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Opiniones

La vacuna y la nueva Guerra Fría

El licenciado Carlos Dalmau dice que la estrategia electoral de Trump de pelear con China podría ser efectiva como táctica electoral, pero podría ser desastrosa en el plano de la política internacional y salud pública.

Lcdo. Carlos Dalmau.
Foto: Suministrada

La vacuna del Covid-19 se ha convertido en el Santo Grial de la respuesta global a la pandemia. No obstante las afirmaciones optimistas de algunos políticos, el coronavirus sigue asfixiando la economía y perturbando todos los órdenes de nuestra vida. Sin una vacuna efectiva y disponible para todo el mundo, persistirá el Covid-19 y sus efectos devastadores.

La búsqueda de la vacuna, por tanto, se presenta como la gran empresa salvadora de nuestro tiempo. Sin embargo, esta empresa de desarrollar una vacuna y alcanzar la deseada inmunidad ante el virus, se complica en contexto de un peligrosa pugna entre Estados Unidos y China que ha subido de tono y amenaza con iniciar una nueva Guerra Fría.

La posición de Estados Unidos responde a la estrategia electoral del Presidente Trump. El Presidente sabe que inicialmente minimizó la amenaza del virus, acusó a los demócratas de exagerar el asunto y se negó a aceptar la dimensión del problema. Esta posición costó vidas y tiene el potencial de costarle votos en estados clave que necesita para prevalecer en las elecciones del 2020.

Para salir del atolladero en que se metió, Trump ha recurrido una de sus estrategias preferidas: encontrar un chivo expiatorio. En este caso, como ya no es creíble acusar a los demócratas o a la prensa liberal por la explosión del virus, ha optado por casar la pelea con el gobierno de China y pintarlo como el culpable absoluto de todo lo que ha pasado con la pandemia.

Mientras el Presidente y sus aliados políticos intensifican su campaña de acusaciones contra China, Wang Yi, el Ministro del Exterior chino, ha hecho una advertencia que no debe tomarse livianamente: “estamos al borde de una nueva Guerra Fría, que amenaza con tirar por la borda décadas de cooperación y relaciones económicas de valor para ambos países”.

En el contexto de esta Guerra Fría, promovida por Trump, la vacuna es un trofeo irresistible que él no está dispuesto a compartir con nadie. En esta narrativa política, la vacuna o es americana, o no hay vacuna que valga.

En esta carrera, Estados Unidos apuesta a su industria farmacéutica y a sus propios expertos en el gobierno. Esto explica por qué Estados Unidos le da la espalda a la Organización Mundial de la Salud y a la coalición en la que participan China y las potencias de Europa para encontrar la vacuna. China, por su parte, juega el juego en dos carriles. En uno, se presenta como nuevo líder global en la coalición con Europa. Por el otro, aprieta el paso en China con 1,000 científicos dedicados al desarrollo de la vacuna en un proyecto militarizado, con todo el apoyo y los recursos del estado.

El peligro de todo esto es que China, un país totalitario y comunista, aproveche la coyuntura para aumentar su esfera de poder y de prestigio político global. La estrategia electoral de Trump de pelear con China podría ser efectiva como táctica electoral, pero podría ser desastrosa en el plano de la política internacional. Piense, por ejemplo, el efecto que tendría un escenario en el que China sea reconocida como la potencia líder que logró la vacuna y la puso a la disposición del mundo, a pesar de los traspiés y la falta de cooperación de Estados Unidos. Por otro lado, una vacuna “americana”, si no se maneja bien, podría exacerbar aun más la pugna con China y aumentar su número de aliados.

Es imposible predecir quién logre finalmente producir una vacuna efectiva. Lo que sí sabemos es que estamos en el umbral de una nueva Guerra Fría, promovida por el presidente Trump, y cuyos efectos pueden ser graves e irreversibles para el mundo. El resultado de la elecciones presidenciales de 2020 podría cambiar ese destino o sellarlo definitivamente. Ya veremos.

El autor es abogado graduado de la Universidad de Puerto Rico con una maestría en Derecho de la Universidad de Harvard. Es estratega y asesor de política pública. Trabajó en el Congreso de los Estados Unidos como "Chief of Staff" del entonces comisionado residente Aníbal Acevedo Vilá.