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Opiniones

Más allá, debajo del eclipse

"El sábado, mientras muchos estuvimos entretenidos por otro eclipse, el solar, se celebró en el Coliseo Roberto Clemente una protesta en servicio".

Licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

Siempre será más fácil decir, que hacer. La lengua desprovista de manos ha sido a lo largo de la historia de la Humanidad y de la de cada uno una compañía conveniente.

No es que decir o hablar, no tenga riesgos. Muchos han pagado el precio de la libertad, la comodidad y hasta con la vida por haber expresado verdades peligrosas.

El diálogo es materia rara y escasa que debemos cultivar todos, empezando por la escucha atenta de lo que suele decirnos la conciencia y que soslayamos, pero además, poniendo empeño con oído atento, razón y corazón a quien quiere llegar a nosotros para provocar el encuentro de dos inteligencias que es lo que supone el diálogo.

Decir, que siempre será importante, aunque más fácil que hacer, es una herramienta fundamental cuando se trata de ponerse a hacer y de cumplir el propósito que nos lleva a hablar para hacer. Pensando decimos y planeamos rutas y modos; diciendo revisamos lo que pensamos; dialogando ponemos en marcha la idea, el concepto y el plan que diseñamos para hacer.

Cuando se pierde la capacidad de dialogar, nos reducimos simplemente a pensar en solitario para escucharnos a nosotros mismos. Como el músico que ensaya en la soledad una melodía toda la vida la cual nunca escuchará nadie, así de inútiles son nuestras ideas cuando no conseguimos comunicarlas. La melodía disfrutada en solitario, podrá ser hermosa y deleitar a quien la interpreta, pero no la compartirá con nadie. Será un simple placer o desahogo que ni una hoja moverá del mundo.

La protesta es quizás la forma más rotunda con la que se quiere iniciar un diálogo. Se trata de un llamamiento a la conciencia del otro, de aquel que se muestra indiferente, que no entiende, o que descarta a quien reclama y a sus reclamos. Nadie protesta por protestar. Algo valioso tiene que estar roto para que una o muchas personas decidan llamar la atención de que hay que repararlo.

La protesta, que suele manifestarse diciendo, es una invitación a dialogar para hacer. Cuando se ejerce delante de quien ostenta la autoridad o el poder, adquiere siempre un carácter político. Este vocablo devenido en vulgar por quienes lo desprestigian con sus hechos, lo político, debiera ser parte central de nuestras vidas como ciudadanos.

Somos criaturas políticas, pues vivimos en sociedad, donde la clave de la convivencia es el ejercicio responsable de nuestros deberes y obligaciones para con los demás. Cada persona de carne y hueso se define para y desde su prójimo. En una comunidad política, entender la relación de cada uno con quien ostenta la autoridad, define a todos y marca el camino del conjunto al cual llamamos comunidad política, la cual existe como recinto y bastión de nuestros derechos. Cuando el carácter de una comunidad política se orienta hacia la aspiración democrática, la voluntad general debe promoverse y puede concretarse.

En este contexto, a tono con Rousseau, la voluntad general nunca será la de una mayoría, y ni siquiera la suma de todas las voluntades individuales que llegan a un acuerdo. Es algo muy superior que trasciende la triste contabilidad de los votos. Es lo que lleva a la comunidad política y a cada individuo a procurar el bien mayor, que debiera ser el Bien Común, aunque lo que se decida hacer no sea conveniente de inmediato, ni placentero y suponga un esfuerzo mayor y hasta sacrificios.

En el campo minado de los intereses individuales, acelerado por la avaricia y el deseo de acumular riqueza que se inculca en cada uno, sin importar que un rayo parta a otros, es mucho más difícil dialogar para hacer, pues los apetitos voraces y fugaces nublan el entendimiento, Entonces, las decisiones responden a necesidades o caprichos del corto plazo, con muy poca reflexión sobre cómo vamos a resultar afectados todos por las consecuencias. Así es que se fabrica el combustible de las guerras, la desigualdad rampante, los daños medioambientales, las alucinantes acumulaciones de riqueza y pobreza, los conflictos y la destrucción planetaria.

Aquí en Puerto Rico, necesitamos dosis enormes de diálogo constructivo y creador en todos los niveles. Los jueyes en la lata, trepándose los unos encima de los otros, nunca pueden salir del hoyo o de la caverna. Así es que vivimos entre sombras.

El sábado, mientras muchos estuvimos entretenidos por otro eclipse, el solar, se celebró en el Coliseo Roberto Clemente una protesta en servicio. Los médicos y los profesionales de la salud llamaron y alertaron a miles de pacientes y al país sobre el precipicio que enfrenta la salud de los puertorriqueños ante el desenfreno por ganancias de las compañías aseguradoras de salud y la inercia virtual-viciosa del gobierno llamado a controlarlas.

Unidos por la salud porque todos somos pacientes convocada por el Colegio de Médicos y Cirujanos es la primera “protesta en servicio” que se hace en el país. Ofrecieron durante ocho horas, medio centenar de entidades y cientos de profesionales de la salud el sábado eclipsado, un luminoso despliegue de generosidad, aliento y diálogo en servicio. Diálogo para hacer. Hablar-haciendo, lengua con manos y prédica con el ejemplo. Dando lo que miserablemente racionan las aseguradoras de salud, único sector que dramática y paradójicamente no fue invitado a la actividad para hacer patente una de las razones de la protesta.

Tenemos que protestar y dialogar mucho a través del servicio. Nada iguala el placer de servir al prójimo cuando se trabaja por el Bien Común. Servir, de eso se trata. ¿Es tan difícil servir? ¿Para qué serviríamos si no servimos?

Quienes miran la vida ultra individualista mente, nunca ---como cantaba Aute--- rozaron ni por un instante la belleza, ni el valor del servicio al prójimo en el mundo. Tampoco aquí sucederá en Puerto Rico, una isla densamente poblada de problemas coloniales y rodeada de la sequía de verdadera solidaridad, amor al prójimo y a la Humanidad. Más allá o debajo del eclipse, la dignidad brilló. Permita Dios que sea el inicio de un tsunami de servicio de todos los que caminamos juntos en pos del Bien Común.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).