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Opiniones

Pensamiento científico en tiempos pandémicos

Parte I: Las lecciones de la historia

Dra. Marieli González Cotto
Foto: Suministrada

Tal parece que en este nuevo Puerto Rico pandémico la incertidumbre es la orden del día. Es entonces que el pensamiento científico nos viene muy bien. El pensamiento científico no es solo para científicos, su utilidad transciende una aplicación determinada. Más bien, es una manera de formular preguntas y encontrar respuestas usando métodos sistemáticos y racionales.

Aunque lo cierto es que hay muchas preguntas que aún esperan por respuestas, hay mucho que sí sabemos. Solo toma mirar hacia atrás, a la historia. La historia esta repleta de anécdotas, datos y adelantos científicos que arrojan luz a problemas modernos. En este sentido, la historia esta llena de lecciones esperando a ser aprendidas y aplicadas.

Mientras esperamos por respuestas a preguntas apremiantes, podemos tornar nuestra atención a lo que sí sabemos. Nos tomaría mucho más que una columna para hacer un recuento histórico exhaustivo, pero en esta primera parte, algunas lecciones importantes de la historia en tiempos pandémicos.

Hace poco mas de 100 años atrás, el mundo vió una pandemia que cobró la vida de 50 millones de personas e infectó a un tercio de la población mundial. Los adelantos científicos de esta época en nada se parecían a los que tenemos ahora, de hecho, no se entendía con certeza lo que era un virus, por tanto, no se podía detectar su material genético y mucho menos crear una prueba para detectarlo. No fue hasta hace unos 20 años atrás que fue posible empezar a examinar el virus responsable de esta devastadora pandemia. Lo que sí existió en esta época, con sus grandes defectos y lagunas, eran datos. Observaciones, números, memos, diarios, notas periodísticas, entre otros. La historia indica, sin lugar a duda, que los lugares donde aislaron sus enfermos, usaron mascarillas y practicaron distanciamiento físico fueron los mas exitosos en contener la enfermedad.

El 1918 no estuvo exento de la desinformación. Curas milagrosas, teorías de conspiración, acusaciones de bioterrorismo, y oficiales de gobierno minimizando la seriedad del brote y sus consecuencias. Los lugares que tuvieron éxito ‘aplanando la curva’ fueron aquellos que dijeron la verdad. Esto a su vez, provocó que los ciudadanos tomaran un rol activo en los esfuerzos de minimizar contagios. Mientras algunos prestaban sus carros a otros para que no tuvieran que tomar el tren, otros cocinaban para llevar comida a los enfermos. La verdad empodera a las personas.

Otra gran lección de la pandemia de 1918 fue que se manifestó en tres brotes. En muchos lugares, el segundo brote fue peor que el primero por varias razones. Puerto Rico no fue la excepción, y el segundo brote durante el otoño coincidió con varios eventos que seguramente complicaron el panorama. Sin embargo, muchos lugares tomaron precauciones en preparación a esta posibilidad y los datos indican que las ciudades que establecieron medidas de distanciamiento más temprano y por un período de tiempo más largo, fueron las que suprimieron mejor los contagios y las muertes en cada uno de los brotes de la pandemia.

En definitiva, en tiempos de incertidumbre, el pensamiento científico se inclina a aprender de las lecciones de la historia. De hecho, los conocimientos científicos que generemos en este tiempo presente, se anclan fuertemente a lo que sabemos del pasado. Nos toca a nosotros hacerle honor a la historia, aprender de ella. Si no, estaremos destinados a repetir los mismo errores.

Por último, permítame recordarle que, en estos momentos, estamos creando historia. Como dijera Charles Darwin, creador de la teoría de la evolución: “La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia”.

La autora posee un bachillerato en Biología con una concentración menor en pedagogía de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y un doctorado en Biología Celular y Molecular de la Universidad Central del Caribe. Actualmente es científica en el área de inmunología y metabolismo y profesora universitaria.

La autora posee un bachillerato en Biología con una concentración menor en pedagogía de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y un doctorado en Biología Celular y Molecular de la Universidad Central del Caribe. Actualmente es científica en el área de inmunología y metabolismo y profesora universitaria.