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Huracanes

Albergues en sectores de haití aún esperan la llegada de ayuda

Miles de personas permanecen hoy en albergues en el suroeste de Haití como consecuencia del devastador paso del huracán Matthew y, aunque en el centro de Jeremie ya se repartieron 20 toneladas de comida, esa ayuda aún no llega a todos los refugios.

En una operación que contó con el respaldo de la Minustah y la Policía Nacional, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), entregó ayer 20 toneladas de comida en el centro de Jeremie, una de las ciudades más castigadas por Matthew.

El reparto se produjo en momentos en que la población comenzaba a desesperarse por la falta de ayuda, por lo que era imprescindible que los cascos azules escoltaran la carga para garantizar que llegara a manos de los necesitados y prevenir cualquier tumulto de la población para hacerse con la ayuda.

Está previsto que en las próximas horas llegue a Jeremie la ayuda de distintas organizaciones internacionales, incluida la que transportó un avión procedente de España, que ayer aterrizó en Puerto Príncipe.

Unas 200 personas pernoctan, desde el pasado 4 de octubre cuando el ojo del huracán tocó tierra en el suroeste de Haití, en el colegio Marguerite D'Yeuville de Jeremie, donde la falta de ayuda empieza a hacer mella, explica Elisée Mozaeh, que se identificó como responsable del centro.

La necesidad más perentoria para esta gente es el agua, aunque tampoco tienen gran cosa que echarse a la boca, por eso al caer el sol no se ve ningún fuego encendido para cocinar, explican los albergados allí con cierto tono de indignación.

Hasta ahora, cada familia aporta lo que puede y, con esas pequeñas contribuciones individuales, todos se juntan a comer, apunta Mozaeh.

Según explican, una organización les llevó hace cuatro días algunos víveres, cuya cantidad solo describen como insuficiente.

Al menos, la Policía haitiana les ha llevado un generador y ya no pasan la noche en la oscuridad, pero eso no los alimenta.

Los colegios y liceos son las principales instalaciones que acogen a las personas que salieron de sus casas la noche en que llegó Matthew para protegerse de su azote.

Unas 175,000 personas permanecen alojadas en 224 refugios, según las cifras más recientes de la Protección Civil, que establecen que Matthew causó la muerte a 473 personas aunque otras fuentes de autoridades locales elevan la cifra de muertos a 800.

Afortunadamente, el Instituto de Ciencias Aplicadas de Jeremie no estaba entre los que se convirtieron en refugio, porque no resistió la embestida del huracán, y quedó reducido a escombros, como si una bomba hubiese caído sobre la estructura.

El director de la escuela, Pierre Jean Wilson, mostró a Efe el lugar donde estaban las aulas, el laboratorio de química y las salas de informática, en el que aún se distinguen los restos de algunos ordenadores.

Allí asistían a clase 1,400 alumnos que no volverán en mucho tiempo, porque el instituto no se podrá reconstruir hasta que haya dinero, señala con resignación Wilson, mientras intenta, inútilmente, limpiar algo de semejante desastre.

Otra zona tremendamente castigada de la ciudad es el barrio de Merlin, cuyos habitantes no se muestran en absoluto molestos al verse expuestos, por la falta de paredes y techos, a la mirada de desconocidos que se pasean entre los escombros para capturar en imágenes los efectos del huracán.

Al contrario, parecen deseosos de que esas parcelas en las que ya no queda nada sean fotografiadas, y señalan ese vacío delimitado en el suelo indicando que esa era su casa.

Quizá esa sea su forma de mostrar hasta qué punto necesitan ayuda, con el deseo de que llegue lo antes posible. A fin de cuentas, ya no tienen nada que perder.

Hay un sonido incesante en ese lugar desde que sale el sol, el de los martillos golpeando, aquí y allá, que mantiene ocupados a los hombres que tienen la suerte de contar con algo que sirva como base para volver a construir su casa, o que han encontrado un techo bajo el cual cobijarse.

Las mañanas están bien ocupadas en el trabajo de construcción, la actividad mitiga el hambre y la desesperación, pero cuando cae la noche y no hay un trabajo al que dedicarse, las sombras de la penuria regresan.

(EFE)
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