La excepción no se puede convertir en norma
[OPINIÓN] Oscar J. Serrano, editor senior de NotiCel, analiza cómo preservar la salud y la vida es primordial y plantea cómo otros países trazan la ruta para flexibilizar el confinamiento con las debidas precauciones sanitarias.
Desde la noche del 15 de marzo de 2020, todos los residentes de Puerto Rico vivimos bajo un estado de excepción que implica la suspensión de derechos constitucionales y humanos, el trastoque del acceso a la justicia y de la democracia representativa porque no hay un gobierno con tres ramas funcionando de manera regular y un ciclo de emprobrecimiento personal ante la paralización casi total de la actividad económica.
Se le llama a esto un estado de “excepción” porque no es la norma, es una anomalía, algo extraordinario, algo que se supone que no sea permanente ni perpetuo porque, de serlo, ya no sería la excepción sino la “nueva” norma.
Pasado un mes del encierro forzoso decretado mediante orden ejecutiva por la pandemia de COVID-19 y bajo la amenaza de que la “excepción” podría prolongarse hasta junio, se impone sin dilación alguna y sin dobleces ideológicos exigir que el Gobierno de Puerto Rico presente ya sus criterios para comenzar a flexibilizar los decretos y su hoja de ruta para que la excepción no se convierta en una norma permanente.
Esa conversación pública ya no se puede postergar. En la pasada semana, Estados Unidos y Europa comenzaron discusiones públicas sobre eso e, incluso, algunos países que impusieron cierres forzosos después que nosotros ya tienen planes, y fechas concretas, para comenzar a flexibilizar sus estados de excepción.
Para que nadie se confunda, este análisis parte de tres principios: 1) la excepción se supone que sea una pausa, no algo permanente, 2) la alternativa no está en ninguno de los extremos, ni en la normalización de un día para otro como si aquí no hubiera pasado nada, ni tampoco en un continuo alargamiento del encierro como resultado de la incapacidad, o ineptitud, gubernamental y 3) preservar salud y vida es lo primordial, pero, a la misma vez, hay que aceptar que ninguna solución elimina el potencial de contagio y muerte por una enfermedad que apenas comenzamos a comprender.
De hecho, los criterios de reapertura que se discuten parten de la premisa de que para lo que hay que prepararse es para una o varias olas adicionales de contagio y que la flexibilización se haría en ciclos de dos semanas.
Cada país del mundo tiene sus retos y oportunidades particulares en la lucha con la pandemia. Es conveniente repasar algunas particularidades nuestras.
Primero, los ciudadanos hemos sido bastante cumplidores con la orden de encierro. Siempre se podrán mostrar ejemplos de desvarío, pero una mirada objetiva tiene que concluir que la disciplina ha caracterizado la reacción de los puertorriqueños hasta ahora.
Segundo, el gobierno ha desperdiciado tiempo, recursos, energía y oportunidades durante todo este mes de una manera que va desde lo trágico hasta lo criminal.
Tercero, con suficiente voluntad, hoy mismo se podría apretar el botón de “restart” para reenfocar los esfuerzos de todos los sectores del país hacia una respuesta coherente, segura y eficiente que nos permita flexibilizar el encierro.
La alternativa que no debemos aceptar es lo que vimos el sábado con el secretario de Salud, Lorenzo González Feliciano, un funcionario público que, a menos de 48 horas de admitir que su agencia no está registrando bien la información más básica de una pandemia, la localización y el resultado de pruebas de detección, adelanta que asumirá la postura oficial de que el encierro debe extenderse hasta verano.
Ese episodio revela todo el peligro de quedarnos como estamos hasta ahora: las autoridades tomando decisiones con criterios secretos y esotéricos, porque con datos reales y fehacientes no es.
De hecho, tomando decisiones hasta contradictorias de los fundamentos científicos, ¿o es que en algún momento se ha explicado convincentemente cómo es que el pico de una enfermedad que tiene 14 días de incubación se está fijando a más de un mes después de que comenzó el encierro que se supone detenga la propagación?
Por eso es que se impone reclamar que se establezcan criterios claros o, de lo contrario, en junio la corazonada les dice que debe ser en julio y en julio les dice que debe ser en septiembre y, mientras, seguimos presos de un aparato gubernamental que cobra su sueldo completo, la mayoría sin trabajar, cuando por otro lado los ciudadanos que necesitan trabajar para comer no pueden hacerlo sin arriesgarse a convertirse en “criminales” bajo los decretos de encierro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Casa Blanca, fuentes académicas e internacionales, han emitido sus respectivos criterios que, con variaciones, se pueden resumir en la preparación de tres sectores: el gobierno, el de salud y el privado.
El gobierno en la medida en que haya desarrollado la capacidad de mantener la enfermedad controlada mediante buena detección, monitoreo, rastreo y aislamiento de casos; el de salud en la medida en que tengan capacidad para manejar los brotes con suficientes aparatos, personal, espacios, equipo protector y con el monitoreo del efecto de la enfermedad en sus trabajadores; y el privado en la medida en que la reanudación de las operaciones pueda hacerse manteniendo medidas de higiene, de distanciamiento social, de prevención y de cernimiento (como la toma de temperatura).
Sin agotar algunos de los elementos que se pueden tomar en cuenta para ayudarnos a cumplir con estos criterios, vale la pena tener en cuenta que: el Gobierno de Puerto Rico apenas ha usado los fondos que liberó la Junta de Control Fiscal para esta emergencia; hay una red de jóvenes emprendedores en el sector tecnológico que pueden aportar mucho si se desecha la práctica de arrojar millones a Microsoft como proveedor del gobierno; hay también una red de científicos boricuas, aquí y afuera, con contactos y conocimiento valioso; hay pericia subutilizada en el Instituto de Estadísticas; hay decenas de miles de empleados públicos que se pueden readiestrar para trabajar con la emergencia; hay cientos de fábricas cuya producción se puede coordinar para tener equipo y recursos de aquí en vez de tirarle millones a los piratas que dominan el mercado internacional de provisiones para la pandemia; los laboratorios clínicos han sido obviados como parte de la respuesta; y, aunque la data de pruebas no es confiable, la data de utilización de camas y ventiladores nos indica que hasta ahora se ha mantenido por debajo de lo esperado.
La tarea urgente en Puerto Rico, con un ojo puesto en las lecciones del desastroso primer mes de encierro, es enfocarse en la acciones y soluciones que nos van a permitir cumplir con esos criterios. Requerirá cooperación, innovación, valentía, y no se le puede dejar solo en manos al aparato gubernamental.
Para ver el documento de la Organización Mundial de la Salud con criterios de reapertura, pulse aquí.
Para ver el documento de Casa Blanca, pulse aquí.