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SAN JUAN WEATHER
Huracanes

Miami escapó de Matthew bajo la sombra del recuerdo de Andrew

Miami - 'Tranquilo, no creo que vaya a pasar nada', le decía a un amigo mientras miraba por la ventana de mi apartamento en Coconut Grove, Miami. Esperábamos la inminente llegada del terrible Huracán Matthew, que acababa de devastar Haití y Cuba, con una sombra de preocupación en el semblante.

La lluvia había comenzado y se esperaba que no parase hasta el mediodía del viernes, según indicaban los reportes meteorológicos. Estas informaciones iban acompañadas de un anuncio en el que las autoridades del condado de Miami Dade emitían un toque de queda, el cual tomaría efecto desde las seis de la tarde.

'Creo que me voy a quedar en la casa' le dije antes de colgar a mi amigo, mientras la lluvia disminuía.

Fue ahí cuando decidí, como buen puertorriqueño, salir a ver qué diantres pasaba en las calles de Miami. Este no era mi 'primer rodeo', pero la vibra era otra, y la gente, según mi visión de mundo, se lo estaba tomando en serio. Muy en serio.

A principios de semana, se había anunciado la posibilidad del paso de un huracán categoría 4 por el este de la Florida. Llegados a estas alturas, la vigilancia había disminuido a un mero aviso de tormenta tropical… y, sin embargo, la gente no estaba del todo confiada.

No es para menos: en 1992, el sur de la Florida fue víctima del Huracán Andrew, creando un 'antes y después' en la psiquis colectiva de los residentes de Miami. 'Lo que mas recuerdo es el ruido del viento', me contó Justo, un gerente de un garaje de gasolina mientras relataba su memoria de aquel difícil recuerdo. 'Realmente devastador', añadió el comerciante, mientras realizaba los preparativos del cierre.

Los negocios y las residencias de la ciudad de Coral Gables estaban decoradas con lonas que servían como tormenteras. Algunas de ellas tenían mensajes inscritos como 'Estamos abiertos!'. Otras traían consigo mensajes que denotaban la duda al paso de esta tormenta, (Hurricane Ni Pin….), expresando ese sentir colectivo de desconfianza que se extendía como un murmullo generalizado: 'puede que pase, puede que no pase'.

Todo esto se hizo aún mas palpable al arribar a una cafetería cubano-americana muy popular en el área. Las conversaciones fluctuaban entre la muerte del joven lanzador José Fernandez, chismes de barrio y el paso de esta tormenta. Y en todas las voces, el reflejo de la duda perduraba. 'No nos podemos dormir, porque uno no sabe', decía uno de los clientes del lugar a sus amigos.

Pese a las dudas generalizadas, la jornada no fue muy larga, ya que, con tormenta tropical o no, el toque de queda impuesto limitó los movimientos de los ciudadanos de Miami, encerrados a su vez en el espejismo de sus propias inseguridades mentales al fuego del recuerdo de otra catástrofe atmosférica ocurrida veinticuatro años atrás. Al volver a casa, regresé a mi ventana. Las ráfagas nunca llegaron. Tampoco las pulgadas de agua que prometían traer. Aun así, me sorprendieron mis propias cavilaciones: y si pasa?

(Humberto Jiménez Jiménez para NotiCel)
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