Despiden al son de salsa a Raphy Leavitt (galería y vídeo)
El velorio de Raphy Leavitt no parece un velorio. Primero, está la salsa que salta desde las bocinas y pone a la gente automáticamente a marcar el ritmo con los pies- de que otra forma se podría rendir tributo a uno de los más grandes exponentes de la salsa boricua- y además, la gente sonríe. Sonríen mientras recuerdan anecdotas que involucran a Leavitt, su música, su presencia, aquellos primeros años hace decadas.
'Es de la época de nosotros cuando éramos jóvenes, era un hombre de pueblo, era un hombre sencillo. La mejor música, las mejores orquestas, esa era de él. Yo me acuerdo que yo estaba en la Central. Yo era de la clase del 71', dice Gladys Mendoza, de 62 años, de Carolina, parada frente al féretro cubierto por la bandera azul celeste.
Precisamente en 1971, Leavitt fundó la Orquesta La Selecta, una de las fundamentales llaves a la música puertorriqueña, que llevó la décima, los aguinaldos, la bomba, todo lo que pudiera recoger de la tradición boricua, a la salsa. En ella, fungió durante décadas como director, compositor, pianista y arreglista.
Leavitt, desde niño un virtuoso en el piano y el acordeón y fundador de una orquesta previa, decidió crear un nuevo proyecto para impregnar la escena musical boricua de un concepto diferente: la combinación de un sonido y estilo único con un repertorio selecto de canciones cuyas letras sirvieran para despertar la conciencia latinoamericana en pos de la unión y la justicia social.
En la fila, se encuentra Juan Rijos, de 40 años, también de Carolina, con cuatro fotos enmarcadas, a modo de homenaje. 'Raphy Leavitt es un baluarte de la salsa. Un caballero en todo el sentido de la palabra. Estoy aquí, triste y feliz a la vez', dice, como el payaso.
Precisamente sostiene en sus manos una edición LP del éxito musical 'El Payaso' que ha pasado la prueba del tiempo como una de las grabaciones imprescindibles de la música boricua, compuesta por el hombre cuyo cuerpo descansa ahora rodeado de flores, muchas flores, hasta banderas con el triángulo azul celeste hechas de flores.
'Triste porque se fue para mí el rey de la salsa, que llevó la salsa con un mensaje, y feliz porque ya no va a sufrir', prosigue Rijos, con el rostro muy serio.
Más que 'El Payaso', la canción que resulta himno del momento es 'La cuna blanca'. Esa composición de Leavitt fue una respuesta emocional a la muerte del trompetista Luisito Maisonet, al que un accidente de tránsito en 1971 le cobró la vida; accidente en el cual Leavitt se laceró la cadera, lo cual el 5 de agosto de 2015 le cobró la vida a él, tras complicaciones luego de una operación, y ahora la canción se la dedica su público.
'Nadie se atreva a llorar, dejen que ría en silencio', escribía Leavitt en 'La cuna blanca'. Y en este velorio, nadie se atreve a llorar. Aunque a veces, hay personas que se quedan serias, de la nada, como pausados en los recuerdos de un ser querido que ya no está. Pero enseguida cambian el rostro, saludan a un conocido, escuchan la salsa que brota de las bocinas.
Su hijo Rafael Leavitt está al lado del féretro. Monta guardia, ataviado por el traje negro, la corbata negra. Es de los rostros más serios que hay en el interior del Coliseo Roberto Clemente. 'Se parece mucho a su padre', dice alguien en el público con un ligero matiz de cariño.
Rafael Ithier, uno de los grandes de la música puertorriqueña y fundador de El Gran Combo de Puerto Rico, coincide en que Raphy Leavitt fue un baluarte dentro de la música popular boricua y que sentó un precedente. 'Tú oyes un 'Payaso', una 'Cuna blanca', un número de Raphy, y eso no se tocaba hasta que él empezó a tocarlo, a la manera de él. Fueron esos los números que lo catapultaron, y después nacieron otras orquestas que lo emularon'.
Aun con su influencia musical y su legado sonoro, su disciplina y entrega, a Raphy no hay forma de recordarlo sin mencionar su calidad humana. 'Fue un caballero, un compañero. Nunca lo vi con envidia ni hablando na' malo de nadie. Eso sí, siempre peleamos porque él fumaba demasiado y yo fumaba mucho, y yo lo dejé pero él no', dice entre risas Ithier.
Con cariño también lo recuerda el cantante Héctor 'Pichie' Pérez, quien durante 30 años integró la Sonora Ponceña. 'Estuve trabajando con él bastantes producciones de corrido, y era ese ser humano que él dejaba salir para uno trabajar con esa confianza. Materializaba una armonía que hacía que Raphy siempre lograra su objetivo en las grabaciones', recuerda.
Para el músico, el deceso de Leavitt simboliza una pérdida irreparable para la salsa. 'De la manera que se nos fue, yo creo que no era el momento. Todavía le quedaba mucho', dice. Precisamente Leavitt se mantenía activo, trabajando en el próximo disco de la Orquesta La Selecta que conmemora los más de 40 años de la agrupación.
De todas formas, hace hincapié en que su música nunca va a morir, y que quedan grandes de La Selecta como Sammy Marrero y los demás músicos para seguir dándole vida al proyecto musical. Y luego vendrán otros. 'El legado que nos ha dejado es inmenso, yo pienso que para la juventud que está empezando en este género, ahí tienen un maestro con todas las de la ley', afirma.
San Juan es la cuna de Leavitt, quien nació el 17 de septiembre de 1948 en Puerta de Tierra. 'Yo aprendí a bailar con Raphy Leavitt', dice Carmen Yulín Cruz Soto. La Alcaldesa de San Juan está parada en la entrada, saluda a las personas que entran y le estrechan la mano.
'Leavitt era muchas cosas. Era una persona querida en Puerta de Tierra, en San Juan. Un hombre de familia. Una persona de pueblo, que como todos los grandes, que la gente siente como de ellos. Muy honrados que la familia haya estrechado sus manos y nos haya permitido darle este último adiós', asegura.
Reparten banderas del Municipio y de Puerto Rico a los presentes. Un mural aparece detrás de una de las gradas del Coliseo, al lado de Cheo Feliciano, un mural que inmortaliza el rostro de Leavitt de la mano del artista Diego Romero. La Policía vela el área, activada para manejo de emergencias.
Cuando entra Sammy Marrero al espacio, el público baja de las gradas y se coloca a los laterales. Le piden fotos, le hablan como a un amigo, le cuentan breves anécdotas, todos a la vez. Marrero, el cantante de La Selecta, saluda a todos, pero la tristeza persiste en su voz.
'Tengo el corazón destrozado. Pero esta noche voy a cantar, si Dios lo permite, para rendirle mi homenaje', dice besándose los dedos y haciendo la señal de la cruz.
Abraza a María Milagros Barreto, viuda de Leavitt. 'Solo hay un Raphy', le dice Marrero, animado. A pesar de la tristeza que embarga a la familia, que incluso ha hecho brotar lágrimas en los ojos de sus hijos, insisten las expresiones de cariño.
'Todo bien lindo. Mucha gente me ha traído detallitos, rosarios, cds de inspiración para darme fortaleza. Es un pueblo que lo quiere, que se desborda con manifestaciones. Y muy alegre de que estamos celebrando su legado, su vida', agrega.
Todos hablan de lo que Leavitt era más allá del músico. 'Una persona de muchos valores morales, buscando siempre la justicia, con unos sentimientos bien profundos. No le hacía daño a nadie, respetaba mucho, no importa quién fuera. Fuera una persona de mucho nombre, o fuera un conserje, un deambulante. Decía que todo el mundo merecía respeto', dice Barreto.
Además, Leavitt fue maestro durante un año en San Agustín antes de abandonarlo todo por la orquesta. 'Era un educador que fomentaba mucho la educación para poder crecer como persona, como sociedad. Fomentaba mucho eso a sus hijos. Siempre estaba dando consejos a personas. A veces yo le decía 'Chico, pero déjalo, ya tú se lo has dicho' y él me decía 'Uno no se puede dar por vencido'', ríe. Y ahí está la risa. No hay forma de recordarlo sin la sonrisa.
Dentro, hay un puñado de personas sentadas en las gradas. Hay un escenario con micrófonos, instrumentos de percusión, y una bandera gigante detrás. Espera a la Orquesta que tocará a las 6 de la tarde para rendirle homenaje a la vida de quien se fundó.
'Esta es una de las cosas extraordinarias del Coliseo [Roberto Clemente]. Que un día puede ser la sede del campeonato sub-17, en que Puerto Rico resulta campeón, y otro día podemos rendirle tributo a una figura como esta que nunca se va, que se queda siempre con nosotros', concluye Cruz Soto.