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Opiniones

La (trans)formación del deporte

El abogado Jaime Sanabria comenta sobre la controversia de la participación de atletas trans en los deportes

El licenciado Jaime Sanabria.
Foto: Suministrada

Tolerancia, firmeza, flexibilidad, educación, prudencia… cinco sustantivos abstractos que, mancomunados en su uso, sirven como envoltorio para reflexionar sobre cualquier aspecto, pero en particular y en lo que nos ocupa hoy, sobre el encaje de la transexualidad en el deporte.

Puerto Rico se siente orgulloso de su medallista olímpica Jasmine Camacho-Quinn, ganadora de los 100 metros vallas en los pasados juegos olímpicos de Tokio. Ella, pese a su nacimiento norteamericano (Charleston), decidió representar a Puerto Rico por los orígenes boricuas de su madre (Trujillo Alto) y, con su victoria en los últimos Juegos, concitó la admiración de nuestro país y se convirtió en uno de los máximos referentes del deporte insular. Además, su marca (12.26 segundos) se convirtió en récord olímpico y en la cuarta mejor de todos los tiempos.

El protagonismo de Jasmine se ha visto reactivado hace muy pocos días al manifestarse en sus redes sociales sobre el hecho de que la estadounidense Lia Thomas hiciese historia al convertirse en la primera transexual que gana un campeonato de natación, en este caso, de la División I femenina de la NCAA.

La medallista puertorriqueña lamentaba la desventaja que supone para las mujeres la inclusión de atletas trans en competiciones en las que la fuerza o la resistencia otorgan una ventaja competitiva. No obstante, lejos de exhibir cualquier atisbo de transfobia, la vallista se expresaba con uno de los cinco sustantivos con los que comencé esta reflexión, en específico, el de la prudencia.

Sin embargo, el uso cuidadoso de la libertad de expresión no ha librado a Jasmine de los ataques de determinados colectivos relacionados con el ecosistema LGBTI que, sin reparar en las particularidades de las diversas disciplinas deportivas, se han lanzado generalistamente sobre la yugular de la atleta tachándola de transfóbica, entre otras lindezas de mal gusto y peor léxico. Las reacciones en contra de su postura llegaron a tal extremo que la campeona olímpica ha preferido borrar sus tuits para no alimentar una polémica que está presente, en el día a día deportivo, fruto de una diversificación de la casuística del género que la propia evolución y la de las técnicas médicas capaces de modificar la esencia originaria de los sexos han aportado a la sociedad.

La multiplicación de las posibilidades para la elección del género, las facilidades para transformar cuerpos con los que sus propietarios no se identificaban ha desembocado en un amasijo de géneros en muy poco tiempo. Son numerosas las variantes genéricas que buscan romper con el encasillamiento tradicional hombre/mujer. Esta proliferación hace necesaria una nueva perspectiva que resuelva las controversias y las situaciones potenciales discriminatorias que la penetración de unos géneros en otros ha traído consigo.

En lo que concierne al deporte, las federaciones de países se siguen esforzando en acomodar los nuevos tiempos a las viejas reglas, estableciendo límites hormonales, entre otras cosas, para permitir un igualitarismo competitivo. Pero la laxitud de la aplicación de la norma por parte de los distintos organismos reguladores del deporte provoca conflictos, disyuntivas y situaciones que pueden dar lugar a protestas por quienes se sienten perjudicados ante la irrupción en un determinado deporte de transexuales que compiten como féminas con unos índices hormonales por encima de los naturales.

Para ejemplificar estas desavenencias de criterio, hay que subrayar que, de una parte, la Federación de Natación de los Estados Unidos de América anunció recientemente un cambio en sus políticas para limitar a un máximo de 5 nanomoles por litro de sangre el nivel de testosterona, la hormona que influye en el aumento de la masa muscular, que deben tener las deportistas. Mientras, el Comité Olímpico Internacional permite a mujeres trans competir en categorías femeninas si sus niveles de testosterona están por debajo de 10 nanomoles por litro de sangre.

La diferencia se revela sustancial, los desajustes que la disparidad de normativas provocan en las competiciones también, y en este intérvalo de transformaciones aceleradas, se producen casos como el mencionado de Lia o como el aludido también en sus redes por Camacho-Quinn, el de la mediofondista sudafricana Caster Semenya, suspendida por la Word Athletics hasta que no presente unos niveles inferiores a los 5 nanomoles durante un periodo continuado de, al menos, seis meses.

La repercusión de la postura pública de la vallista puertorriqueña ha sido proporcional a su condición de ganadora y al número de seguidores por su condición de gloria deportiva nacional, pero lo que Jasmine solo hizo fue denunciar, con firmeza y con flexibilidad, otros dos de los sustantivos introductorios de estas líneas, una coyuntura que se revela, cuando menos, susceptible de un análisis profundo y de un mayor cientifismo que requiere de tiempo para su ajuste.

Conviene ser cuidadoso con las opiniones sobre una materia tan sensible y novedosa a la vez. Conviene también sopesar las consecuencias. Conviene, igualmente, aplicar la tolerancia, enumerada también en el primer párrafo de estas palabras, en un asunto tan opinable, tan sobrevenido podríamos inferir que abruptamente.

En esa línea de prudencia, se ha manifestado Sara Rosario, presidenta del Comité Olímpico de Puerto Rico, quien usó la diplomacia y el tacto para defender la libertad de expresión de Camacho-Quinn, al tiempo que calificó la transexualidad en el deporte como un asunto muy sensible y complicado de regular.

Nada mejor que reproducir literalmente las declaraciones de la presidenta del COPUR para sustanciar la magnitud no solo de la controversia social, sino del trasfondo del problema: “fue la de Jasmine una expresión muy genuina. También tenemos que entender la posición de las atletas mujeres que entienden que van a competir un poco en desventaja. Tiene su valor y merece respeto. Cada persona opina como quiere, pero hay que entender que atletas como ella sienten que van a competir en desventaja”.

Consistente con dichas palabras, y para abrochar el quinteto de sustantivos introductorios, debe aludirse a la educación, a su continuidad, a esa que debemos procurarnos todos, sin excepción, para asimilar estas situaciones, y al margen de ajustar y homogeneizar los reglamentos de las distintas disciplinas y estamentos para obtener una equidad competitiva, se requiere de una pedagogía sostenida, en conjunto con el sustantivo de la tolerancia, para que lo diferente deje de ser noticia.

Sin duda, resta aún un largo trecho en el recorrido hacia la equidad. Pero, mientras lo transitamos, no podemos dejar a un lado la ecuanimidad para que el esfuerzo y el talento sigan estando por encima de cualquier otro criterio.