Se enciende la 'Zalsa' en su Día Nacional
Dicen llevar la salsa en las venas. El diálogo se activa, caprichoso, sin pedir permiso, entre los cientos de cuerpos que bailan y la música que juega desde la garganta clara de los músicos y sus instrumentos. Con 32 años en el esqueleto musical, arrancó el domingo el Día Nacional de la Zalsa.
La celebración anual organizada por la emisora radial Z93 arranca puntual al ritmo de Plenéalo. El grupo musical, que se presentó por primera vez hace 20 años en Aibonito, combina géneros y recibe los brazos en alto del público. 'Vamos a respetar a la mujer puertorriqueña', con eso terminan.
Desde el público bailan y reafirman ese sabor caribeño que dicen llevar en las venas. Cada movimiento parece surgir involuntario, el viaje de caderas, el conteo con los pies, el batir de brazos hacia la izquierda y la derecha. Hasta los que están detenidos en una conversación, marcan el ritmo con un ligero movimiento de pies.
Se detiene la música para rendir el primer homenaje del día. A un gran maestro, gran músico, bailador, con una trayectoria exquisita, que ha formado parte de grandes orquestas de salsa en Nueva York y Puerto Rico, así habla el locutor. Sube al escenario a Ignacio Sanabria Vázquez, mejor conocido como Nacho Sanabria, fundador y líder de la orquesta El sabor de Nacho.
'Quiero agradecerle al pueblo porque sin él, yo no estaría aquí. Como ustedes ven, los años pasan, pero a mí se me quedaron encima. Trataré de hacer todo lo posible por quedar bien ante ustedes, y me refiero tanto a los puertorriqueños como a los colombianos que me tienen a mí cantando todavía, los rumberos de siempre, y todos los hermanos que se encuentran en Latinoamérica', suena la voz clara de Sanabria.
El hombre de la salsa tiene 85 años en los huesos. Toca unas pequeñas maracas, mueve su cuerpo esbelto con el sabor de la orquesta que ha dirigido por más de cinco décadas. Gira de un lado a otro, alza los brazos en el aire. Saluda a Cataño, su tierra natal. Las parejas bailan como una extensión de las notas musicales.
Quedan pocos espacios por llenar del terreno verde de béisbol. La gente continúa entrando al espacio que mira a la tarima. Se juntan de las edades más diversas y estilos dispares. Fuera del estadio, la genta también baila, aplaude, y hasta canta en karaokes improvisados.
El sol hacer arder el suelo y las frentes. Un arcoiris de sombrillas se abre contra el escenario. Las visceras de gorras y sombreros escudan de los rayos. Una amplia multitud se ubica en las sillas naranjas y verdes del estadio, lejos del sol y el escenario.
Desde allí, hombres y mujeres acompañan el ritmo con maracas, con cencerros tocados por claves, con grandes cabasas, o sencillamente con el sonido de las manos contra los muslos. Bailan desde sus asientos, o dan vueltas en el pequeño espacio disponible. Otros simplemente contemplan, detenidos, serios.
El sabor puertorriqueño salta de la música hacia la comida. Venden bacalaíto, alcapurria y demás frituras típicas, en un kiosco. También limonada fresca, bebidas alcohólicas, piña colada, frutas, pizza. Los vendedores también bailan.
El segundo homenaje llega para Mickey Cora, el trompetista que heredó el instrumento de su padre, y que hoy dirige su Orquesta Cábala. Vestidos de escarlata, juntan el güiro, los timbales, el teclado con el sonido indispensable de la trompeta. La música escala por la garganta clara de los cantantes. La gente sigue entrando.
'Viene salsero, ahí na' más', grita uno de los locutores de la emisora radial. Pide una bulla para el público mundial. La celebración se transmite en vivo a través del portal de La isla estrella.
La llegada de Pirulo y la Tribu recibe el aplauso masivo del público. Es su primera aparición en el escenario del Día Nacional de la Zalsa, y fue precisamente Z93 la primera emisora que sonó su música. Los vítores al joven exponente del género en Puerto Rico se intensifican.
'Salsero, llegó el día de nosotros, salsa del alma, de corazón, salsa del 2015', dice al micrófono. Como si se tratara de un equipo de béisbol, La Tribu está uniformada. Con una gorra que lee 'Nacional', y tres estrellas rojas en el pecho, Pirulo encabeza a su grupo tocando los timbales.
'Si se nos apaga la luz, que se nos apague con salsa', dice Pirulo. Le responden los gritos y aplausos.
Y así cae el sol, y el cielo se tiñe de negro, sin una nube. El vasto terreno que sirve como arena frente al escenario está abarrotado. Miles de personas se juntan para recibir a los músicos. Como un caos organizado, entre los miles saltan los brazos, los cabellos revueltos, los giros de el 'pueblo salsero' que persiste en el baile.
'Mi padre es músico. Desde chiquito, vengo escuchando los discos viejos', dice Jaime González, de 38 años. Con una bandera de Puerto Rico que le cruza el diseño de su camisa, baila con paso suelto, solo, al lateral del estadio. Viene de Toa Alta, toma clases de baile, y ahora cierra los ojos y sigue volando con la música, riéndose a carcajadas.
La monoestrellada boricua se une a los azules y rojos de la bandera panameña, y al amarillo, rojo y azul de la insignia colombiana. Paola Prieto, de 33 años, baila en pareja con la voz de Frankie Ruiz Jr. al fondo. Nació en Bogotá, y cuenta que en su familia todos escuchaban salsa. Creció con la música de El Gran Combo de Puerto Rico, Bobby Cruz y Andy Montañez- su favorito.
'Este año ha estado más organizado. Me encanta', dice. Aprendió a bailar con su tío en tierra bogotana. Plantó bandera en Puerto Rico hace 10 años y frecuenta locales para seguir esa tradición tan caribeña de la salsa y el movimiento.
Pelos rizos y lacios, pulseras santeras, gorros rastafaris, muletas y sillas de ruedas, sombreros de pana, camisas alusivas a ediciones pasadas del Día Nacional, el público diverso se mueve con soltura. Casi no tocan sus sillitas de playa, embriagados por la música.
Sin más, sube al escenario Gilberto Santa Rosa. Un aplauso torrencial invade cada esquina del campo abierto. El reconocido 'Caballero de la salsa' recibe el Premio Estrella, y se lo dedica al público por todos los años juntos. 'Gracias por todo el apoyo que le dan a esta músico desde todos los ángulos'. Resalta la labor cultural de los músicos jóvenes 'que merecen el aplauso y apoyo de todos'.
Entonces, 'Gilbertico', como le llaman cariñosamente, regala una muestra de su repertorio. Recibe a cambio las voces al unísono de un cúmulo de gente que lo conoce, le aplaude, le canta. Se aparta del micrófono y escucha ese coro gigante al ritmo de 'Perdóname' o de las letras de 'Ya llegó el Día Nacional'.
Y los nombres siguen, el reconocido Adalberto Santiago, Richie Ray, Bobby Cruz, Tito Allen, Sammy 'El Rolo' González, Raphy Leavitt y La Selecta, Roberto Rivera y La Solución, Héctor Trichoche, Ray de la Paz, entre otros.