En los tenis de Peter John
Por Zacha I. Acosta González*/Finalizado el último partido de fogueo de Puerto Rico y Macedonia este jueves, me quedé disfrutando el momento paternal que todo niño o niña desearía tener: ser cargado por su estrella luego de haber alcanzado el éxito tras 40 minutos de intenso juego.
Ese momento lo regaló el escolta José Juan Barea con su primogénito, Sebastián José, en el centro del tabloncillo del Choliseo. Una imagen que en la mayoría de los espectadores fue aprobada con un 'Qué bello!', 'Hermosos!', 'Espectacular!'. Alabanzas que sustituiría el 'like' de esas imágenes que corren ahora en las redes sociales.
Sin embargo, en las gradas ubicadas detrás de las mesa de estadísticas estaba el centro Peter John Ramos participando de un careo con un fanático. Su expresión facial de molestia se agudizaba. Su seriedad no se podía comparar con la que muestra en un partido. A su rescate, y me consta que se cuidan como hermanos, salió Ricky Sánchez con la intención de separar al hombre grande para evitar un altercado que sobrepasara los límites verbales.
Una imagen que estaba observando desde el pasillo contrario a la situación, me dio la oportunidad de ponerme en los tenis de Peter John. Me transporté con el corazón abierto a escuchar y sentir los múltiples insultos que hacían esos mismos fanáticos que alaban a los deportistas por sus triunfos, pero que se convirtieron en los peores maltratantes por varios minutos.
Dos momentos que sucedían paralelamente. Dos imágenes protagonizadas por integrantes de una Selección Nacional que en la historia ha dado más gloria que desilusiones. Pero, la primera de ellas recibía aceptación por tocar la sensibilidad paternidad. La otra fue provocada por el menosprecio a un mismo hombre, representante de Puerto Rico, que han tratado de mutilarlo con ataques humillantes. Una situación que encendía la ebullición de hacer realidad el lema 'la violencia genera violencia'.
Desde la apertura de las redes sociales, los 'maltratantes deportistas' han aumentado. La libre expresión ha permitido que el discrimen por muchos Peter John se tripliquen por ese fanático saciado de venganza, por ese seguidor frustrado, por ese hombre o mujer insensible. Una contraposición a los que en buenas y malas pagan el boleto, tienen una palabra de aliento o se tiran a la calle a defender lo que para ellos significa hacer patria.
Las gradas no están vacunadas contra la violencia social. Lo que pasó con William Lamas, un hombre que armoniza las temerosas y calientes calles de Centro Médico, está pasando en el deporte. El reflejo de lo que está tras bastidores en los cientos de hogares de parejas está en un parque. El 'bullying' se está filtrando a una piscina. Todo por no parar, mirar, botar y escoger dar una palabra de aliento o un abrazo.
No es que gritar 'sácalo', 'siéntalo', 'sustitúyelo', 'pa' fuera' no sea un insulto. Al contrario, desde mis lentes, yo lo tomaría como 'retroalimentación' de que algo anda mal y necesito enfocarme para apoyar a que mi equipo salga victorioso. Pero, manejar humillación, ataques o maltrato provoca desde la desmotivación hasta el suicidio.
Además de quedarme grande por mi tamaño corporal, ponerme en los tenis de Peter John me dio la oportunidad de entender que el precio de poder caminar con ellos es muy alto.
*La autora fue atleta de alto rendimiento con el equipo nacional de esgrima. Actualmente se desempeña como periodista y profesora universitaria.