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Opiniones

Iris Chacón, ahí viene, Iris Chacón

Imaginemos que alguien hubiese dicho al Sr. Clint Eastwood, a sus 73 años de vida, que ya no podía hacer más cine, que si tenía la intención de rodar Million Dollar Baby o Mystic River o Gran Torino o cualquier otra que se le hubiese ocurrido, se tenía que abstener.

Clint Eastwood tiene, en la actualidad, 93 años.

O que alguien hubiese dicho al Sr. Woody Allen, que no podía rodar Match Point, Blue Jasmine o Midnight in Paris, pues acababa de cumplir 70 años, y quizá sus capacidades ya se habían visto mermadas por el paso del tiempo.

Woody Allen cumplió, recientemente, 88 años.

O al Sr. Tom Jones, que le hubiesen pedido que dejara de cantar en Las Vegas a diario, y a sus 83 años . Y que no volviese a ser el más vendido en el Reino Unido.

O al Sr. Mick Jagger, y que le pidan que abandone los escenarios, y deje de saltar a sus tiernos 80 años.

Son muchos, millones más, quienes han ignorado los números de la biología y se han dejado guiar por sus fueros internos, por lo que les dictan sus mentes y sus organismos, para proyectar sus talentos a sus congéneres.

No han sido pocas las personas que llevadas, por sus prejuicios y limitaciones mentales, han criticado la actuación de Iris Chacón en las fiestas de la calle San Sebastián que tradicionalmente cierran nuestro periodo navideño.

Le han atribuido que adónde iba… a sus años (73)... con su cuerpo en exceso redondeado… con su presunta pérdida de capacidades vocales… con su descaro para ser tan mayor…

Críticas que emergen de los propios complejos de cada uno de los emisores de los prejuicios y que solo consiguen reafirmar a la vedette de América en la defensa de sí misma, a través de sus capacidades artísticas y su puesta en escena sin rubor alguno, a sabiendas de la pérdida de la plenitud que ocasiona el envejecer.

Afortunadamente han sido más, muchos más, quienes han salido en defensa de la artista, intemporal pese a quien pese, y han loado su gracejo, su dominio de las tablas y su capacidad para encandilar todavía a públicos de cualquier edad. Sin mencionar que ya querrían y querríamos muchos lucir una imagen y figura como la de Iris a sus casi 74 años.

El edadismo constituye una corriente no solo de pensamiento, sino también de acción, sobre la exclusión de seres humanos que han traspasado una determinada edad, sin cuantificar, de los movimientos activos de la sociedad. Y aunque lo nuclear del término pudiese aludir a una exclusión y marginación laboral, su significado va más allá porque sumerge a los “mayores” en una burbuja de aislamiento que retroalimenta, en demasiados casos, el propio aislamiento y genera patologías mentales, pero también fisiológicas.

No resulta defendible, en estos tiempos donde la longevidad de nuestra especie se extiende hasta unos parámetros impensables tan solo hace unas décadas, que quienes se sienten envalentonados de opinar sobre las capacidades de otras personas y mirar la paja en el ojo ajeno, tan solo por atravesar su momento de esplendor vital, laminen, de manera general, y estereotipen a una franja de nuestra población que es casi mayoritaria hoy día en Puerto Rico.

Deberían dejar esos negacionistas del optimismo vital, esos cartógrafos de las curvas vitales ajenas, que sea la propia vida la que excluya, por las razones que fuesen, a quienes la enfermedad o lo traumático, los incapacite para desarrollar una cotidianidad plena; pero no la anticipen, no destierren a potenciales Clints, Woodys, Toms o Micks al gueto de la inactividad laboral forzosa porque algunos que se propugnan como gurús de la sociología, juzgan que deben atracar en el fondeadero de lo inactivo.

Y gracias, Iris Chacón, por venir, por no dejarte amilanar ni por los años ni por el reflejo acomplejado de quienes se miran en espejos deformados por los añicos de sus propios prejuicios.