yo soy de campo. El campo es tranquilo, no tengo vecinos, que no tengo ese problema de conflictos en un caserío. Porque todo el tiempo se ven conflictos en residenciales. Pues ese problema no lo tenía yo en mi finca. Yo vivía felizmente tranquila, así sea con planta y agua de manantial', relató Ana a NotiCel.

Curiosamente, el estilo de vida que tenía Ana previo a los huracanes no era distinto al de muchos puertorriqueños que sobreviven las postrimerías del huracán María. Su casa - de madera, zinc y parcialmente en cemento - no estaba conectada al sistema de la Autoridad de Energía Electrica (AEE) por no contar con un poste. Tampoco cuenta con la toma de agua de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA).

Vivía con generadores electricos antes del temporal, almacenando agua de un manantial cercano. Su ingreso provenía de la agricultura, usando sus 11 cuerdas de terreno heredado en el barrio Pitahaya en Luquillo para cosecha y luego vendiendola en la luz del Walmart de Fajardo, de 6 AM a 6 PM.

Todo mientras vivía con su hija, quien dio a luz a un niño en agosto del año pasado. Pero en septiembre, el huracán Irma causó daños a la estructura de su casa y unas semanas más tarde María se llevó el resto.

Ana se refugió en la casa de unos familiares de su hija, que posteriormente le dijeron que no podía quedarse, por lo que acudió a la administración del alcalde Jesús Márquez, que no logró ubicarla en un refugio. Sin alternativa, Ana llegó hasta la cancha Damaso Rosa, donde había refugiados en las mismas circunstancias, y se estableció allí con su hija y dos nietos.

Sus nietos, Joanelis y Erick - de dos años y 6 meses respectivamente - caminan descalzos sobre el piso de la cancha, pisando todo lo que dejan los roedores y palomas, pese a los mejores intentos de Ana y su hija Sacha. Las condiciones insalubres de la estructura - junto al hecho de que están a menos de 20 pies de una carretera muy transitada - provocó que ambos infantes fuesen hospitalizados, mientras Ana se aquejaba de asma.

'Mis nietos se enfermaron, el nene estuvo hospitalizado por mucho tiempo, casi un mes. No podía respirar por la misma situación de aquí… las ratas, por eso estoy todo el tiempo limpiando, limpiando, limpiando, sacando excreta', contó Ana, reiterando su constante esfuerzo en mantener su entorno limpio.

Agraciadamente, los refugiados allí cuentan con un guardia de seguridad las 24 horas y todavía reciben suministros por parte de iglesias y otras organizaciones, pero hasta los que ayudan a Ana solo desean que ella pueda salir de allí. Margarita López es de Humacao y envía suministros recopilados por su iglesia a Ana y sus nietas.

El domingo, le llevó pañales, toallas húmedas, medicamentos y jugo, entre otras cosas. Sin embargo, confesó que no la llamó para avisarle de su visita, pues esperaba que ya tuviese un techo.

'Un día como hoy yo esperaba no encontrarla. Un día como hoy yo esperaba en papito Dios que ellos no estuvieran aquí. Yo tengo el número de telefono de Ana, pero no la quise llamar porque yo, esperanzada en Dios que ellas no estuvieran aquí. Pero le doy gracias a Dios que se encuentran y le puedo dejar las cosas que les traigo', afirmó Margarita.

Por lo pronto, la búsqueda de ese nuevo hogar temporero se facilita y se complica a la vez. Ana fue recipiente de un vale del programa Sección 8, pero expira el próximo 14 de febrero, por lo que su prioridad inmediata es conseguir un lugar que acepte el programa.

'Venir aquí, es la primera vez que vivo en una carpa por mucho tiempo, con mis nietos, con bebes. No es fácil, yo me quiero ir, yo me quiero ir de aquí y solo estoy esperando la casa porque ya yo tengo todo', afirmó la madre y abuela.

Ana Sánchez, residente de Luquillo, vive junto a su famila en condiciones infrahumanas. (Nahira Montcourt / NotiCel)
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