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Opiniones

El delito del colonialismo no prescribe, aunque las ocupaciones militares pueden olvidarse a conveniencia

Condenar el intento de tomar por asalto a Ucrania nunca será suficiente, si no se acompaña de una evaluación de conductas similares y de sus consecuencias en los que se haya incurrido contra pueblos y naciones enteras, alega el autor.

Tragarse a una nación o intentar hacerlo por la fuerza armada, como Putin y su oligarquía ultra capitalista han hecho con Ucrania, violenta principios fundamentales y el mayor de todos del cual los demás derivan: la dignidad humana, la dignidad de las naciones y el derecho a vivir en paz. Condenar el intento de tomar por asalto a Ucrania nunca será suficiente, si no se acompaña de una evaluación de conductas similares y de sus consecuencias en los que se haya incurrido contra pueblos y naciones enteras.

El 1ro de marzo, en Washington, coincidiendo con el discurso de situación del Estado que ofrecería más trade Joe Biden, una manifestación organizada por luchadores independentistas y concienciadores puertorriqueños de nuestras diásporas, expuso un esencial recordatorio del hecho colonial que es Puerto Rico producto de la invasión militar hace 124 años. Ese protesta, frente a la sede de su Congreso, debiera representar para Estados Unidos una urgente condena a sus políticas expansionistas y lo que conllevaron mediante la guerra y otras violencias. Estados Unidos como de hecho lo hacen otras potencias, interviene y se incrusta alrededor del mundo mediante esos resortes que le permiten mantener la opresión de la inequidad de naciones "a cuchillo de palo".

No olvidemos que bajo la tutela de su aún mentor espiritual y neoliberal, Gran Bretaña, las colonias estadounidenses iniciales, se fundaron a sangre y fuego; ni que su expansión hacia el oeste, en la Lousisiana, comprándole a Francia su "legítima" propiedad adquirida también a base de expoliación y aniquilamiento; ni que su expansión hacia el centro y noroeste de norteamerica expulsando o acorralando a pueblos indígenas; ni que sus maniobras de penetración, secesión de Tejas al sur para luego anexarla; como tampoco, su guerra imperialista, donde logró apropiarse de medio Méjico ---mientras hoy discrimina contra sus hijos y descendientes--- fueron todos antes de posesionarse de Puerto Rico a bombazos de su flota, elementos sobre los que todavía Estados Unidos tiene que labrarse una conciencia de sí de su lugar en el mundo. Sus grandes males sociales, los que habitan en su sique y salud sicológica, ni su profunda violencia interna sanarán, hasta que no se exorcise y comprenda, su sangrienta historia de expansión territorial y de explotacoión. Incluir sus fechorías bélicas en Asia, como la guerra de Vietnam, la de Irak con pretexto infundados y la de Afganistán en el marco de la Guerra Fria, y en América Latina llevaría muchos artículos completos. Sólo menciono el modo en que se agenció el control "perpetuo" de lo que sería la Zona del Canal de Panamá, una especia de Dombás cercenado de Colombia, para luego pactar de inmediato la concesión propietaria de una inmensa franja en la mitad de ese Estado creado casi instantáneamente por Estados Unidos. Cualquier parecido con el Luhansk y el Donetsk hace unos días es una notable semejanza e infame imitación por parte de Rusia.

Sin embargo, esa expansión y penetración estadounidenses, que es hoy planetaria y hecha en otras dimensiones no militares de la guerra, no paró en el continente norteamericano... siguieron hacia el Pacífico, cuando en 1893 derrocaron a la monarquía hawaina, invadieron y llenaron de avariosos mercaderes y aventureros este archiíélago y se lo apropiaron. Tan vergonzoso fue ese proceso doloroso, que incorporaron su territorio y luego años más tarde ciudadanizaron a los hawaianos. Más de medio siglo después, luego del azote de Pearl Harbor, ataque militar trapero del Japón con argimentos defensivos, y habiendo saturado de colonos el archiíélago, y arrinconado a la minoría originaria, lo admitirían en 1959 como el último estado de su federación, hace más de sesenta años. Pero no paró ahí la historia expansionista.

Luego de derrocar la monarquía en el 1893, cinco amos después, en el 1898, buscaron otras presas en ultramar y encontraron que su armada podía ser capaz de vencer a la del alicaído imperio español, por lo que la emprendieron, so-pretexto de un misterioso hundimiento de un buque, el Maine, en la bahía la Habana, contra Las Filipinas y Cuba. Cuando ya la flota española estaba agotada, mucho de ella averiada o hundida y casi vencida en esos dos puertos, bombardearon San Juan en mayo e invadieron a Puerto Rico dos meses después, un 25 de julio, fecha muchas veces infame, entrando por Guánica al sur de Puerto Rico deponiendo al gobierno autonómico puertorriqueño, e imponiendo luego de la cesión ilícita que le hizo España, su Corona, un gobierno militar.

De la misma manera que nadie podrá alegar que el presidente estadounidense de entonces William Mc Kinley estaba loco; o que la planificada captura del imperio español fuese producto de una decisión intempestiva, o que la adquisición ---secuestro--- de Puerto Rico como última regalía fue un accidente; tampoco nadie puede avalar, ni justificar lo que está sucediendo en Ucrania, que es el peor crimen que se puede cometer contra ésta y contra todos los pueblos del mundo.

Habrá quien crea que el colonialismo estadounidense sobre Puerto Rico, iniciado en el 1898, prescribió como pasa con la mayor parte de los delitos. Habrá quien piense que no es un hecho de naturaleza continua, que se comete cada día y a cada segundo. Pero si claro es que el colonialismo no prescribe, más claro es el hecho de que se profundiza y que a veces se enmascará anestesiando a algunas personas o haciéndolas que olviden, que no lo vean, que nieguen su presencia o pospongan su molestia por mezquina conveniencia.

Los amigos puertorriqueños que fueron a Washington y protestaron frente al Capitolio ayer, 1ro de marzo, en ocasión del aniversario del ataque nacioinalista al Congreso, le han dado un campanazo y recordatorio a quienes mandan ese Imperio: Aplíquense la lección, los discursos moralistas que lanzan sobre Putin ---que se los merece--- y reflexionen sobre la viga en el ojo propio.

Sabemos que en este mundo de competidores capitalistas ---como los son Estados Unidos, China, Rusia, Gran Bretaña, Alemania, Francia, y otros--- sus economías van al deguello siempre. La miseria de unos, es la bonanza en la danza de las pirañas y de las aves de rapiña de otros, como ya va sucediendo. Recordemos que el mundo se mueva a dos polos geopolíticos transcapitalistas donde China y Rusia están consolidando uno.

Quén gana de la guerra y quién pierde, es la pregunta fundamental a la hora de examinar sus múltiples y premeditadas causas. En este escenario bélico queda claro que Ucrania aporta su desgracia y los otros se llevarán las ganancias. Condolerse ante el sufrimiento humano y obrar para auxiliar y socorrer a las víctimas es un acto noble y un mandato de la más elemental decencia. En el caso de los EE UU, advenido ahora al tope del dicurso moralizante, le convendría hacer un acto de sinceridad y mirarse reflejado en el espejo del colonialismo en Puerto Rico que como reitero, nunca prescribe, ni es producto de consentimiento válido alguno.