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Vida

Ante la avalancha de la muerte: Nando Parrado relata su historia

'¿Saben que pasa cuándo uno se muere, en la vida?', preguntó Fernando Parrado, el viernes, ante una sala llena de personas, en el Hotel Sheraton, en el Viejo San Juan.

El sobreviviente de una de las tragedias más impactantes del siglo pasado, estuvo en un constante enfrentamiento con la muerte cuando el vuelo 571 en el que viajaba se estrelló contra uno de los picos en la Cordillera de Los Andes. La cola y las alas del avión se desprendieron inmediatamente al impactar la montaña. Sólo quedaron vivos los que se habían sentado en la parte delantera del avión. Detrás de la fila 9, en que Parrado se había sentado, no quedaba absolutamente nada.

De las 41 personas que viajaban en el avión, unas 29 habían sobrevivido los primeros tres impactos que sufrió el avión al caer, deslizarse y frenar en la cordillera. Pero esa cantidad se fue reduciendo según pasaban las noches frías en una montaña cubierta por la mayor nevada que había ocurrido en 50 años y tras recibir una avalancha que provocó 8 muertes adicionales.

Parrado fue uno de 16 sobrevivientes. Su madre y su hermana murieron en el mismo vuelo. El trágico accidente, sin embargo, hizo que a temprana edad Parrado aprendiera la lección que la mayor parte de las personas aprende al final de su vida, según confesó en su charla magistral.

Lo que realmente aprendió en las nevadas cumbres de los Andes, no tiene que ver con liderazgo, toma de decisiones, trabajo en equipo o supervivencia, sino más bien con la vida misma. Antes del accidente su mente estaba ocupada por sus estudios en administración de empresas, pero al regresar todo eso cambió. Su vida familiar había quedado destruida. 'A los 17, 18, 19 años uno se siente inmortal', comentó. Estar frente a la muerte fue paradójicamente un renacer a la vida.

Entonces, volviendo a la pregunta del principio: qué pasa, en la vida, cuando uno muere? 'Absolutamente nada. Todo sigue igual', contestó de forma franca.

Un par de días después de su regreso, a casi tres meses del accidente aéreo, se percató de que su ropa la habían regalado, su cuarto estaba ocupado por su hermana mayor que se había mudado a la casa, sus fotos las habían quitado de la pared y su moto la habían vendido.

A sólo 10 días de haber quedado varados, escucharon por la radio que el gobierno abandonaba la búsqueda de los pasajeros. 'La radio rompió toda esperanza y nos condenó a muerte', sintetizó Parrado.

En esa cárcel de nieve y hielo, según la describió, sólo pudo retener un pensamiento. 'Todos los pensamientos entran en un embudo y sale uno: ‘Yo quiero volver a mi padre. Yo no quiero morir. Quiero vivir''. Esa fue la fuerza que le motivó a recorrer 140 kilómetros hasta llegar a Curicó, junto a su amigo Roberto Canessa.

El empresario habló ante un público puertorriqueño que ha experimentado sus propias crisis, aunque a menor grado. La crisis económica, de experimentar un cierre de un negocio o el desempleo, es una que toca día a día a muchas personas.

'Todo eso es nada comparado con la pérdida de la vida', comentó Parrado.'Me gusta vestir bien, tener la casa que quiero, el carro que quiero. Todo eso me gusta, pero no voy a hipotecar a mi familia', puntualizó.