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Opiniones

La violencia de género no depende de "ideologías"

Según el columnista, el nombramiento de Vilmarie Rivera Sierra ha despertado una oleada de adhesiones en la mayor parte del espectro ideológico puertorriqueño, entre otros asuntos por el número de feminicidios.

Jaime Sanabria Montañez.
Foto: Suministrada

Una “idea” es una entelequia, algo que no necesariamente existe más allá de la mirada humana. Sin ideas, el planeta continúa inmutable en su actividad geológica; de hecho, en Urano o en Titán, que yo sepa, no existen las “ideas” y los dos astros continúan sus órbitas sin que se den cuenta de la ausencia de las mismas.

Una “ideología” es un conjunto de “ideas”, bajo un mismo denominador común, que conlleva al alumbramiento de organizaciones que las adoptan, machihembradas, como mecanismo de funcionamiento. Si una “idea” es un átomo, una “ideología” es una molécula, o sea, una estructura organizada que exhibe por completo las propiedades de la materia que la contiene.

Una sola “idea” no puede conformar una “ideología”, pero sí servir como base para constituirla. No en vano toda travesía comienza por un primer paso, toda guerra por un primer disparo.

Al igual que las “ideas”, tampoco las “ideologías” son visibles desde la tierra o desde el cielo, pero sus efectos repercuten sobre esta gran sombrilla que nos alberga y que los precursores de la palabra decidieron llamarla, por llamarnos, humanidad.

El breve preámbulo se debe al reciente nombramiento de Vilmarie Rivera Sierra como Procuradora de las Mujeres de Puerto Rico, un cargo que había quedado vacante con motivo de la renuncia, el pasado agosto, de la anterior ocupante del puesto, Lersy Boria, y que tiene por objeto la defensa, en todos los órdenes, del colectivo al que representa, en este caso, a las mujeres.

El puesto es equiparable al del Procurador del Ciudadano, una figura que vela por que no se vulneren los derechos de los ciudadanos, colectiva o individualmente, ya sea por el exceso de rigor en la aplicación de las leyes, para reconducir desviaciones sociales, para devolver la dignidad a quienes la hayan podido perder por acciones de entes poderosos y docenas acciones correctoras derivadas de las atribuciones estipuladas en la Ley conocida como del Ombudsman que data ya de 1977.

La nueva nominada a Procuradora de la Mujer es una firme defensora de la “ideología” o la “perspectiva de género”, alineación que nos lleva a lo que trataba con brevedad los párrafos introductorios: el concepto de “ideología”.

La de género puede ser descrita como una herramienta conceptual que busca mostrar que las diferencias entre hombres y mujeres se dan no solo por su determinismo biológico, sino también por las diferencias culturales que han venido conformando a los seres humanos y, por ende, a la humanidad.

Esta perspectiva de género persigue identificar, cuestionar y valorar la discriminación, desigualdad y exclusión de las mujeres y tomar medidas correctoras sobre los factores de género para crear las condiciones necesarias para alcanzar la igualdad.

Esta corriente está entrelazada estrechamente con un feminismo progresista, sobreprotector hacia la mujer, que algunos sectores ideológicos juzgan no solo excesivo, sino innecesario con los mimbres actuales y abogan por otra óptica en las medidas para alcanzar esa misma igualdad, al tiempo que no se lesionen los derechos de la población masculina. Metas iguales, rutas distintas.

El nombramiento de Vilmarie ha despertado una oleada de adhesiones en la mayor parte del espectro ideológico puertorriqueño porque el índice de los mal llamados “feminicidios” mantiene su pulso con lo execrable, hasta el punto de que en 2021, último año con los registros depurados, fueron 52 las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en una población inferior a los tres millones de habitantes que todavía resisten en la isla, pese al intervencionismo económico de los Estados Unidos que coarta crecimiento e iniciativas.

Para poner en contexto la cifra, podemos compararla con un país afín, España, la madre patria que, en el año 2022, ha registrado 48 muertes tipificadas como resultantes de la violencia de género, pero en una población de 47 millones.

Me consta que el país europeo lucha duramente para combatir una pandemia que no cesa a fuerza de leyes, educación y concienciación, no exenta tampoco de confrontación político-ideológica entre las distintas fuerzas políticas sobre cómo abordar legislativa, social y educativamente la lacra.

La proporción de muertes por violencia de género (o, incluso, de cualquier tipo de violencia) no deja de ser vergonzante en detrimento de nuestra isla y se requieren medidas, leyes, actuaciones, endurecimientos, contundencia y sobremanera inmediatez, para paliar estas desviaciones de la condición humana.

La trayectoria personal y profesional de Vilmarie ha estado históricamente alienada con el feminismo más activista proclive a la ejecución de políticas diferenciadoras de los derechos de las mujeres mediante un incremento del proteccionismo de género y cuenta con el apoyo de las principales asociaciones feministas puertorriqueñas.

Sin embargo, no todo han sido parabienes hacia la Procuradora nominada, pues hay grupos conservadores que le achacan un sectarismo electivo favorable a las políticas de “perspectiva de género” y que entienden que no están funcionando en aquellos territorios en los que han sido implementadas.

Solicitan dichos grupos que, en dicho puesto, se nombre a alguien neutral, una mujer que represente a todas y no solo a una facción, una Procuradora que no cimiente sus medidas en las que impone el feminismo más recalcitrante, sino que adopte enfoques interdisciplinares efectivos que eviten imposiciones ideológicas.

Y de nuevo nos topamos con el concepto “ideología”, incluso a “tres bandas” (como en el balompié), y aun con esta pluralidad sigue sin ser visible más allá de las redes neuronales de los seres humanos. La que teje al feminismo activista, la que precede al término “género” y que da pie a un constructo social que engendra sus propias mareas normativas, y la que representa algunos grupos conservadores que proponen una interdisciplinariedad educativa y normativa que elimine las diferencias de género per se y evite la multiplicidad de géneros derivados de una permisividad con los envoltorios sexuales artificiosos a su juicio.

¿Cómo conciliar las posturas, las visiones de unos y de otros, de unas y de otras? ¿Cómo escoger para la procuraduría de la mujer a la candidata neutral por antonomasia que actúe en beneficio de los derechos del todo y no de las partes? ¿Cómo no lesionar las prerrogativas de quienes contemplan el problema desde un prisma singular frente a quienes lo contemplan desde otro antagónico?

¿No hay solución? La polaridad ha estado asociada, desde los tiempos de la creación de las sociedades, al devenir de los pueblos y estos tiempos solo han hecho más que acentuarla y visibilizarla en urnas. En la mayoría de los países que comulgan con la democracia, la línea divisoria en bloques ideológicos es tan manifiesta como proporcionada en resultados, los bloques del progresismo y del conservadurismo pocas veces en la historia han estado tan cercanos en cantidad de simpatizantes.

¿O sí la hay y la respuesta es el respeto? No se le ocurre al que suscribe otra alternativa que respetar las distintas sensibilidades, en este caso, las que envuelven a la mujer, a la mujer puertorriqueña, porque ninguna de las dos “ideologías” pudiese estar en posesión del absolutismo de la razón o, incluso, de la verdad. Ser capaz de dialogar, de extractar de lo opuesto las ideas más sólidas, las más resultantes que conformen su ideología para construir otra podría ser el camino, al menos uno de ellos.

También en el tratamiento de la insufrible violencia de género, el dejar de lado los personalismos ideológicos, el dejarse permear por el prójimo cuando este argumenta consistente y con fundamentos, debería constituir el primer paso para iniciar un nuevo caminar y no para sostener una guerra, aunque sea solo ideológica.