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Opiniones

El menosprecio por la vida

Columna del abogado y exlegislador Víctor García San Inocencio.

El abogado y exlegislador Víctor García San Inocencio.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

Un país hecho a sangre y plomo por siglos carga hondas cicatrices en el alma. Los países tienen una especie de alma, una manera de ser con la que atraviesan los siglos. Cuando esas cicatrices se reproducen y multiplican, y encallecen la sensibilidad y el don de humanidad de alguna gente el país sufre.

Cuando mucha gente o una mayoría de la gente porta la cicatriz de la devaluación de la vida, un abismo y vacío profundo consume a aquél país. Esa violencia, o esa visión que normaliza la violencia y la degradación de la vida, se traslada y multiplica, es decir, se propaga. Como toda corrupción el menosprecio por la vida se imita y se aprende. Cuando es punta de lanza para el dominio o para el ejercicio del poder se torna profundamente más dañina.

Sea por la guerra con otros países o con su mercadeo; sea por la guerra civil, o por la opresión intestina; sea como producto de la inequidad que se profundiza; sea cual sea la forma en que se manifiesta esa violencia, ésta carcome los cimientos de aquello por lo que vale la pena vivir. Morir de causas no naturales es algo que se normaliza, morir por inequidad o descarte termina siendo cuestión de acostumbrarse.

Desde el vientre materno hasta la vejez acortable también se menosprecia la vida, Por ello no son de extrañar 205 masacres este año y 27 tiroteos en escuelas en los EE UU. Por eso nadie se asombre por los nueve asesinatos de ayer martes, 24 de mayo, o por los cinco que mataron las otras noches en un pestañeo, aquí en Puerto Rico. Estamos unidos, ojalá que no permanentemente, a aquella estructura y modo de ser violento que se contagia a través de las comunicaciones, los ordenamientos jurídicos, el comercio, el mercado, el dominio, los hábitos y las malas costumbres. Hay una aculturación en la violencia, nadie lo niegue, ni lo encubra, pues es imprescindible para entender el problema y el muy doloroso desglose de sus manifestaciones y consecuencias.

Lo único que falta de llegar a Puerto Rico es la NRA ---la National Rifle Association de Estados Unidos--- que celebra su convención anual número 151, precisamente en Houston, Texas, donde un asesino demente de 18 años mató a 18 niños de entre segundo y cuarto grado de la escuela elemental Robb de Uvalde, asesinó a dos maestros y previamente, a su abuela. Él mismo se compró dos rifles de asalto, tipo AR-15, trescientas setenta y cinco municiones y un chaleco o armadura antibalas en un santiamén. La NRA no ha cancelado su convención anual allí mismo en Texas. Emitió una nota aguada de manoseada solidaridad y adjudicando la masacre a un fenómeno individual. Tamaña ceguera. Su anuncio previo a la matanza de escolares, que traduzco en parte, es una joya de insensibilidad, un claro asco.

"... El Pabellón de Exhibiciones estará abierto los tres días y se mostrarán más de 14 acres de las más recientes armas y equipos de las compañías más populares de la Industria. Desde entretenimiento a eventos especiales, todo ocurre en el fin de semana del día de la Recordación. Haz planes para unirte a los compañeros Patriotas de la Segunda Enmienda para un fin de semana lleno de libertad para la familia entera, mientras celebramos Libertad, Armas y la Segunda Enmienda..." Se trata del Mercado Armamentista en todo su esplendor, la adoración y el festejo de las armas, celebrado paradójicamente en el Fin de Semana del Armisticio de la Primera Guerra Mundial, que sería se supone la última guerra. Ese mercado satura a ese país de armas y también es el principal desarrollador y suplidor de armas en el mundo.

El presidente Biden preguntó anoche en un mensaje a su país luego de la masacre infantil, ¿por qué esto sólo ocurría en los EE UU y en casi ningún otro lugar del mundo?, mientras recriminó a los cabilderos que bloquean la legislación para frenar el mercadeo doméstico de armas. Obvia lo evidente: a los legisladores no le interesa llevarle la contraria a los fabricantes y mercaderes de armas, ni hoy, ni hace 10 años ---cuando ocurrió otra masacre escolar con una veintena de niños asesinados en, la de Sandy Hook, Connecticut--- ni desde hace sesenta y dos años. Ya el saliente presidente Dwight David Eisenhower advertía en 1960, contra la manera en que el complejo militar industrial asediaba la democracia.

¿Pero qué puede esperarse de un país cuyo segundo derecho fundamental enumerado en su Constitución es el derecho a tener y portar armas?, ratificado en el 2007 por el tantas veces cultamente matarife Tribunal Supremo de los EE UU.

Me rompe el corazón tanta violencia y menosprecio por la vida, la saturación armamentista de tantos hogares, su imparable tráfico, el mercado mundial de armamentos, los escolares muertos, los masacrados nuestros y de EE UU, los muertos en la guerra de Ucrania ---y en Yemén y tantos otros lugares--- pero seamos claros: Aquel país con un mercado que lo gobierna y lo corrompe hasta la médula de los huesos con sus intereses poderosos, está siendo devorado por la avaricia y todas sus violencias.

Apreciar la vida es un primer gran paso, apreciarla sin ambages, ni vericuetos jurídicos, ni de ninguna otra índole. Sólo así se ama la vida, y sólo amándola es que la libertad verdadera es posible.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).