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Opiniones

Algo sobre logística

[OPINIÓN] El autor cuestiona la logística de la vacunación contra el COVID-19.

Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

Hay en Puerto Rico una feísima adicción al "plan del plan". Para todo hay en teoría un plan, o algo más avanzado, que por ahí llaman, previo a una privada gruesa factura, protocolos. El problema es que la planificación es una disciplina venida a menos en Puerto Rico, porque hacer las cosas por capricho, o hacerlas "a ojo", es una especie de costra entre los encargados, a quienes en otros lugares se les llama responsables de implementar lo planeado.

Es terrible que para cada asunto de importancia se reclame que hay un plan, cuando en realidad lo que existen son ideas esquemáticas, o lo que es peor copietes mal traducidos de directrices diseñadas para otros lugares que son difíciles de implantar aquí, pues aunque no se quieran reconocer las obvias diferencias ---entre allá y aquí-- éstas han estado presentes siempre.

Para agravar las cosas, los planes cuando existen, suelen haber estado allí cogiendo polvo durante años, sin que se estudien, ensayen, revisen y actualicen. Todo esto forma parte de una venenosa trama que suele juntar a personas indiferentes, incompetentes o ignorantes que ascienden por los andamios de una burocracia alérgica al mérito, aliada al compadrazgo y la componenda, lo que produce un sistema tan horadado, que ser mínimamente eficientes se convierte casi en la aspiración suprema.

Si a esto se junta una cultura de opacidad, desgano en la supervisión, la evaluación y el avalúo; temerosa de los conceptos auditoría y cumplimiento en la gestión gubernativa o privada --cada vez es más difícil separarlas--- junto al desapego al rigor que en las colonias se sustituye por autoritarismo condescendiente, tendremos un cóctel perfecto de incumplimientos. Nada o casi nada sale como lo que se proyectaba.

Esto es todavía más grave, cuando surgen situaciones excepcionales en medio de una clara emergencia. El proceso de vacunación a la población para el Covid-19, a tan sólo tres semanas, va descolgándose por este camino, y hace falta tomar acción correctiva de inmediato, pues de lo contrario, lo que nos pasó luego del huracán María se podría quedar chiquito en materia de sufrimientos para nuestro pueblo.

¿Desde cuándo se sabía aquí y en todo el mundo que aparecería una vacuna? Esta pregunta es crítica, cuando los encargados ---omito utilizar "los responsables"--- llevan hablando casi dos meses de los planes y protocolos que estaban preparando para cuando llegara la vacuna. ¿Por qué se publicitó tanto y se creó una expectativa tan grande cuando ni siquiera se tiene garantía ---por más que se reafirme-- de un suplido o suministro constante de las vacunas? ¿Por qué se descontinúa o se modifican continuamente los incluidos en las fases de vacunación, cuando ni siquiera se ha podido cubrir a todos los profesionales de la salud en su primera dosis?

Más aún, ¿por qué se habla de abrir cientos de lugares de vacunación en establecimientos privados, cuando a duras penas han podido montar ordenadamente, y no sin sobresaltos el coliseito Pedrín Zorrilla en Hato Rey y una docena de lugares, más allá del paso lógico de utilizar las facilidades hospitalarias para vacunar a sus empleados, aunque se quedaron cortos en vacunas?

¿Se tomó en cuenta a la hora de sentarse a hacer los protocolos hace meses, el alto porcentaje de nuestra población que es mayor de 60 años, y el número de personas todavía más alto que padece de condiciones crónicas que priorizarían que fuesen vacunados?

¿Se tomaron en cuenta las experiencias post María y post sísmicas, a la hora de evaluar las dificultades y obstáculos sistémicos y estructurales que impiden pasar "desde la idea hasta el cómo", por quiénes, dónde y cuándo se hace la vacunación? Unas vacunas con requisitos especiales de enfriamiento, conservación y administración --que no son una botella de agua-- requieren una logística que pueda ser expedita, masiva, coordinada, repetible --son dos dosis--, verificable, constatable y capaz de adaptarse a la topografía irregular que el territorio de la pobreza y el de la inequidad le imponen a enormes sectores de nuestra población. Llevar botellas de agua luego del huracán María, se convirtió en una pesadilla nunca antes vista en el país. Suponiendo que las vacunas del Covid-19 fluyen constantemente, es decir, que llegan a tiempo, ¿se tienen en verdad las rutas, los recursos, los lugares, la itinerancia o incluso la capacidad para llevarlas y administrarlas individualizadamente cuando sea necesario casa por casa?

Puede suceder que escasean las vacunas porque no llegan en número suficiente a Puerto Rico, o, que quienes las reciben, pidan que se desacelere su envío o entrega, a falta de de condiciones y preparativos para administrarlas.

¿Ha hecho el Departamento de Salud o la Guardia Nacional una estimación de cuántas vacunas pueden inyectarse diariamente? ¿ Han evaluado un modelo alterno o paralelo para la vacunación que no sea institucional? Para esos fines, ¿se consideran las oficinas médicas como institucionales? SI ese es el caso se ha verificado cómo, cuándo, a qué ritmo y número diario se administrarán y cómo se contactará y se asegurará que lleguen los pacientes? ¿Cúanta capacidad de recepción tienen las oficinas médicas y de administración de vacunas, suponiendo un calendario ordenado que no interrumpa la prestación de otros servicios? ¿Cómo se reforzará esa operación? ¿Qué planes alternos se tienen para llegar a vacunar a los cientos de miles de pacientes no institucionales? ¿Cuántas unidades rodantes o itinerantes se tienen? ¿Cuál es el sistema primario de salud en la comunidad que permitirá que lleguen las vacunas a los hogares de decenas de miles de pacientes que no pueden llegar hasta donde estén las vacunas?

Estas son sólo algunas de las preguntas sobre logística, salud pública y política pública que están detrás del proceso más urgente y masivo de vacunación de toda nuestra historia. Se requiere un esfuerzo coordinador e integrador mucho mayor. Las unidades de la Guardia Nacional pueden transportar, llevar y dejar las vacunas a los lugares institucionales, y sus unidades médicas aportar algo a la vacunación. Pero... estamos hablando de más de seis millones de pinchazos en brazos de carne y hueso, no en papel. Mientras, se va cocinando una segunda o tercera ola del Covid-19 a causa de la euforia, la laxitud, la presunta inmediatez de una vacuna y la perpetua carencia de implantación. No olvidemos el prolongado fiasco de la coladera del aeropuerto durante los pasados 8 meses, ni el raquítico rastreo y seguimiento de casos.

Si estuviesen disponibles las vacunas y la cadena logística de su administración, vacunar a 2.1 millones de personas (cerca de un 70% de nuestra población estimada) en seis meses, requeriría vacunar 11,666 personas todos los días. Ello significa que al día de hoy ---el papel aguanta todo lo que se pone--- 268,318 personas debieron haber recibido ya su primera dosis. Ello no ha sucedido ni remotamente. Aun cuando los primeros días se vacunó al personal de los hospitales en lugares repletos de expertos y altamente organizados, y a profesionales de la salud bien adiestrados y conocedores.

En Puerto Rico, distinto a EEUU, la mayor parte de la gente quiere ser vacunada. Lo único que demoraría el proceso de vacunación no es la falta de avidez para ser vacunados, sería la insuficiencia de vacunas, en la logística, o en el debilitado sistema de salud pública.

Se requiere mucha transparencia en este proceso que demanda además celeridad y precisión. Se requiere convocar e integrar a todo el país. Tantos días con más de 800 contagios, cocinan una expansión geométrica del Covid-19. El Departamento de Salud, la Guardia Nacional, y particularmente, la sociedad civil y todo el sistema salubrista que en Puerto Rico está fundamentalmente privatizado, tienen que hacer de esta vacunación su prioridad. Claro está, si hay vacunas.

En EEUU ha habido tropiezos serios en el abasto prometido de vacunas y en la cadena de distribución. El presidente saliente Trump, prometió que 20 millones de personas estarían vacunadas al 31 de diciembre. Apenas se ha alcanzado un 10% de esa cifra. (2.1 millones), con 14 millones de unidades distribuídas, pero aún no administradas a dos días de esa fecha. El entrante presidente Joseph Biden ha advertido que a ese ritmo tardarían años en vacunar a la población estadounidense, por lo que ha prometido que en los primeros 100 días de su gobierno se vacunarán 100 millones de personas. No debe extrañarnos que en Puerto Rico lejos de la exuberancia publicitaria, nos estamos estancando también en nuestros objetivos. Se calcula que al ritmo actual de vacunación tardaríamos más de dos años suponiendo que el alcance y la facilidad de acceso para vacunar sea una constante, y no se reduzca.

Algo de logística ha faltado aquí, algo de historia social y análisis de la realidad compleja del país. Esto no puede ser un nuevo escenario Post-María, ni post nueva Ley electoral. De lo contrario, el número de muertos a causa de María se quedaría corto ante los que provocará un Covid pésimamente contenido con el agravante de que ya hay una vacuna.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).