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Brasil se sitúa a la cabeza en la producción e investigación de transgénicos

Más de 36.6 millones de hectáreas cubren los campos de Brasil con soja, maíz y algodón transgenicos, un tipo de cultivo que ha crecido exponencialmente en los últimos años en el país hasta situarlo como el segundo mayor productor mundial de plantíos geneticamente modificados.

'La causa de la biotecnología es terminar con el hambre en el mundo al aumentar la producción', resumió la investigadora y directora general del Consejo de Informaciones sobre Biotecnología, Adriana Brondani, durante una conferencia para promover la difusión de este tipo de cultivos celebrada en Maringá, en el sureño estado de Paraná, limítrofe con Argentina y Paraguay.

En opinión de Brondani, este tipo de cultivos también ayudan a 'preservar el planeta' al reducir la cantidad de productos químicos que son necesarios actualmente para la producción agraria, el agua que se precisa para el riego o la erosión del suelo.

Pero el camino que deben seguir los brasileños hasta plantar en sus suelos productos modificados genéticamente está 'sembrado' de pruebas de bioseguridad que son establecidas por la legislación del país.

Según explicó Brondani, el periodo de tiempo que transcurre hasta que un producto transgénico es aprobado para ser cultivado varia entre los doce y 18 meses.

Durante ese proceso su aprobación es sometida a debate en diferentes organismos de seguridad hasta llegar a la Comisión Técnica Nacional en Bioseguridad (CTNBio), un grupo colegiado y consultivo que cuenta con expertos científicos y responsables ministeriales.

Hasta ahora, esta comisión ha aprobado el lanzamiento de 58 productos genéticamente modificados entre los que también se incluyen vacunas.

El debate existente tras de los transgénicos, que ha encontrado una enconada reticencia en la Unión Europea (UE), forma parte del trabajo diario de investigadores como Brondani, para quien esa disputa tiene un carácter 'político e ideológico', porque, en su opinión, 'la sociedad es favorable'.

En este sentido recordó que la UE patrocinó hasta 130 proyectos para observar el impacto de los transgénicos y en todos ellos se observó que no existe un efecto negativo.

Pese a ello, por contar con 'un sistema regulador muy burocratizado' hasta la fecha en la UE solo se han autorizado dos cultivos, uno de maíz y otro de patata, si bien los gobernantes comunitarios permitieron que hasta cincuenta productos transgénicos puedan comercializarse.

Entre los agricultores que trabajan con este tipo de cultivos en Brasil el debate está cerrado.

'El coste es menor y los beneficios mayores', afirmó a Efe Waldemir Dolfini, que trabaja en un proyecto de agricultura familiar de unas 1.000 hectáreas en el estado de Paraná (sur de Brasil).

Para continuar el trabajo campesino que iniciaron sus padres, hace cuatro años Dolfini -descendiente de inmigrantes italianos- comenzó a plantar soja transgénica resistente a plagas y a herbicidas, aunque reconoció que 'al principio tenía cierto miedo'.

El efecto sobre las plagas fue inmediato y la incidencia de parásitos sobre las plantaciones se redujo rápidamente en la plantación de Dolfini haciendo su trabajo 'mucho más práctico'.

Junto a él, en las plantaciones trabaja el técnico agrícola Robson Arrias, quien asegura que el número de aplicaciones de insecticidas en los campos con transgénicos 'es bien menor, por lo tanto es mejor para la salud del agricultor y para el medioambiente'.

Aunque no se atreve a pronunciarse sobre el posible efecto en los consumidores finales 'porque no es un experto en la materia', Arrias cree que el debate sobre estos productos alimenticios procede de los grupos ambientalistas que 'hacen una tempestad en un vaso de agua'.

Según Arrias, 'aquí en Brasil quieren mandar los ambientalistas y mandan todos menos los productores'.

Pero usted consume transgénicos? -'Yo sí, sin ninguna duda'. concluye.

(EFE)
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