Log In


Reset Password
SAN JUAN WEATHER
Opiniones

Jesús Manuel vino de abajo y llegó arriba

Jesús Manuel, en las pasadas semanas, ha estado entre medio de ráfagas de balas que apuntan contra su estabilidad política.

Si Einstein decía que Dios no juega a los dados con el universo, menos parece hacerlo en la política, escenario en el que intervienen, con protagonismo, sus criaturas más selectas por encima de las cuatro fuerzas fundamentales que rigen cualquier proceso físico.

Hace poco se inició un cacerolazo mediático selectivo que persigue la renuncia, como candidato a gobernador, de Jesús Manuel Ortiz.

Las cacerolas más sonoras provienen del propio PPD, partido por el que el nativo de Vega Baja opta al cargo máximo de nuestra isla.

Como se sabe, en la política, conviene guarecerse del fuego amigo porque el enemigo es fácilmente identificable. Y eso es lo que le ha venido ocurriendo a Jesús Manuel, en las pasadas semanas, pues ha estado entre medio de ráfagas de balas que apuntan contra su estabilidad política.

Quizá el escollo más aristado de Jesús Manuel lo constituya la ausencia de un linaje político particular; o su procedencia de la calle sin escaparates luminosos; o su mestizaje; o la falta de un árbol genealógico repleto de antepasados políticos o de otros próceres de la política patria.

Poco parece importar a los que se consideran del establishment popular, el destacado currículo académico, primero, y profesional y político después, de Jesús Manuel, porque por muchos méritos que atesore, posiblemente, nunca llegará a ser uno de los suyos, condecorados por el determinismo de haber nacido, en el privilegio, entre sábanas de hilo.

El candidato Ortiz ha venido escalando peldaños en el PPD desde abajo, sin pisar yugulares, con el aval de su desempeño como asesor de prensa del exgobernador Alejandro García Padilla, labor que le sirvió de trampolín, ya en el 2016, para su elección por el pueblo como miembro de la Cámara de Representantes, puesto desde el que ha ejercido con tesón, con eficiencia y con una capacidad de trabajo fuera de toda duda. De hecho, su trabajo de fiscalización, desde la Comisión de Gobierno de la Cámara, habla por sí solo.

Por si lo anterior no resultara suficiente para entibar una trayectoria política merecedora de confianza, cuando menos de los suyos, de los que paradójicamente lo escogieron, en su vida personal, su condición de padre presente y dedicado a sus cuatro hijos lo ha dotado con una añadidura de mundanidad, de una sabiduría de lo práctico que lo ha hecho conocedor de los engranajes que mueven al pueblo, los que articulan la mayoría de conductas que condicionan los usos y costumbres que conforman las preocupaciones ordinarias de los puertorriqueños, lo que les importa, lo que conviene mejorar, resetear, reformular por encima de las promesas de campaña huecas.

Desde afuera, parece ser Jesús Manuel un tipo bueno, leal, alguien que se hizo por sí mismo, fruto de su propio esfuerzo, sin recibir otra ayuda que la de sus capacidades y su determinación.

Sin embargo, voces provenientes del interior de su partido, arrepentidas quién sabe si por la elección de alguien con escasez de estatus, vienen disparando sus armas verbales hacía su designación y solicitando su renuncia. Pero la realidad es que las balas lanzadas por dichas voces a quien pudiesen potencialmente herir de muerte es a ellas mismas y al propio partido que propugnan defender.

Sus declaraciones ensalzando la supuesta mediocridad ajena no hacen sino poner de manifiesto el enanismo (político) propio, porque evidencian quien sabe si una frustración o un enajenamiento de un partido dividido que no está inspirando afecciones en un Puerto Rico necesitado de unidad y no de divisiones orgánicas.

Se le atribuye a Jesús el desconocimiento de la historia del Partido Popular Democrático, como si bastase con dicho conocimiento partitocrático para resolver el derrotismo de un país necesitado de que sus políticos conozcan más las calles que los estatutos fundacionales de una organización, los agujeros negros de la economía que las figuras que le han precedido en determinado partido.

Permitan al candidato escogido demostrar las buenas características y destrezas que lo llevaron a donde está situado hoy día y dejen de jugar a elitismos en una isla casi moribunda, que solo trata de recuperarse de lustros de depauperación fruto de una suma de desaciertos de políticos con alcurnia que rara vez se mojaron los zapatos después de crear los charcos.