Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
Opiniones

Crónica de la pandemia

La doctora Christina Rodríguez Ruiz relata cómo son los días en un hospital durante la pandemia de COVID-19.

La Dra. Christina Rodríguez Ruiz
Foto: (Suministrada)

Me levanto a ir al hospital. Preparo café. Tengo todo listo al pie de la puerta.

Pongo “The Daily”, Michael Bavaro se escucha asustado.

Me bajo del carro, limpio el guía, me pongo mi máscara quirúrgica.

Voy a abrir la puerta del hospital, la miro con disgusto. Trato de buscar la mejor estrategia para llegar a mi oficina evitando tocar la mayor cantidad de cosas posibles.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Me lavo las manos, busco a mis pacientes admitidos.

Dos entubados, recién operados de corazón abierto. Hemoglobina, lactato, ¿en cuántos "drips" está?, ¿cuál es su hemodinámica?, ¿le hace falta diuréticos?, ¿cuánto orinó?, ¿en qué medicamentos está?, ¿cómo está su oxigenación? Miro el celular.

Trump abre todo para "Easter", toque de queda se extiende, Nueva York es el epicentro de infección. Leyendo a mis colegas a través del mundo, suplicando tener una máquina del tiempo. Rogándole al mundo que presten atención.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Me equipo antes de salir, tengo todo lo que necesito. Máscara, guantes. Me preocupan mis espejuelos. “Ah, después los limpio.” Veo a mis pacientes, las enfermeras me cuentan qué onda. Me meto al cuarto, me quito y pongo guantes, me lavo las manos. En "repeat". Antes de escucharles el pecho le pongo un guante al estetoscopio. Salgo de prisa para reunirme en mi oficina vía Skype con el equipo. Bajo las escaleras, no toco los pasamanos. “Deja abrir las puertas con mi codo protegido por mi bata.” Me toca reportar mis hallazgos y discutir mi plan.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Me siento a escribir mis notas, hago las llamadas y los arreglos. Miro el celular. Estados Unidos sobrepasa los números de casos en el mundo. San Diego tiene más de 300 casos. Ya no se puede ir a la playa ni a los parques. “Hace rato…”, suspiro. Comento con mis colegas. Hablamos de lo mismo. Aunque nos desahoguemos tenemos muy poco control sobre todo. Me siguen llegando correos electrónicos del hospital: COVID 19 UPDATES, shortages expected in 3 weeks, we are reaching out to our community, accepting donation for masks and medical equipment.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Pongo The Weekend, el álbum nuevo está bueno. Mi chat de IG explotando con ideas, preocupaciones, desahogos. Me llega un correo que lee: se buscan voluntarios, "survey para Phase 3". Phase 3 = cuando activan a todos los médicos disponibles para trabajar cuando se llene el hospital. Hay opciones para marcar. Pienso en mi pareja, pienso en mi familia… en medio segundo, sé qué tengo que hacer. Marco que estoy dispuesta. Dispuesta a estar de guardia, a bregar con ventiladores y a volver a entubar si me necesitan. Es como instintivo ya, el llamado que siento a ayudar. Nací para eso.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Voy a reevaluar a mis pacientes más enfermos. Mismo protocolo, me preparo para la guerra. Pongo mi celular en una bolsa Zip Lock. La gente me comienza a preguntar. Les digo que no confío en mi, que prefiero protegerme de mis reflejos automáticos de agarrar el celular sin lavarme las manos. Llamo a mi "Attending", él ya vió a todo el mundo. Repasamos el plan. Veo alguna que otra consulta. “¡Wow, ese corazón está bien enfermo!” Se está acabando el día. Me voy al "locker room" de mujeres. Busco dos "scrubs", uno para salir del hospital, otro para mañana. Texteo: “Juan, ya voy de camino, te amo”. Me quito la ropa, me lavo las manos. Canto canciones mientras me las lavo. Agarro el "wipe" con 99% alcohol. Es lo que utilizo para limpiar todas mis cosas, y mi método de escape puerta tras puerta.

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Limpio la puerta del carro, limpio el guía. Pongo el celular en el "dash", con guille de Uber. Llamo a mis papas. Ellos dicen “la cosa está fea”, y yo les digo “se va a poner peor”.

Hago mi "rant" clásico de Trump. Sé que es mi manera de bregar con la frustración que tengo ante toda la situación, del poco control que tengo… No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

Llego al garaje, abro la puerta para entrar a mi condominio con el interior de mi camisa. No toco el botón del ascensor con la mano, lo toca mi codo. Llego a mi casa, qué rico. Me quito los zapatos afuera y los dejo en un cartoncito designado a la izquierda de la entrada. Hola, mi amor, ¿cómo te fue?, “bien”, “algaro”, “estoy explotá”, “Creo que tengo el "fucking" virus” (la respuesta varía). Me meto a bañar. Me sumerjo, me lavo el pelo. Todos los días me lavo el pelo. Salgo del baño, Abbey y Leo (mi perra y mi gato) me saludan contentos de verme. ¿Qué hiciste hoy amor?

No te toques la cara. Lávate las manos. No toques lo que no has limpiado.

La autora es especialista en medicina interna, entusiasta de la lectura y con orgullo destaca que representó a Puerto Rico en el equipo de fútbol femenino.