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Por Invitación

Cristo, Shakespeare y la Banca

En Puerto Rico, como en otros países, hace tiempo se ha vuelto un lugar común pensar que la privatización de los servicios es la solución a la incompetencia crasa de la administración gubernamental. Este mantra ya no es exclusivo de la ideología neoliberal de pacotilla, sino tambien ha devenido en sonsonete trillado de los políticos bienpensante que se pasean por los pasillos del Palacio de las Leyes. De igual manera escuchamos a diario en la radio y televisión criolla a la camada azul rojiza y la roja azulada pregonando las virtudes del empresarismo. Y si de empresarismo local deseamos hablar, entonces tenemos que hablar de la banca, que constituye la empresa privada más grande del país, y de sus bien remunerados cabilderos que tienen carpa permanente en el Palacio de Santa Catalina. Quien escucha a nuestros intelectuales de supermercado en radio y televisión pensaría que ninguno ha tenido que solicitar un prestamo hipotecario, pues se darían cuenta de que lidiar con la banca impopular resulta una pesadilla dantesca. Al fin y al cabo, el sector financiero es una extensión del Estado Libre Asociado; o más bien el ELA ha venido a ser una rama del interes bancario. Porque cuando de un proyecto de ley se trata, antes de llegar al piso del Senado, algún leguleyo bancario de seguro incluyó una que otra corrección al borrador.

Hace unos años, un amigo que trabajaba para la banca me invitó a ofrecer una charla sobre la responsabilidad social de la banca. Inicialmente pensé que fue una invitación sarcástica, pero resultó ser seria. Y como a mí también me gustan las cosas serias, acepté la invitación. Mi conferencia giro alrededor de la Ley de Reinversión Comunitaria, que en esencia requiere que la banca otorgue préstamos a los sectores pobres de la comunidad. Esta Ley tiene la mordida de un nonagenario desdentado. Porque nuestros legisladores se afilan la dentadura exclusivamente para morder el bolsillo de la clase asalariada. En aquella ocasión propuse que si la banca y nuestros representantes quisieran tomarse en serio la responsabilidad social comenzarían por reestructurar el eufemismo más grande que se ha inventado el sector prestatario: la tasa de amortización. Lo primero que hay que hacer es nombrar la tasa apropiadamente: tasa de usura. Y no hay que ser socialista (aunque ayuda) para lograrlo. Pongamos una tasa equilibrada. Si compro una hipoteca de $100,000 a una tasa de interés de 4% por treinta años, pues pasado quince años debería del principal $50,000. Pero eso suena a socialismo. Y los empresarios incansablemente nos recuerdan que vivimos en un mundo capitalista de libre mercado. Excepto cuando los bancos enfrentan pérdidas! Entonces el socialismo sí es bueno, el corporativo claro está.

Un pueblo que se entiende cristiano debería tomarse en serio la lección de Cristo cuando limpio el Templo expulsando a los usureros. Hoy día parece decirse muy poco al respecto en los templos de devoción cristiana. Y es que la crítica al empresarismo bancario contraviene al interés eclesiástico; especialmente cuando la institución sacra ha devenido en empresa subsidiada por los contribuyentes. La piedra sobre la cual Cristo edificó su Iglesia no está para romper cristales financieros. Mirando la presencia mediática, y para el infortunio de los feligreses boricuas, la teología de la liberación parece no haber llegado a la isla. Quizás debemos los de corte agnóstico y tendencias más seculares y menos piadosas, adaptar a nuestra realidad el célebre consejo del carnicero Dirk en Henry the Sixth de Shakespeare. Adaptación que leería: 'The first thing we do, let's kill all the bankers.'

*El autor es Catedrático Asociado de la Universidad de Puerto Rico.