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Opiniones

Con Haití siempre solidarios y contra la xenofobia

Los pueblos haitiano y dominicano, más que ninguno otro, fueron sometidos por los imperios español y francés, y sus élites colaboradoras y explotadoras, a la lacra esclavista.

Víctor García San Inocencio, columnista de NotiCel.
Foto: Juan R. Costa

La Española es el nombre que se le impuso a Quisqueya la antilla hermana que hoy habitan los pueblos haitiano y dominicano. No puede pensarse la historia milenaria de las antillas, ni la nuestra, Puerto Rico, sin los aportes que desde Quisqueya, Santo Domingo o Saint Domingue nos han ayudado a forjar nuestra cultura antillana y caribeña. Asimismo, la simbiosis entre estas dos antillas mayores, separadas por el Estrecho de la Mona y unidas por nuestras cordilleras centrales, ha aportado recíprocamente al desarrollo de las tres naciones.

En el caso de Haití y su pueblo, podemos decir que la aportación puertorriqueña es todavía desigual y asimétrica mirado el asunto a través de más de dos siglos. Por más que algunos quieran negar o esconder este hecho fundamental, por las venas de todos los puertorriqueños, dominicanos y haitianos, corre sangre africana y de nuestros pueblos originarios. La brutal explotación colonial que diezmó a la población originaria fue acompañada del secuestro de millones de africanos, su venta como mercadería y su esclavización. Las profundas huellas del racismo en nuestro archipiélago antillano tienen su origen en la degradación del ser humano institucionalizada y legalizada en la explotación instituida por otros de nuestros ancestros en contra de aquellos ancestros que tuvieron como sede de su vía crucis nuestros puertos, puestos y plazas de venta de esclavos, minas, comercios y haciendas.

No hay un hecho más bochornoso en nuestra historia y "conquista", forjada a base de sufrimiento y explotación, que la Encomienda impuesta a los primeros capturados y esclavizados indios, y que la trata de africanos. Los pueblos haitiano y dominicano, más que ninguno otro, fueron sometidos por los imperios español y francés, y sus élites colaboradoras y explotadoras, a la lacra esclavista. Ese también fue el caso para todos los pueblos del resto del Imperio Español. Cuba, Jamaica y Puerto Rico, también las antillas que llaman menores, comparten similar designio. En las cuatro Antillas mayores hubo insurrecciones o rebeliones de esclavos desde el comienzo mismo de la institución, pero sólo en una, la de Saint Domingue ---hoy Haití-Santo Domingo--- se libró simultáneamente, una guerra contra la esclavitud, por la independencia y por la libertad.

La guerra de independencia haitiana para romper las cadenas en todo orden ---de los esclavos, del país y de la nación--- no cabe duda, aceleró la toma de conciencia de que las revoluciones estadounidenses y francesa de poco antes, 1776-1787 y de 1789-1793, y las constituciones garantizando derechos a los colonizadores europeos, se habían quedado cortas, demasiado cortas, pues mantuvieron el sistema esclavista, la trata y la degradación humana. Más aún, de forma más inmediata, en el primer cuarto del siglo XIX, esa revolución haitiana provocó la liberación de los esclavos en el resto del imperio español en América. Haití auxilió al Libertador Bolívar con expediciones, dinero y equipamiento, sin pedir nada a cambio, excepto, preguntado por Bolívar mismo, la abolición de la esclavitud y la servidumbre en los pueblos-países liberados. Nunca hubo desde la rebelión fallida antiesclavista dirigida por Espartaco en la península itálica del año 73 al 71 a.C. un acto masivo más generoso por la libertad. Al menos, si es que fuese separable, la parte negra o mulata que habita en cada antillano, aunque algunos la maquillen, debiera provocar junto a la gratitud un sentimiento de afecto entrañable por Haití y su gente. Aunque sabemos que por motivos terribles en todos los tiempos se tejan y "perejilan" las peores leyendas y narrativas, para justificar más opresiones o para lavarles la cara.

El pueblo haitiano, por las armas, le rompió el espinazo en Haití a la esclavitud, y con ello precipitaron los eventos que ampliarían expansivamente una ola global, acaso la más notable, en materia del desarrollo de los derechos humanos. Bolívar liberó en todo territorio rescatado del imperio español a los esclavos; Gran Bretaña decretó la abolición del comercio de esclavos en el Imperio Británico en 1807, EE UU lo hizo en el 1861, España, en el 1873, mientras que Rusia había abolido la servidumbre involuntaria en el 1861. Las proclamas jurídicas tardaron mucho tiempo en hacerse realidad y todavía tardan en algunos lugares.

Favorezco el criterio de que la Humanidad completa, no sólo de sus vecinos antillanos inmediatos, todos en el mundo, tenemos una deuda monumental con el Pueblo Haitiano, pues reitero, que sus luchas, precipitaron directamente la liberación de decenas de millones de personas de la esclavitud y de la servidumbre involuntaria, y propiciaron elevar la conciencia internacional en torno a los derechos humanos y laborales.

Sin embargo, la humillación inicial de los ejércitos de Napoleón en Haití, se la hizo pagar muy cara Francia. Impusieron durante casi un siglo, el pago de deudas odiosas de guerra a la incipiente nación, a la cual mantuvieron empobrecida, sumiéndola en la miseria e imposibilitando su desarrollo real. El imperio estadouidense tomó el batón y el látigo de la deuda cuando sus bancos adquirieron parte de la absurda acreencia francesa y continuaron su cobro el primer tercio del siglo veinte. La llegada de flotas de guerra francesas y estadounidenses sirvieron como agente persuasivo para hacer pactar y "aceptar" tales deudas, ante las amenazas de invasión y bombardeo. EE UU desde 1915 duarnte dos décadas, ocupó Haití y embargó sus aduanas en aseguramiento del pago tóxico y fétido. A la República Dominicana le sucedió algo parecido especialmente en el siglo XX, por las mismas épocas. Trujillo, su dictador favorito por varias décadas hasta que cayó en desgracia con sus amos estadounidenses, fue un excelente agente pagador de la continuación de una insólita deuda pactada corruptamente por las élites, años antes en el caso dominicano.

Hoy, 6 de agosto, día de ominosa recordación por el crimen colectivo más brutal que haya visto la Humanidad con el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945, en la capital dominicana se celebrará una marcha "duartiana" con diversos tintes con motivo de la situación de Haití. La convocatoria inicial circulada hace un par de semanas y la adhesión de algunos medios de comunicación prestigiosos a la exhortación, despertó inquietudes y francamente preocupación. Primeramente, porque se alegaba un cuadro de inseguridad y peligro para la nación dominicana y su pueblo, por la inestabilidad de Haití, ya endémica al menos desde el año 2010, y por la fea oreja de la xenofobia que asomaba en la narrativa. Parecía una marcha antihaitiana contra su nación y su gente, que constituye todavía cerca del 10% de los habitantes en República Dominicana, a pesar de sus políticas y legislación repelente para explusar de su suelo a decenas de miles de personas de origen haitiano residentes allí.

Es claro, que el pésimo historial dominicano de tratamiento a los haitianos en tiempos modernos y recientes, repatriándolos, "trumpeándolos", con muro y todo, descartándoles, y reduciendo al rídiculo la aprobación de peticiones de asilo, para no hablar del incumpimiento con acuerdos internacionales de vigilancia de garantías laborales, todo ello, hacían levantarvan sospechas sobre los tintes de aquel llamamiento inicial a utilizar otro sagrado derecho humano, el de la expresión. Los tintes de la convocatoria han ido variando y refinándose hasta parecer que la marcha de hoy es a favor del pueblo haitiano y un emplazamiento a Estados Unidos , Francia y Canadá y a la comunidad internacional para que actúen y tomen cartas sobre la terrible situación que vive la sociedad haitiana, carente de institucionalidad o fortaleza gubernativa y plagada de violencia.

Queda también claro que la convocatoria a marchar tenía que variar, pues se hubiese convertido en un bumerán contra la industria turística, la inversión extranjera y el comercio mismo y la economía dominicana. Si uno hubiese creído las exgeraciones de la convocatoria inicial sobre un especie de invasión inminente migratoria y de mafias haitianas armadas a suelo dominicano, hubiese tenido que aconsejar a los turistas extranjeros y a los inversionistas que ni se aproximaran a una República Dominicana al parecer tambaleante. La convocatoria inicial y los virus que portaba podían ser peor que el supuesto mal que iban a prevenir, que incluía lsupuestamente a pérdida de vidas de dominicanos.

Espero que la denuncia que realizarán hoy en marcha un conjunto de organizaciones dominicanas contra el abandono y difidencia internacional, particularmente de los autores de las miserias del Pueblo haitiano, EE UU y Francia, marcha solidaria frente al dolor del pueblo haitiano, no caiga en oídos sordos. Que la celebración de la marcha sea un evento que enaltezca el ejercicio de los derechos humanos y la fraternidad de los pueblos antillanos. Como puertorriqueño que he combatido desde el Legislativo, la prensa y otros medios en mi país, el discrimen y la xenofobia contra los hermanos dominicanos en Borinquen, confío que la altura de miras iguale la profunda conciencia y acción de Juan Pablo Duarte quien como Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances y José Martí, son inspiración de todos en nuestro archiipélago.

El autor es abogado, exrepresentante y excandidato a comisionado residente por el Partido Independentista Puertorriqueño. Posee un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico y un Juris Doctor de la Facultad de Derecho de la misma institución. Tiene además un doctorado de la Universidad del País Vasco (2016).