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Opiniones

El peligro de la gobernanza incipiente

El autor es "un férreo defensor de las instituciones democráticas de gobierno".

Eddie López
Foto: Suministrada

Desde hace varios años he experimentado una inquietud que se ha tornado en una gran preocupación. La cantidad de personas, sin preparación formal, o experiencia mínima en asuntos de gobierno, que pretenden instruirnos en cuanto a cómo deben funcionar nuestras instituciones democráticas, y a lo que debiera aspirar a convertirse nuestro gobierno, resulta alarmante.

A través de mi experiencia laboral, y por otra multiplicidad de razones atribuibles a mi formación legal, he contado con el beneficio de haber interactuado, de una forma u otra, con una vasta mayoría de las instituciones que componen las tres ramas democráticas de gobierno en Puerto Rico. Es por lo cual, me precio de ser un férreo defensor de las instituciones democráticas de gobierno; irrespectivo de quién sea la figura que la dirija, qué administración la haya nombrado, o cuál sea su visiòn o posturas públicas. El respeto hacia la entidad, y lo que la misma representa, siempre, tienen prioridad en mi libro.

Es mi percepción, que de un tiempo para acá, se ha venido intentando perpetrar una demolición sistemática de dichas instituciones por parte de diversos sectores. La mayoría, con acceso privilegiado a medios de comunicación tradicionales, así como a los de las redes sociales. Muchísimas de ellas, sin experiencia práctica o formación alguna que permita que dicha critica edifique, y por el contrario busca destruir.

La ironía de todo es que, precisamente, estos grupos con agenda desestabilizadora son los más vocales a la hora de requerir que dichas instituciones funcionen como deben, sin tardanzas ni contratiempos. ¿Y por qué no? Si a eso es a lo que todos aspiramos. A que toda institución haga el trabajo que se obligó a hacer, cuando comenzaron sus labores, al principio de la administración que les encomendó la tarea. Pero es que se sorprenderían la cantidad de recursos, tiempo y esfuerzos que se dedican a combatir estos ataques, o a prevenirlos (preemption) para que no se desvirtúen del todo los servicios de las entidades. ¿Cuál es la consecuencia ineludible? ¡Termina afectándose la provisión de los servicios!

Donde exista demanda, habrá oferta. Y es que, de un tiempo para acá, a alguien se le ocurrió insertar ante la opinión pública a ciertos personajes, para servir como epítomes de dicha agenda de desestabilización y destrucción. En específico, una pretensión de deformar desde las cúpulas de poder. Y nuevamente, dichas figuras, como mucho, tienen ideas distorsionadas e idílicas sobre cómo dirigir nuestros destinos. O lo que es peor, para algunos de ellos quedan evidenciadas experiencias nefastas en la administración de sus finanzas, o se encuentran sumidos en innumerables e interminables controversias de distinta índole, que nada abonan a su perfil como líderes. Y ese amigos, es que denomino como el PELIGRO DE LA GOBERNANZA INCIPIENTE.

Es muy válido el plantearse el que con lo que hemos elegido, hasta ahora, no nos ha ido, para nada, de maravilla. Los partidos de mayoría han tenido responsabilidad, y mucha. Particularmente, por la falla en permitir renovación dentro en sus filas, y perpetuar candidaturas por décadas, sin dar paso a que otras generaciones se inserten en igualdad de condiciones.

No obstante, esto no excusa el hecho de que sólo por hacer las cosas diferente, pongamos el país en manos de alguien que no tiene la capacidad, la templanza ni las virtudes de lo que debe representar un gobernante. Y si aun contempla darse esa oportunidad, le invito a repasar brevemente nuestra historia reciente, y a lo que nos condujo un gobernante sin experiencia ni temperamento para tomar las riendas de un país sumido en momentos de su peor crisis.

Sin embargo, el daño mayor nos lo ha provocado la inestabilidad que hemos experimentado luego de la renuncia del gobernante. Todo el aparato gubernamental ha quedado a la deriva, sin saber o entender quién o quiénes están al mando, y a quién o quiénes le responden. Y para aderezar esta situación, se da en el contexto de una crítica recuperación tras la devastación de los dos fenómenos atmosféricos de mayor trascendencia registrados en nuestra historia moderna.

Por años, desde dentro y fuera de mis plataformas mediáticas, he venido reiterando una pregunta a los diferentes candidatos que he tenido oportunidad de entrevistar.

Debo admitir que, particularmente, ninguno de los candidatos independientes, o de movimientos políticos incipientes, de éste, o de ciclos electorales previos, me ha podido satisfacer con una contestación adecuada ¿Cómo alguien pretende gobernar, sin postular alguno o suficientes candidatos a la legislatura?

Les adelanto que en todas las instancias, o la han evadido, o le han restado la importancia que merece dicho asunto. Invariablemente, me han revelado que no tienen la mínima idea de cómo manejar un país, y cómo lograr que sus instituciones democráticas funcionen adecuadamente. Estoy completamente seguro de que por ésta, y algunas otras razones adicionales, la consecuencia ineludible de darles la oportunidad, por aquello de ver si logramos resultados distintos, resultaría funesta para Puerto Rico.

Y es a esto último a lo que apela y apuesta el grupo que defino al principio de este escrito. Porque apuestan a una desestabilización que adelanta sus intereses, de hacer que las instituciones fracasen y colapsen. NO nos podemos permitir ese lujo.

Según Thomas Jefferson, “Las instituciones deben ser renovadas de tiempo en tiempo”. Pero esa renovación no puede deformar o desvirtuar propósitos. Más importante aún,en este momento donde hay tanto por enfrentar, y tanto por hacer por Puerto Rico.

El autor es abogado y analista político.