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Tribunales

La muerte de Keishla comenzó con un puño de Verdejo

Cómplice cooperador relata cómo mataron a Keishla Rodríguez Ortiz, quien estaba embarazada del púgil.

Poco después de asegurarle que no tenía nada de qué preocuparse, el boxeador Félix Verdejo Sánchez le propinó un puño en la quijada a su expareja, Keishla Rodríguez Ortiz, para comenzar el proceso que culminó en la muerte de esta y de la criatura que había engendrado con el púgil.

Así lo describió el cómplice Luis Antonio Cádiz Martínez como parte de su testimonio cooperador en el juicio federal contra Verdejo Sánchez por cargos de secuestro y carjacking resultante en la muerte de una persona y de una persona no nacida, así como uso de arma de fuego.

Mirando todo el tiempo al piso y contestando de una manera breve y directa que hacía que el fiscal Jonathan Gottfried le fuera preguntando paso por paso de lo que pasó, Cádiz Martínez relató que en la mañana del 29 de abril de 2021, cuando Rodríguez Ortiz abordó la Dodge Durango del acusado en el residencial Villa Esperanza, se sorprendió de verlo a él en el asiento trasero.

“No te preocupes que no pasará nada”, dijo el testigo que le manifestó el acusado a la víctima en ese momento. Verdejo Sánchez estaba en el asiento del chofer y le puso el seguro a las puertas. La mujer le pasó la prueba clínica que se había hecho el día anterior y que confirmaba el embarazo.

Acusado y víctima se cruzaron miradas.

“En ese momento, pues, yo la agarré por el pelo. Luego Félix se acomoda, tan pronto yo le suelto el pelo, Félix le dio un puño en la quijada”, relató el testigo. La reacción de la víctima fue decir “¿qué tú haces?”, pero lo dijo, según el testigo, “cuando estaba achocada”.

“Luego él le coge la mano izquierda, le pone una gomita en el lado izquierdo y luego le introduce la aguja”, continuó Cádiz Martínez en referencia a una jeringuilla de heroína que el testigo había preparado el día antes, cuando, junto con el acusado, fue a buscar a la víctima con la aparente intención de matarla, pero no la encontraron, por lo que el ejercicio se convirtió en una especia de ensayo para el día siguiente.

“Luego él me pide que le pase un alambre, le amarra la mano, luego me dice que le ayude a pasarla a la parte de atrás del pasajero”, siguió contando el testigo de 32 años a quien apodan “Rabbit”. Acusado y cómplice se mueven al asiento trasero de la guagua con la víctima y allí siguen amarrándola. “Cuando se le amarró los pies, pues, por ahí mismo con los alambres lo pasamos por el boquete del bloque”, dijo en referencia a un bloque de construcción que había sacado el día antes de un área de zafacones en el residencial. En todo este tracto, no se aclaró si la víctima tenía algún grado de consciencia.

Cádiz Martínez salió de la guagua y abordó el Kia de la víctima porque Verdejo Sánchez “quería que el carro también se desapareciera, que lo quemara”. Llegaron hasta Hato Rey, cerca de la sede del Departamento de Corrección y dejaron el carro de la víctima estacionado frente a un condominio. El testigo volvió a abordar la Durango y “directamente cogimos para el Teodoro Moscoso”.

Allí se estacionaron en el paseo, en dirección del Aeropuerto Internacional a San Juan y el púgil le dijo que esperaran “a que no pasen carros para tirarla”. “Yo tomé a Keishla y Félix aguantó el bloque, luego la lanzamos… cayó con una de las manos sueltas… estaba flotando”, recordó. Cómplice y acusado estaban ambos vestidos de negro y usaron guantes.

“Miro a Keishla y le digo a Félix, vamos a dejarla ahí”, pero el acusado le contestó que “no la podemos dejar ahí, hay que buscar una manera de cómo desaparecerla”, añadió. Se montaron en la guagua y tuvieron “una conversación, una minicontroversia” en la que el testigo le decía al acusado que lo dejaran ahí, que ya habían “hecho mucho”, pero este insistía en “desaparecerla”.

Estuvieron de cinco a 10 minutos saliendo de la guagua y verificando el cuerpo, pero seguía en el lugar con la cabeza fuera del agua. “Luego él toma un arma y me la pasa (para) que le disparara”, afirmó Cádiz Martínez al detallar que el acusado sacó el arma negra y khaki de un bulto que tenía a su lado siempre. El testigo llegó al borde del puente, bajó el brazo para que el arma quedara fuera de la vista de los que pasaban, e hizo dos disparos cuyos casquillos cayeron al agua. “No le disparé a Keishla, pero disparé por la parte posterior izquierda”, dijo.

Verdejo Sánchez no estaba complacido todavía y salieron del puente para dar una vuelta que los llevó por la Avenida Barbosa, los sectores Cantera y Providencia y de vuelta al puente para volver a cotejar el cuerpo. La cabeza seguía flotando y ahora el testigo podía divisar “espuma saliendo de su boca”. “Es muy demasiado lo que hicimos”, le dijo al acusado al plantearle que dejara que la familia encontrara el cadáver. Pero al acusado insistía en hacer más.

“Todavía había un canto pequeño de alambre en la parte de atrás de la guagua, tomó el canto y luego se tiró al agua... se sentó en la parte del muro del Teodoro Moscoso y se lanzó”, dijo Cádiz Martínez al asegurar que esperó hasta que el púgil y el cuerpo de Keishla salieron de su vista por debajo del puente. Dio varias vueltas en la misma ruta que antes para verificar si lo divisaba hasta que lo hizo cerca de una caja de electricidad ubicada en la rampa de acceso al puente desde la Avenida Baldorioty. El púgil tenía la ropa mojada.

El acusado entró en la guagua y, cuando se prestaban a regresar al residencial Luis Lloréns Torres donde residía el testigo y donde el acusado lo había recogido ese día a eso de las 7:20 am, recibió una llamada de la mamá de Rodríguez Ortiz preguntándole por su hija. En esa llamada, Verdejo Sánchez dijo desconocer del paradero de su pareja.

“De sus palabras salió que él me dijo que él cogió del alambre que tenía cuando se tiró a agua, que le amarró el cuello, lo demás, lo amarró en el bloque y la soltó”, contestó el testigo que le contó el acusado cuando hablaron de lo que había hecho con el cuerpo. En el banquillo, Cádiz Martínez tomó un pañuelo desechable y se lo pasó por los ojos.

Cádiz Martínez entonces le recomienda al acusado que se deshagan del teléfono de la víctima y del Android que el púgil usaba para comunicarse con ella. Guiaron a la playa de Isla Verde, el acusado tiró el teléfono de la víctima contra una pared para romperlo, dispusieron de los aparatos y regresaron al residencial, donde el testigo limpió la guagua. “Le pasé vacuum cleaner y un paño con clorox al dash”, explicó al afirmar que no vio manchas de sangre en el vehículo.

Verdejo Sánchez le dijo que tenían que ir por el Kia “para quemarlo” y salieron otra vez en la Durango de regreso a Hato Rey donde el testigo se quedó con el Kia y el acusado “siguió su rumbo”. Aunque se supone que lo quemara, Cádiz Martínez regresó con el carro al residencial y, mediante engaño, le pidió a su hermano que lo siguiera hasta Canóvanas para darle pon de regreso porque tenía que dejarle el carro a una supuesta clienta que le había pedido que se lo lavara.

Aparentemente por instinto, Cádiz Martínez llegó hasta un paraje en Canóvanas en el que una expareja suya estaba construyendo una casa y allí dejó el Kia. No lo quemó “por el miedo y la tensión que tenía, que ya era mucho lo que estábamos pasando”. Al regresar a Lloréns Torres, tiró las llaves del Kia “en la azotea de unos edificios”. “Me dí un baño y me tiré en la cama un ratito”, añadió.

Volvió a ver a Verdejo Sánchez ese día entre 3:00 y 4:00 pm, en el gazebo de residencial donde comenzó todo. “Llega a donde mí a contarme que lo habían llamado de la prisión, alguien de una Asociación de los Ñeta que le diga la verdad, si él había hecho lo que se estaba rumorando, que le dijeron que ese caso es evaluativo, que si lo había hecho tiene que responder, si no lo había hecho, lo iban a ayudar”, contó. El acusado se alejó a hablar con el hermano del testigo y no se volvieron a ver hasta que se sentó a testificar hoy. El testigo dijo que el acusado no le prometió pago pero que en un momento “me dijo hablamos luego de eso”, lo que interpretó como que “me iba a resolver con algo, dinero, algo, no sé”.

Ese jueves, a eso de las 4:37 pm, Cádiz Martínez le envió al boxeador un mensaje de texto con tres emojis, un corazón, una gota de sangre y unas manos en posición de rezo.

“Ese mensaje quiere decir, de corazón, sangre, nos fuimos a fuego, que Dios nos perdone”, dijo al asegurar que lo envió porque “ya me sentía muy mal de lo que había hecho”.

A las 4:38 pm, Verdejo Sánchez le contestó con dos emojis, un beso y un corazón.

Pendiente a ampliación.

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Periodista y abogado con 25 años de experiencia. Cofundador, o miembro de los equipos fundadores, de NotiCel, el Centro de Periodismo Investigativo, Red 96, Primera Hora y El Nuevo Día Interactivo.