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Opiniones

Inmunidad de grupo: ¿Suicidio colectivo para alcanzar lo que aún es incierto?

Parte II de pensamiento científico en tiempos pandémicos.

Marieli González Cotto
Foto: Suministrada

La inmunidad de grupo describe cuando una población es suficientemente resistente, o inmune, a la transmisión de una enfermedad. En otras palabras, es cuando una gran parte de la población es resistente a adquirir una infección, sea por exposición previa o vacunación, así que el resto de los individuos que no son inmunes quedan protegidos.

La cantidad de personas en una población que debe ser inmune para alcanzar la inmunidad de grupo varía por tipo de infección y sus características. Sin embargo, una vez logrado, la inmunidad de grupo tiene el potencial de reducir el número de contagios a cero, o erradicar, una enfermedad.

La inmunidad de grupo fue definida por primera vez en el 1930, cuando un doctor reconoció que en Baltimore los casos de sarampión, una enfermedad viral que afecta mayormente a niños, bajaron significativamente cuando muchos niños se habían recuperado de la misma. Lo que sucedió aquí fue un ejemplo de inmunidad de grupo, ya que los niños recuperados eran inmunes a una segunda infección, así que el virus no podía propagarse efectivamente, disminuyendo los casos positivos. Sin embargo, esta disminución de contagios fue temporera y no se alcanzó la erradicación del virus responsable de la enfermedad de sarampión hasta 30 años después, cuando se desarrolló una vacuna y se estableció la práctica de vacunación en masa.

La pandemia actual ha desatado una discusión acerca de la inmunidad de grupo. Si bien es cierto que la inmunidad de grupo es, en teoría, alcanzable para una enfermedad viral, es importante hablar de los daños colaterales si intentamos alcanzarla naturalmente: muchas personas van a morir. Además, debemos discutir si en el caso de COVID-19, la inmunidad individual es posible y por cuánto tiempo estaríamos protegidos contra una segunda infección.

La discusión de la inmunidad de grupo empezó quizás con el caso de Suecia, un país que hasta ahora ha manejado la pandemia de forma atípica, sin el establecimiento de una cuarentena o la utilización generalizada de mascarillas, aunque sí limitando la aglomeración de personas y estableciendo un sistema robusto de pruebas, datos y cuidados hospitalarios. Es incorrecto declarar que Suecia ha alcanzado la inmunidad de grupo. La razón principal para asegurar esto, es que simplemente, aún no sabemos si las personas contagiadas estarán protegidas contra una segunda infección, y si lo estuvieran, no aun sabemos por cuánto tiempo.

En el caso de la influenza, la protección contra una segunda infección dura solo meses, principalmente por que el virus acumula cambios, o mutaciones, que hace que el cuerpo no recuerde que ya fue infectado. Para la inmunidad de grupo este principio es clave: el cuerpo crea una memoria contra el virus y no permite una segunda infección. Las vacunas también se basan en este principio y, para que sean efectivas, el virus debe experimentar muy pocos cambios a través del tiempo. Es por esto que la influenza no se ha erradicado y las vacunas disponibles deben ser administradas todos los años.

Aún no conocemos con certeza cómo se comportará el virus que causa COVID-19 a través del tiempo, pero si tenemos idea que cuan contagioso y mortal es. En este sentido, el virus que causa COVID-19 tiene una combinación de características tales como alto nivel de contagio, relativamente alta mortalidad, periodo de incubación largo y gran proporción de casos asintomáticos, que lo hacen un poco más complejo de entender y, por ende, de contener. En vista de esta realidad, ¿Podrá Suecia justificar sus muertes ante la realidad de que la inmunidad de grupo para COVID-19 aún es incierta?

La inmunidad de grupo ya ha sido alcanzada exitosamente para varias enfermedades infecciosas. El sarampión, paperas, polio y viruelas, todas causadas por diferentes virus, se consideran enfermedades erradicadas o cerca de estarlo en los Estados Unidos. Se ha observado, sin embargo, resurgimientos en situaciones aisladas, pero estos se han contenido de manera efectiva ya que la gran mayoría de la población es inmune, los síntomas de estas enfermedades han sido estudiados y se pueden reconocer fácilmente. Sin duda alguna, todos los casos exitosos de inmunidad de grupo se han logrado con la combinación de inmunidad natural, estrategias de prevención y protocolos de vacunación.

Permitir que una infección corra su ‘curso natural’ en miras de desarrollar una inmunidad de grupo no es, por definición, una estrategia de prevención. El daño colateral de no implementar estrategias para disminuir los contagios de manera que se esparzan a través del tiempo, en vez de que se acumulen en un corto periódo de tiempo, va más allá de la mortalidad ante la pandemia actual. Efectos colaterales como afectar nuestro sistema hospitalario de manera irreversible y aumentar la mortalidad de otras enfermedades tratables y contenibles, son tan solo algunos efectos que nos deben ocupar de manera inmediata. Las medidas de contención, distanciamiento físico, pruebas y aislamiento de contagiados, son medidas probadas para disminuir estos daños colaterales, al menos hasta que se cuente con una vacuna efectiva.

Recientemente, varias instituciones junto al Fideicomiso de Ciencias, Tecnología e Investigación de Puerto Rico realizaron unas estimaciones de cuánto tiempo tomaría adquirir una posible inmunidad de grupo en Puerto Rico. En sus notas estiman que entre 60-90 por ciento de la población debe ser contagiada para llegar a una posible inmunidad de grupo, esto asumiendo que la inmunidad sería efectiva y permanente.

Aún si tenemos 2,500 infecciones diarias, tomaría más de dos años llegar al mínimo de 60 por ciento de contagios en la población. Ciertamente, esta estimación cambiaría si contamos con una vacuna, pero esta posibilidad todavía es incierta. Si estimamos una mortalidad sumamente conservadora de 3 por ciento para COVID-19, ¿Podrá Puerto Rico justificar la muerte de 96,000 personas ante la realidad de que la inmunidad de grupo para COVID19 aún es incierta?

La autora posee un bachillerato en Biología con una concentración menor en pedagogía de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y un doctorado en Biología Celular y Molecular de la Universidad Central del Caribe. Actualmente es científica en el área de inmunología y metabolismo y profesora universitaria.