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Opiniones

¿Quién ha salido más acusado en el caso de Sixto George? ¿Es posible que la duda sea razonable?

El exlegislador comenta sobre el sonado juicio contra el productor Sixto George.

El exlegislador Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Archivo/Juan R. Costa

Difícilmente el señor Sixto George, como se le conoce, pueda ganar un concurso de simpatía. Su estilo es cáustico, corrosivo y demoledor; por varios años ha sido pararrayos de la controversia, parece tener más enemigos que amigos, y estos últimos parece que no se muestran visibles.

El caso contra Sixto George está sumergido en contradicciones de tal magnitud que no sería irrazonable que más de un jurado pensase y persuadiese a los otros que el caso no se ha probado más allá de duda razonable.

Por otra parte, el testigo estrella, la persona que presuntamente se sintió amenazada por George, en su corto recorrido por la vida pública estuvo dentro o demasiado cerca de la aguda crisis que sacudió al país y que culminó con la ida del gobernador Ricky Roselló. De hecho, el señor Maceira era su Secretario de Asuntos Públicos, muy activo en el voceteo verbal, en el "tumbar cabezas", en la línea más dura de los "brothers", algo que hace difícil imaginar que era una persona fácilmente intimidable. La intimidación es siempre una pieza clave dentro de una acusación por extorsión.

Si alguien en esta trama podía ser intimidado, hubiese sido el gobernador Rosselló o el gobierno de Puerto Rico, pero estos no aparecen como acusadores, sino el alambrable y luego alambrado, licenciado Maceira. Hasta cierto punto en este caso donde sólo la Fiscalía Federal retuvo los topos ---la defensa no está obligada a presentar prueba--- por momentos fue Maceira el que parecía estar acusado. Para remache en el reino de lo inverosímil, resulta que el alegado extorsionador fue contratado subsiguientemente a la presunta extorsión por el propio campo de Ricardo Rosselló, a pesar de que declaró bajo juramento el mismo Maceira, que había sido informado.

Estos elementos, apartados de tantos otros escandalizantes, podrían llevar a que al señor George no lo encuentren culpable hoy, por más que fiscalía federal pudiera afectarse grandemente por no conseguir un veredicto de culpabilidad. Pero ello no significaría necesariamente que el señor George saldría hoy por la puerta ancha. Tendría la amenaza de ser encontrado en desacato al Tribunal, por la desobediencia sistemática a las órdenes de guardar silencio y de no ventilar su caso fuera de sala. En este contexto, sus prolongados pronunciamientos y catilinarias, "Oh Catilina", en la salida del Tribunal ayer, repletos de acusaciones e insultos a sus procesadores federales y al propio juez del caso, si bien serían una expresión protegida para un ciudadano particular, no lo son ciertamente para uno que está siendo enjuiciado al subir las escalinatas donde se expresa.

Si George fuere encontrado culpable en cualquiera de los tres casos por los que se le juzga y solicitase seguir libre bajo fianza mientras apela, sería el propio juez insultado quien tendría discreción para atender o no la petición. Es previsible que la defensa quisiera pedir la inhibición del juez en este caso. Pero, los precedentes, ni la lógica parecen favorecerlo. Hay además una razón elemental: bastaría que un acusado que no quiere que sea un juez particular lo juzgue lo insulte, para luego pedir su inhibición o recusación.

Este caso plantea, dentro de sus particulares circunstancias, un desafío de naturaleza diferente a las autoridades federales por largos años cuestionadas por razones políticas e ideológicas. Se trata, de acusaciones directas a los acusadores de corrupción e incompetencia en tiempos de las mal llamadas verdades alternas, paparruchadas en buen español, como me ha ilustrado el Vicepresidente de la Católica el colega, Jósean Frontera. ¿Qué pasa cuando el testigo estrella parece salir señalado junto a los procesadores del caso? ¿Qué sentirá el jurado ante la mordaza que le imponen a un acusado, que acusa de corrupción al proceso y a sus acusadores?

Esperemos a la tarde del viernes, si no se prolonga más allá de hoy la deliberación. Aunque vendrán secuelas pues en este caso el rabo es más largo que el cometa.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).