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Opiniones

Sin despedida

Columna del licenciado Víctor García San Inocencio

Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

Sueño bastante a menudo con difuntos. Amigos, conocidos y a veces familiares con quienes uno hubiera querido compartir más, al menos lo poco más que supone tener la oportunidad de una última conversación de despedida. Siempre conseguimos llegar a la penúltima, pero casi nunca a la se convierte en la reunión final. Supongo que soñar viendo vivos a quienes ya murieron es algo que acompaña a los seres humanos desde hace muchos milenios desde los albores de la conciencia. El humano acto de soñar se convierte en estos casos en una prolongación de la vida o profundización del examen de su misterio. Esta exploración, si se quiere llamar así, no consiste en recordar, ni imaginar, ni conducir el pensamiento a voluntad. Durante el sueño viajamos involuntariamente hacia una dimensión distinta a la de la realidad. Sus componentes adquieren vida propia, casi siempre en un orden distinto, muchas veces lejos de lo posible y de lo lógico. La gran región del sueño, ese gran continente que nos iguala a todos, repleta de pasadizos grises y luminosos, claros y confusos, suele esclarecernos la parte de la vida que pasamos despiertos.

He pensado mucho en las muertes agónicas del Covid-19 y en las separaciones abruptas y forzadas que muchos han padecido a causa de la gravedad en aislamiento. He repasado el puñado de veces que por otras condiciones he estado recluido en una unidad de cuidado intensivo, y no consigo hoy, en el tiempo presente, entender cómo se puede asumir el riesgo de contagiarse y enfermar gravemente, y hasta morir, o de poner en este riesgo a otro ser humano, teniendo a la mano el instrumento de prevención más poderoso conocido que es la vacuna. El dato más reciente y contundente es que el 99% de quienes han muerto en EE UU a causa del Covid desde el 1ro de junio, no estaban vacunados. Una estadística similar surge de quienes tuvieron que ser hospitalizados estando gravemente enfermos. Con estos datos, me pregunto una y otra vez, ¿a base de qué alguien permaneciendo invacunado asume tal riesgo para sí propio, y el de contagiar a otros que no tienen disponible la vacuna, tales como los niños menores de doce años, otras personas inmunosuprimidas, y cientos de miles de personas que aún no completan su vacunación?

Los informes periodísticos de esta semana traen entrevistas de personal de salud en los Estados Unidos a quienes algunas personas que apenas pueden respirar, o que están en ventiladores mecánicos, claman en medio de la desesperación por ser vacunados. La mayor parte de quienes logran superar la gravedad del Covid-19, dicen estar esperando ansiosos el momento de poder vacunarse, pues esta enfermedad puede repetir, y podrían entonces contagiar a otros. No he podido preguntar a ningún sobreviviente de la pandemia que haya salido de la Unidad de Intensivo ---no me he atrevido--- si se vacunará, aunque supongo que la respuesta será casi obvia. Tampoco he podido preguntar si mientras luchaba por su vida sobre qué o con quién soñaba, si es que en esa gravísima condición se sueña. Sí, he escuchado relatos de personas que claman por querer haber tenido al menos la oportunidad de compartir con los ya difuntos, un día normal más y tener la oportunidad de poder despedirse.

Supongo, que todos aspiramos a haber podido pasar ese tiempo extra con algún ser querido ya difunto, lo que muchas veces no se nos da, por muerte súbita, u ocurrida en la lejanía. Pienso en las víctimas de los desastres sociales, como los asesinatos, los suicidios, los envenenamientos con sobredosis de drogas, y los accidentes. Hagamos todo lo posible por reducir los riesgos que propician que estos eventos ocurran. Vivamos más sana y cuerdamente; ayudemos a disolver la inequidad y la injusticia que generan toda la violencia o una gran parte de sus causas directas e indirectas. Sólo así tendremos ese tiempo mejor de una vida prolongada, tiempo de ternura y esperanza, donde ni siquiera añoremos el intervalo de una despedida final.

Mientras tanto, prevengamos morir por Covid-19, vacunándose todos.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).