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Opiniones

Borrón y encubrimiento nuevo

Esa parece ser la consecuencia, si no es la intención directa, que lo dudo, del proyecto de reorganización de la ASES

Licenciado Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

El borrón y cuenta nueva es un mecanismo muy socorrido, utilizado por las administraciones para provocar amnesia y el olvido de embarres y fechorías.

Esa parece ser la consecuencia, si no es la intención directa, que lo dudo, del proyecto de reorganización de la ASES que sin cuestionar de manera crítica los abusos y atropellos que se han cometido a la vista y paciencia de esa entidad, y los que desde allí mismo se han perpetrado, presenta un Plan de Reorganización para cumplir con exigencias del Medicaid federal.

El formato propuesto de pasar de ser una corporación separada, para estar dentro del Departamento de Salud, lo que hasta el presente ha generado sospechas, tropiezos y conflictos con los federales, ha hecho presente el momento de que la puerca entorche el rabo, y se acabe esa separación ---pienso que ficticia y truquera--- entre el Departamento de Salud y la ASES.

Detrás de este operativo de cumplimiento tardío, siempre atrás como el rabo del perro, se nubla la estela de chanchullos, acusaciones pendientes, tropelías, ocultamientos y clara displicencia administrativa con los que la ASES incumplió con sus deberes más elementales, perjudicando y obrando en contra sus pacientes más vulnerables durante años. Todavía está fresca la pintura de la manera acrítica y carente de fiscalización con la que permitieron que las aseguradoras se autoevaluaran; la terrible concentración de servicios de salud mental, que permitió ASES en una sola entidad, que sirvió pobremente a los pacientes; la falta de transparencia al esconderle al país y a la Asamblea Legislativa el informe de salud mental; el abandono sistemático a la fiscalización y a la prevención como norte salubrista y fiduciario del dinero público; todo ello, dentro de lo conocido, sin contar lo que falta por conocerse, salvo que el borrón y cuenta nueva sirvan como un encubrimiento nuevo.

El propuesto Plan de reorganización 1, presentado en la Cámara de Representantes, tiene todas las señas, marcas y estrías de que fue preparado y disparado desde Fortaleza. Fuera de eliminar la persona corporativa separada de ASES, pasa la Administración adentro del Departamento de Salud, concentrando todavía, más facultades en el Secretario de Salud, quien nombrará al Administrador y subadministrador de la entidad y al presidente del Consejo Asesor que crea.

Nada cambia, sólo que se oficializa esa concentración y control en manos del Secretario de Salud, en aras de "eliminar señalamientos federales de conflicto de intereses", según dijo sin sonrojarse él mismo, quien también se ha intencionado o preanunciado como aspirante a Comisionado Residente. Falta que los federales se coman ese aguaje.

Hacer este gran cambio cosmético y agravado de concentración de facultades, sin ni siquiera detenerse a examinar, el reguerete y el daño profundo que le ha causado a los pacientes y proveedores de Medicaid la torpeza operativa de la ASES, obliga a mirar con sospecha la movida de Fortaleza y a tratar de identificar el revólver de donde salió el disparo. Son tres mil millones de dólares por lo menos, en contratos del Plan Vital, con el oligopolio de la salud salivando, donde tres de las aseguradoras controlan más de tres cuartas partes del mercado. Si se licúa o desaparece la función fiscalizadora de los contratos, es previsible que se repartirán todavía más perdones, absoluciones de multas, archivo de las mismas y demás canonjías.

Es previsible que el sistema de privilegios a una que otra aseguradora continúe y se acreciente, y que siga con prácticas como la de separarle asientos a sus empleados en programas graduados de la universidad pública, en aras de controlar hasta la producción misma de expertos. Habría que mencionar que este remache de reorganización, perpetuaría la puerta rotativa que lleva a muchos ejecutivos de las aseguradoras a puestos directivos en ASES, y cuando salen de allí, los retorna a la industria aseguradora.

Hay en el Plan de Reorganización Número 1 propuesto, un Consejo Consultivo con representantes de muchos sectores profesionales y de pacientes, pero... nombrados todos por el Ejecutivo, y un presidente igualmente designado. ¿Por qué no se permite que los colegios de las profesiones que integrarían ese Consejo Asesor, sean quienes designen a sus representantes? ¿Por qué no se elige al presidente por los propios miembros del Consejo Asesor? ¿Por qué no es el Consejo Más que Asesor quien nombra al Administrador? Ciertamente eso haría de la ASES un ente diferente e innovador, y no una familiar víctima de quienes controlan al Departamento de Salud y a la ASES desde Fortaleza, por razones políticas, de amistad o de vecindad.

Uno que conoce los apremios, la fatiga y el cansancio que inunda a los foros legislativos, especialmente cuando se está a punto de terminar el tercer año legislativo, sabe que son estos momentos peligrosos de transición, cuando, si "Colín no cuela", .se cuelan los preacuerdos, los pactos invisibles, y hasta el cansancio, y pasan estos borradores de cuentas viejas para desplegar la alfombra roja o azul del privilegio a quien rinda más. Las autoridades federales, que tanto se dejan pasar gato por liebre, deberían abrir los ojos y pararle el caballito a los traficantes de influencias enquistados en toda la maquinaria pública.

Más aún, quizás está madura la cosa para que no nos haga falta ni la ASES, ni siquiera las aseguradoras en el Plan Público, quizás con un pagador único, que podría ser público, resolvemos. Pero, ¿ qué se harían los poderosos, si no se les cumplen las expectativas?¿Qué se harían las aseguradoras de salud si su reino del terror contra pacientes y proveedores se extingue? ¿Qué se haría ese grupo de magnates que administra esos planes médicos ganando millones y exportando dividendos aún mayores a los inversionistas? Permítanme despertar soñando, porque a estos rufianes encopetados y sus alcahuetes algún día, quiera Dios que pronto, se les acabará el mangó bajito.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).