El sufrimiento civil en seis años de guerra en Siria
Un medicamento tan común como el paracetamol es imposible de encontrar en la localidad asediada siria de Madaya, donde la difícil situación humanitaria es una muestra del sufrimiento de los civiles en el país, que acaba de entrar en el septimo año de guerra.
'Las condiciones humanitarias son espantosas, hay francotiradores y disparos de artillería a diario, es horrible', dijo hoy a Efe por teléfono el médico Mohamed Darwish, uno de los pocos facultativos que quedan en Madaya.
Este dentista detalló que, desde el punto de vista humanitario, 'las condiciones son tan malas que ni siquiera hay paracetamol, el analgésico más común del mundo para tratar a los enfermos'.
Precisamente ayer, un convoy humanitario, organizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la Media Luna Roja Siria y la ONU, accedió a Madaya, situada al noroeste de Damasco.
También llegaron camiones con ayuda a las localidades de Al Zabadani, próxima a Madaya, y a los pueblos de mayoría chií de Fua y Kefraya, cercados por la exfilial siria de Al Qaeda y otras facciones armadas.
Darwish destacó que desde el 28 de noviembre es la primera caravana humanitaria que entra en Madaya, rodeada por los efectivos gubernamentales sirios y el grupo chií libanés Hizbulá, al igual que Al Zabadani.
'Aquí (Madaya), no hay nada, ni gas, ni agua, ni electricidad o combustible, por lo que la gente arranca la madera de los muebles de sus dormitorios o salones para quemarla y calentarse', explicó el médico.
Este hecho siempre ha llamado la atención de la portavoz del CICR en Siria, Ingy Sedky, desde su primera visita a Madaya en septiembre pasado y que tuvo la oportunidad de trasladarse a esta población en el último convoy de ayuda esta semana.
'Ya en mi primera visita me impactó cuando escuché cómo la gente trataba de calentarse y cocinar quemando ropa vieja, muebles y mantas, ya que el carburante y el gas para cocinar son inexistentes' en Madaya, relató hoy a Efe Sedky en un correo electrónico.
'Pero esta vez se estaban quedando sin nada para quemar -agregó. Ponen el arroz, las alubias y el búlgur (grano de trigo partido), que son los únicos alimentos disponibles en agua y los dejan durante horas bajo el sol para que se reblandezcan para comerlos'.
Para la portavoz, 'no hay humano que pueda soportar tal sufrimiento durante tan largo tiempo'.
Madaya es una localidad del norte de Damasco rodeada por los efectivos gubernamentales sirios y el grupo chií libanés Hizbulá desde julio de 2015.
Esta ciudad, donde hay unas 40,000 personas atrapadas, se hizo conocida a principios de 2016 cuando dieron la vuelta al mundo unas fotografías hechas por activistas que mostraron bebés y civiles con desnutrición grave. De hecho, decenas de personas han muerto en esta urbe por inanición.
Durante su estancia en Madaya, Sedky tuvo ocasión de hablar con algunos menores que le dijeron que soñaban con poder comer huevos, galletas o beber leche, ya que son productos que no se encuentran en la población, ni en otras zonas asediadas.
'Nada está en nuestra mano como (trabajadores) humanitarios, lo único que podemos hacer a nuestro nivel es traer algo de ayuda que puede hacer que sobrevivan por un tiempo', lamentó Sedky, quien recordó que ni siquiera ellos mismos saben cuándo podrán regresar.
En ese sentido, se quejó de que el envío de ayuda a Madaya, así como a los pueblos sitiados de mayoría chíí de Fua y Kefraya, en el norte sirio, 'ha sido inconsistente, con un intervalo de cuatro e incluso seis meses entre un convoy y otro. Definitivamente, está por debajo del mínimo'.
De acuerdo a datos de la ONU, unos 650,000 sirios viven en trece áreas asediadas y necesitan urgentemente asistencia.
Y es que sin duda el conflicto sirio, que hoy iguala en duración a la II Guerra Mundial, seis años y un día, se ha cebado especialmente con la población civil, que es la que más ha sufrido sus consecuencias.
Según el último recuento del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, al menos 321,358 personas han muerto en estos seis años de guerra, de las que 96,073 son civiles -17,411 son menores y 10,847, mujeres-; mientras que doce millones se han visto obligadas a huir de sus hogares.